domingo, 25 de abril de 2010

Sin asunto

Hoy he activado la alarma del móvil para que me avise cuando cumpla cien años. Como la tecnología es tanto o más fungible que los hombres se trata de un gesto doblemente inútil, un brindis a un sol futuro que nunca veremos. Hay algo de paradójico y sobrehumano en esto de la tecnología, no sabría muy bien precisar qué. O a lo mejor es que no quiero seguir tirando del hilo so pena de un patetismo que viene muy al caso pero que debe sobrellevarse en la más estricta intimidad. Chao.

domingo, 18 de abril de 2010

Tirando de un hilo

He amanecido con la noticia de que la perra se ha comido un billete de 50 Euros. Ha estado toda la mañana castigada. Nunca sabrá porqué y eso la salva del rencor. A los niños también se les castiga por cosas que no entienden. Y cuando son mayores entienden el motivo del castigo, pero ante todo entienden que se les castigó por algo que no entendían. Se vuelven rencorosos y castigan a sus hijos que por los mismos motivos castigarán a sus nietos. Podríamos remontarnos hasta el titán Prometeo o hasta aquella primera pareja del Edén castigados por querer entender y envenenados por saber que fueron castigado por una falta que ignoraban. Bendita inocencia.

domingo, 11 de abril de 2010

Un huésped panorámico, Andrés Navarro

Afirma Andrés Navarro en una declaración poética que para un escritor tan peligroso es repetir errores como aciertos. Y aunque tal declaración encierre la paradoja de que un acierto repetido deja de serlo, puede aplicarse con todo justicia a este nuevo libro del autor: desde La fiebre, libro que ya anunciaba a un buen poeta, a este Huésped panorámico la evolución es grande. Y sustanciosa. Un libro, debe advertirse, nada complaciente con el lector y tampoco, desde luego, viene a ser lo mismo y es más de agradecer, con el autor. Que, por su complicación, no se agota en una primera lectura. Poemas que suelen empezar con una declaración, una puesta en escena, o un largo enunciado formulado sin temblores de voz, casi como un axioma que termina volviéndose contra sí mismo, orbitando sobre un planeta que nunca se nombra, trabajando más por exclusión que por inclusión, explorando múltiples facetas y perplejidades para terminar contradiciéndose o tratando de abrigarse sin conseguirlo en lugares aún no mancillados por necesidades que imponen un orden unívoco a las cosas. Porque quien mira o siente o trata de explicarse inevitablemente impone su mirada o sentir o razón sobre eso que llamamos realidad (también a las realidades morales). Y esta se niega a ser apresada debido a que la mirada, puesta en contacto con su reactivo altera sin remedio lo percibido. Solución: ¿acaso la hay? Desconfiar de uno mismo, tratar de apearse para observar lo que sucede pagando el peaje que ello supone, fingir muchos órdenes efímeros para escapar al caos. O al vacío,  porque a menudo, uno se pregunta si hay algo detrás de versos tan celosos de lo que encierran.
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Poesía, ya lo he dicho, moral pero no aleccionadora, meditativa, urgentemente meditativa, valga la paradoja, nostálgica tal vez de un orden natural inalterado, poesía también con pequeños respiros de ternura. Poesía de primeros planos poesía donde su autor intenta mantener un equilibrio inestable con un pie fuera y otro dentro de lo narrado, versos en los cuales lo mirado con detenimiento y frialdad deviene tremendo y hasta monstruoso (oportuna la cita de Capote) puesto que alza el velo que las buenas intenciones extienden ¿piadadosamente? sobre las cosas.
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Métricamente resalto una total ausencia de sonsonetes: el metro, moderadamente imparisílabo, fluye liviano adecuándose con soltura a la larga cadencia de las frases. Pienso que Navarro posee una voz personal e inteligente, alejada por igual de la la cotidianidad caricaturesca, o la vacuidad de los versos "bonitos" tan presentes en estos pagos.  Un libro, en fin, este Huésped panorámico, que me ha gustado e incomodado por igual.

