jueves, 22 de diciembre de 2011

Escuchar villancicos no forma parte de la condición humana

Llevaba toda la tarde bastante mohíno hasta que de repente me he puesto contento sin saber por qué, que es la mejor forma de estar contento, pues según Bob Esponja la condición natural del ser humano es la alegría. Bueno, sin saberlo, hasta que me he dado cuenta de que como la fiesta del colegio de enfrente había terminado alguna mano amiga ha desenchufado los megáfonos que chorreaban villancicos sobre todo el vecindario.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Soltar lastre

Cuando veo a la perra haciendo caca en el solar pienso en que hubo un tiempo en que los hombres cagaban en público sin avergonzarse. El descampado de mi barrio no se parece a lo que me contaron sobre el Jardín del Edén. Allí no crecen manzanos sino acelgas silvestres, restos del último labrador que hasta hace poco estuvo arando a medio kilómetro de la plaza del Ayuntamiento. Además en el solar huele mal. Lo mismo no hubo expulsión del Jardín del Edén. Lo mismo el paraíso en la tierra terminó cuando alguien notó el mal olor de la caca de su vecino.  Dicen que en los Estados Unidos, una nación joven, algunos servicios públicos no tienen separación entre váteres. A lo mejor son la primera potencia mundial por esa desvergüenza juvenil. Un cuerpo viejo suele exhibirse con recato pero la juventud es airada, intempestiva, industriosa, inodora, útil, democrática y violenta. ¿Qué es preferible envejecer dignamente o rebelarse y hacer el mayor ruido posible? Pasar desapercibido es tan difícil que hay quien se suicida en un último intento porque se hable de él. Y hay quien lleva una vida tan digna y pulcra que cuando se muere nadie nota la diferencia.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Voz pasiva

En la última fila se sientan dos clases de alumnos. Los que no quieren que les vea y los que no quieren ser vistos. Los últimos tienen peor pronóstico.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El amo de la chucha

El otro día mientras la Loba daba cabriolas mantuve una conversación con la dueña de Charli, una buena mujer que tiene un perro de caza tan extrovertido y vitalista como ella. Mi perra no es que le tenga especial manía, pero como es macho, no permite que le huela el culo.

- Tienes cara de pensar, seguro que estabas leyendo.
- Sí
- ¿Era libro o revista?
- Libro
- ¿Y qué libro, si puede saberse?
- Los Pensamientos de Pascal.

Animada por el pleno al quince, me comenta que ella es mujer de acción, que su marido ya piensa por los dos. Y mientras explica su felicidad conyugal me viene la imagen de la portada de Los Pensamientos: una calavera sobre un montón de libros y legajos antiguos. Algunos dientes se apoyan en ellos dando la impresión de que los muerde. Pero como buena calavera la falta la otra mandíbula. ¿Dónde estará? ¿Y la Loba, adónde ha ido a parar? Sigue con sus cabriolas. Me gusta su forma de rechazar a quien le cae mal sin más explicaciones que un par de ladridos. Me gusta su elegancia para encajar los castigos. Hasta para hacer caca la Loba es elegante, y eso que es su pose más humana, agachada, con los dos muslos blancos emergiendo en lontananza. Y me entran ganas de estar de un humor perro, solucionarlo todo con ladridos, oler más, leer menos. Pero estoy tan condenado a ser el amo como ella a ser la chucha. Tengo inteligencia. ¿Por qué no puedo usarla para volverme perro en los malos ratos? Entonces, ¿para qué sirve?, ¿para poner las tildes en el sitio?, ¿para entender a Pascal?