sábado, 19 de diciembre de 2015

Por la abstención ahora más que nunca

Aprovecho una vez más la payasada de la jornada de reflexión para invitaros a no votar en las elecciones generales de mañana. Corren malos tiempos para la abstención, los nuevos partidos han supuesto un lavado de cara del sistema, pero en esencia nada ha cambiado: se mire por donde se mire en España no hay democracia. Y no es una opinión, es un hecho demostrable desde la ciencia política: no hay separación de poderes, legislativo, ejecutivo y judicial estarán el las mismas manos, sucias, de los oligarcas que se presentan encabezando listas para repartirse prebendas y gobernar de espaldas a lo que ellos llaman ciudadanos y ciudadanas, pero que en realidad son súbditos de una monarquía infame. Tampoco existe soberanía popular: las verdaderas primarias son aquéllas donde los ciudadanos eligen a sus representantes. Aquí lo único que se hace es refrendar una lista (daría lo mismo abierta que cerrada) elaborada por el oligarca de turno para asegurarse la fidelidad de los que van en ella. Hay ingenuos que piensan que el sistema se puede cambiar desde dentro, que es como pensar que los caciques renunciará a sus privilegios El fin del bipartidismo supondrá simplemente que habrá más oligarcas repartiendo el pastel y más clientes exigiendo su parte. A mayor consenso, también ello es demostrable con abundante ejemplos históricos, mayor corrupción. La corrupción no sólo es sistémica sino indispensable para el funcionamiento de las plutocracias. Votar en España supone ser cómplice de un sistema atado y bien atado para gobernar de espaldas a los que depositan una papeleta que nada decide.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Progreso

Como no todo tiene por qué empeorar ahora en lugar de lavacoches en los semáforos hay saltimbanquis

Éramos tan jóvenes

Me acuerdo de cuando íbamos a ver aquellos infames tostones de los cines albatros calificados con cuatro o cinco en cartelera Turia. Al salir del cine se hacía un largo silencio porque nadie se atrevía a hacer la pregunta clave: ¿Te ha gustado?, por miedo a parecer un simple y ponerse en evidencia. Éramos tan pusilánimes y confiábamos tan poco en nuestro criterio. A mí me sigue pasando con algunos libros, mayormente de poesía, lo de no preguntar, digo. Es terrible pero cómo la única medida que tengo de las cosas, que es la que tenemos todos, no nos engañemos, es la mía tiendo a pensar que lo que no me gusta a mí no puede gustarle a los otros y a menudo me creo rodeado de cínicos o en el mejor de los casos personas que creen sus propias mentiras. La mala literatura, esa que detectamos al primer golpe de vista por lo menos tienen la ventaja de que muestra más del propio autor, aunque sean sus flaquezas, y de la mismísima humanidad que la pretenciosa. No nos obliga a esfuerzos mentales, que aunque tengan más prestigio que los físicos siguen siendo esfuerzos, obligaciones contra natura. La única diferencia entre la mala y la buena literatura es que la buena siempre nos sorprende y lo mejor de todo es que lo hace con cosas que ya sabíamos. No se encuentra en los clubs selectos y aburridos, como eran aquellos cines, y es tan variada y melodramática como la vida misma. Casi estoy por decir que el arte es popular o no es.