sábado, 3 de abril de 2010

Penélope otra vez

Escribir algo y luego escribir exactamente lo contrario, y creer ambas cosas a la vez, o sucesivamente, o no creer ninguna, o sentir piedad por lo que escribes, más por el tono que por el contenido. Simplemente escribir por no dar tiempo al tiempo, por matarlo. A fin de cuentas el primer título de este blog era pensar por existir, en sus dos acepciones, ahora me doy cuenta.

viernes, 2 de abril de 2010

De la fragilidad de todo

Hay poemas que siento con tanta intensidad que tengo la certeza de que podría haberlos escrito. Y no es vanidad. Precisamente es todo lo contrario. Porque cuando un poema o cualquier obra artística se despliega ante nosotros en toda su riqueza revelándonos todos sus detalles e intenciones, a veces más de las que hubiera sospechado el propio autor, las fronteras del ego se difuminan y escritor y lector terminan por confudirse. La contemplación es siempre activa. Naturalmente, ojalá, no sucede con todos los poemas que me gustan, ni siquiera con el mismo poema en distintas circunstancias. Hay circunstancias vitales que iluminan desmesuradamente poemas que en otras, aún gustándonos, pasarían más desapercibidos. Sin relación no hay arte. Durante la creación el autor se desdobla en escritor y lector, y durante la lectura quien lee recrea las mismas o parecidas o distintas, da igual, operaciones poéticas que en su día llevó a cabo quien concibió el poema. La poesía natural, la que nos sale al paso en el campo o en la calle, no existiría de no ser porque estamos ahí para contemplarla. Nosotros o nadie somos sus autores. De la misma forma, no hay tanta diferencia entre escribir y leer.

Sirva lo dicho para justificar que este poema de Fabio Morábito es tan mío, o vuestro, o de nadie, como suyo.


Mudanza
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A fuerza de mudarme
he aprendido a no pegar
los muebles a los muros,
a no clavar muy hondo,
a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula,
que dejó en su lugar
aunque me estorben.
Algunas manchas las heredo
sin limpiarlas,
entro en la nueva casa
tratando de entender,
es más,
viendo por dónde habré de irme.
Dejo que la mudanza
se disuelva como una fiebre,
como una costra que se cae,
no quiero hacer ruido.
Porque los viejos inquilinos
nunca mueren.
Cuando nos vamos,
cuando dejamos otra vez
los muros como los tuvimos,
siempre queda algún clavo de ellos
en un rincón
o un estropicio
que no supimos resolver..
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jueves, 25 de marzo de 2010

Luis y yo

Ayer asistí a la conferencia-recital que Luis García Montero ofreció en Valencia. La primera vez que lo vi y pude hablar con él fue en los cursos de verano del Escorial hará cinco o seis años. Recuerdo que, armándome de valor, en el hall de la residencia me acerqué a él y le regalé un ejemplar de Ladrón de horizontes. Hablamos unos minutos y él me insistió en que le dedicara el libro. Pasé un mal trago porque ni tenía nada preparado ni se me ocurría en ese momento. La verdad era que Luis, aún respetándolo mucho, ya había dejado de gustarme tanto. Transcurrían los segundos, y cuando la situación empezaba a ser insostenible, sucedió algo que me pasa con frecuencia en similares lides: la sangre afluyó y el cerebro (dejemos el corazón para otros menesteres de mayor calado), empezó a funcionar. Lo primero que pensé fue: Para Luis, mejor persona que poeta, pero lo descarté, y eso que afirmaría lo mismo de Don Antonio a quien adoro como poeta. Tal vez lo hubiera tomado como lo que seguramente era: una grosería imperdonable. Después, en décimas de segundo, se me ocurrió una segunda: Para Luis, el primer poeta vivo que me conmovió. La descarté también porque aparte de no ser del todo cierto (el primero fue Ángel) y de la pedantería que suponía vanagloriarse de haber leído a Jorge, Lope, Francisco o Luis antes que a Luis, me pareció una dedicatoria de cierto tufillo y vocación necrófilas. Aunque ya era un clásico, Luis todavía no había escrito Vista Cansada ni había cumplido los cincuenta ni dictaba conferencias como la de ayer, y daba la sensación de que yo pretendía de enterrarlo antes de tiempo. Al final, con la inseguridad propia de la timidez, me decidí por esta, sincera como pocas, que no leyó, y aún me sigue gustando por su involuntario desparpajo:
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Para Luis con afecto de Ignacio
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Todo esto podría venir a cuento de que ayer Luis contó una situación muy similar vivida por él con Blas de Otero. Luis, con más reflejos seguramente que yo, según dijo ayer, le puso:
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Para Blas (es de suponer que añadiría el de Otero) cuyos versos encendieron mi vocación poética.
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A lo que Blas, que sí leyó la dedicatoria, con más reflejos que Luis y que yo, le respondió:
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-Espero que me perdones.

domingo, 21 de marzo de 2010

Anna Karenina

Mil páginas y ni un sólo punto suspensivo. No cabe mayor elogio.

jueves, 11 de marzo de 2010

Muera la muerte

Vaya por delante que Unamuno no es uno de mis escritores preferidos. Sin embargo, tuvo a mi entender un don mucho más valioso que el de la escritura: fue un hombre valiente (un raro adjetivo, apenas ya redundante con la palabra hombre, en estos tiempos tan merinochurros). Para percatarse de ello, basta leer el discurso que improvisó en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en plena guerra civil ante el general Millán Astray que había llegado como acostumbraba escoltado por legionarios armados con metralletas para celebrar el Día de la Raza. Aparte de una enorme inteligencia se precisa un temple de acero para hilar tal discurso en tal situación. El mismo temple que tuvo su admirada Ántígona en la valiente defensa que hizo de su hermano ante su padre, el rey Creonte.

El borrador del discurso que Unamuno, quien pese a ser el Rector no tenía pensado intervenir en el acto, garabateó en una cuartilla mientras se desarrollaban intervenciones anteriores repletas de tópicos loando la cruzada contiene sólo las siguientes palabras: "Guerra internacional/Occidental –cristiana/Odio y conmpasión/Lucha-unidad/Cóncavo-convexo/Odio a la inteligencia que es crítica y diferenciadora/"y alguna que otra más, poco legible.

Dejo aquí casi todo del discurso, comentado por Andrés Trapiello, junto a las intervenciones de Millán Astray, que en un estado de nervios creciente no cesaba de interrumpirle:

"Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. Callar, a veces, significa mentir porque el silencio puede interpretarse como aquiescencia.

Había dicho que no quería hablar, porque me conozco; pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo he hecho otras veces. Pero no, la nuestra sólo es una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer y hay que convencer sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión: el odio a la inteligencia que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, más no inquisición (…)”

Millán Astray, que llevaba un buen rato nervioso, golpeaba con su única mano la mesa e interrumpió con impertinencia: “¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?”. Hizo entonces uso de la palabra pronunciando un breve discurso dictado por la histeria en defensa de la rebelión militar, hubo vítores, voces y bufidos. Tras ellos Unamuno reanudó su intervención

“Acabo de oír el grito necrófilo y sin sentido de ¡Viva la muerte! Esto me suena lo mismo que ¡Muera la vida! Y yo, que me he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de los que no las comprendieron, he de decirles como autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una manera excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y es otra cosa! El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos en España. Y pronto habrá más, si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre (no un superhombre) viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de la superioridad de esa superioridad del espíritu, suele sentirse aliviado viendo como aumenta el número de inválidos a su alrededor.

El general Millán Astray no es uno de los espíritus selectos, aunque sea impopular o, quizá por esta misma razón, porque es impopular. El general Millán Astray quisiera crear una España nueva (creación negativa, sin duda) según su propia imagen. Y por eso desearía ver a España mutilada, como inconscientemente dio a entender.”

En este punto Millán Astray interrumpió al grito de “¡Muera la inteligencia!” matizado por un José María Peán que intentaba restañar lo irrestañable con el de “¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!”.

Es imaginable la pita que se armó entre falangistas profesores y público frente a un viejo que se había atrevido a decir lo que nadie en España, en aquellas circunstancias habría sido capaz de espetarle a un ser moralmente tan repulsivo. Cuando Unamuno logró hacer de nuevo el silencio continuó:

“Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuera bruta. Pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil –concluyó- pediros que penséis en España”.



jueves, 4 de marzo de 2010

Billy Collins

Podría dar mil motivos por los que Billy Collins me parece un gran poeta, pero esta vez, qué descanso, prefiero ceñirme a los puramente biológicos: cada vez que lo leo se me pone una sonrisa de oreja a oreja.


Love
The boy at the far end of the train car
kept looking behind him
as if he were afraid or expecting someone
and then she appeared in the glass door
of the forward car and he rose
and opened the door and let her in
and she entered the car carrying
a large black case
in the unmistakable shape of a cello.
She looked like an angel with a high forehead
and somber eyes and her hair
was tied up behind her neck with a black bow.
And because of all that,
he seemed a little awkward
in his happiness to see her,
whereas she was simply there,
perfectly existing as a creature
with a soft face who played the cello.
And the reason I am writing this
on the back of a manila envelope
now that they have left the train together
is to tell you that when she turned
to lift the large, delicate cello
onto the overhead rack,
I saw him looking up at her
and what she was doing
the way the eyes of saints are painted
when they are looking up at God
when he is doing something remarkable,
something that identifies him as God



Amor
El chico del final del vagón
miraba hacia atrás
como si tuviera miedo o esperara a alguien,
entonces apareció ella en la puerta de cristal
y él se levantó
abrió la puerta y la dejó pasar
y ella entró cargando
un enorme estuche negro
con la inconfundible forma de un violoncello.
Parecía un ángel de frente amplia,
con los ojos oscuros y el pelo
recogido en la nuca con una cinta negra.
A causa de todo esto
él parecía un poco azorado
en medio de la felicidad de verla,
mientras que ella estaba allí sencillamente,
existiendo de manera perfecta como una criatura
de cara delicada que tocaba el cello.
Y el motivo por el cual escribo esto
en el reverso de un sobre de manila
ahora que se han bajado juntos
es deciros que cuando ella se dio la vuelta
para poner el enorme, delicado cello
en el portaequipajes,
lo vi mirándola
y mirando lo que hacía
en la forma en que están pintados los ojos de los santos
cuando miran a Dios
y Él está haciendo algo maravilloso,
algo que lo identifica como Dios.

Traducción modificada de Camilo Rojas

sábado, 20 de febrero de 2010

El pato y la luna

Un pato nadaba por el río en busca de peces y en todo el día no había encontrado ni uno. Cuando llegó la noche, vio el reflejo de la luna en el agua, pensó que era un pez y se sumergió para capturarlo. Los otros patos lo vieron y empezaron a reírse de él.
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Desde entonces, el pato sintió tanta vergüenza y timidez que, incluso cuando veía un pez bajo el agua, no hacía nada para capturarlo, y de este modo se murió de hambre.
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.............................................................................................................................................. ..Lev Tolstoi (trad. Víctor Gallego)

martes, 16 de febrero de 2010

Mil palabras

Glenn Gould interpretando al piano las Variaciones Goldberg.

El velo del sombrero de Vera Miles movido por la brisa cuando le dice al sheriff que corte una flor de cactus para la tumba de Tom Doniphon.

El último ramillete de hojas que sobrevive intacto al invierno en los árboles de enfrente de mi casa.

La loba espantando a los chorlitejos patinegros en la orilla. Su vuelo en V.

Rojo, Azul, Blanco por este orden, o la voluntad de sobrevivir a la adversidad.

Harvey Keitel escupiendo desde el primer piso del Empire State en Teniente Corrupto.

La voz de Tom O’Bedlan cerrando la La Elegía a Yeats de Auden: “Teach the free men how to praise”.

La alegría de Nerea al decirle que había aprobado.

Tom Waits cantado Hold on

La perra aullando después de escuchar una ambulancia que pasaba por Primado Reig

La sonrisa que se le pone a la Moña mientras se cuelga de las espalderas.

viernes, 5 de febrero de 2010

agua fría

Primero nos emocionamos luego sentimos la emoción y por último, y este último paso es específicamente humano, la dotamos de contenido. Es decir, justo lo contrario de lo que piensan los psicólogos y psicólogas cognitivos. Ciertamente, porque las cosas se relacionan dialécticamente unas con otras podemos modificar esos contenidos y actuar sobre la emoción pero siempre secundariamente y no sin límites ni consecuencias. Podemos también engañarnos a nosotros mismos y crear contenidos psíquicos que no se corresponden con la emoción experimentada. Principio de toda psicopatología: la escisión entre pensamiento sentimiento y emoción. También la razón por la que el hombre (o la mujer) es la única criatura (o criaturo) que enferma mentalmente y a veces ni se entera. Y, por último, es el motivo por el que los libros de autoayuda son dañinos a más no poder.



lunes, 18 de enero de 2010

Hölderlin

Leo con mucho gozo la excelente traducción de las elegías de Horderlin recién publicadas por DVD. Aunque debo medirme, porque para disfrutar de la lectura se necesita una cierta elevación, un cierto estado de ánimo. Lo que recién levantado parece maravilloso al acostarse puede resultar indiferente. Dejo aquí un fragmento.
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Pan y vino
I
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La ciudad descansada nos rodea; se instala ya la calma en la calleja iluminada]
y el ruido de carruajes coronados de antorchas se aleja hasta perderse.]
Saciados por los gozos que el día trajo, los hombres se encaminan a casa a descansar.]
Ya en el hogar es hora de sopesar con tiento
la ganancia y la pérdida y alegrarse también del buen balance.
Vacío de uvas y flores tras la labor de miles de manos hacendosas,
el mercado ya duerme. Mientras tanto, se escucha en la distancia
el son de algún laud en los jardines: quizás alguien que ama está tocando]
o un hombre solitario recordando sus tiempos juveniles y a lejanos amigos,]
al tiempo que las fuentes, frescor inagotable, suenan en el aroma de los arriates en flor.]
Serenas en el aire del crepúsculo repican las campanas,
y no menos pendiente de las horas un sereno da a conocer la suya.
Pero ahora una brisa se levanta y alcanza el boscaje,
agitando las copas de los árboles.
Y, mira ya la luna, que es al sombra chinesca de la tierra,
se acerca con sigilo y la noche, la entusiasmada viene;
va colmada de estrellas y se preocupa poco por nosotros.
Lo que siembra el asombro entre las almas, aunque es extraña a todo afán humano,]
se emplea sobre las cimas de los montes y brilla igual de triste que magnífica.]

sábado, 9 de enero de 2010

Desgracia, J.M. Coetzee

Si mi propósito fuera calificar esta novela, la tildaría de incalificable, o imprevisible, pues todo en ella evade la norma. Lo que en principio parece una espléndida diatriba contra el puritanismo de lo políticamente correcto, pasa a ser una defensa de Eros y termina yendo mucho más allá en una segunda parte donde los códigos morales nos son por completo ajenos.
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Todo ello de la mano de un protagonista tan magníficamente encarnado que no precisa dirigirse al lector ni de reojo. ¿Relativismo moral? La típica palabra que impresiona a lectores primerizos. No acaba de satisfacerme. Más bien la novela halla su anclaje en los trágicos griegos: decía que todo en ella sucede de forma imprevisible, también inapelable. Los dioses nos eligen con los ojos vendados, pero también nosotros actuamos sin sabernos elegidos. Y siempre ignoramos cuando un dios actúa sobre quienes amamos.

Ante semejantes fuerzas telúricas u olímpicas poco puede hacer el dios cristiano del perdón, la compasión y la remuneración equitativa. El dios en el que ha sido educado el protagonista. Y también el lector.

Tras estos párrafos podría pensarse en una novela densa y abstracta. No lo es. La historia está narrada con agilidad pasmosa, sin asomo de barroquismo. También (qué descanso y qué complicación tan bien solventada), sin ironía. Dictada en un presente que provoca por igual inmediatez y alejamiento. Como nosotros nada sabe el narrador del curso de su historia. Se limita a contarnos lo que ocurre aquí y ahora.

Hablé de la tragedia griega, también podría hablar de Kafka ( El Proceso, La Colonia) o de Camus, sobre todo de Camus (La Peste, sobre todo La Peste, El Extranjero). La atmósfera es similar.

A destacar la trama paralela con esa patética Teresa, la amante de Byron, ya madura tratando de invocar a su desaparecido amante con sus cantos. Tratando de conmover El Averno acompañada de un banjo de juguete. Risible y por ello doblemente trágico.
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Amor, vejez y muerte. Muerte como el inevitable final de la vejez, de no entender ya el mundo. Y rechazo. Rechazo del que es objeto el viejo que no se resigna a ceder su lugar a los nuevos tiempos. Todo ello visto por el protagonista con implacable lucidez, sin ceder un ápice al sentimentalismo ni a la queja, ni siquiera en ese final abrupto, en esa muerte de perro que recuerda vagamente al del Proceso. Nadie nos salva de la decadencia y la muerte, nadie puede otorgarnos ese don. Quien vive de verdad, quien no se resigna a quedarse en los márgenes, no es en absoluto protagonista de su vida. Un dios habla por él. Un dios que no perdona.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Meditación navideña

Mirar o escuchar algo sin preguntarse para lo que sirve, sin ni siquiera saber lo que es. De forma simple y previa. Sin que la razón instrumental invada otras razones. Así deberíamos mirar las nubes, los prójimos, todos los objetos naturales. Así miran los animales. Así escucha el buen psicoanalista. Cuando esto suceda todo cambiará, pero para que suceda es necesario que baje algún dios. Y no estamos preparados para esperar a un dios. Quizá ya está aquí, entre nosotros, y no lo sabemos. O a lo mejor siempre estuvo aquí esperando nuestro silencio o nuestro decir poético para manifestarse.

jueves, 24 de diciembre de 2009

El valor del silencio

Como nunca decía nada perdió a todos sus amigos. Entonces quiso hablar pero como hablaba solo nadie le hacía caso.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Vamos allá

Aprovechando que la Navidad se acerca, o que el Pisuerga pasa por Valladolid, o que perder el tiempo es la más encomiable y genuina de las actividades humanas propongo un acertijo. Todo un clásico. No es demasiado fácil pero tampoco se resiste después de un rato de intensa reflexión.

Hay doce monedas una de ellas falsa que sólo se distingue por pesar diferente. Tenemos una balanza. Hemos de averiguar en tres pesadas cuál es la falsa y si pesa más o menos que las otras

Ya que se acercan fechas tan simbólicas y no se trata de ningún poema utilizaré sin que sirva de precedente una metáfora a modo de moraleja y pista:

“Más vale dar pasitos cortos y observar los detalles de camino que devorar paisaje calzando botas de siete leguas.”

Por cierto que abundando en lo de la pérdida de tiempo algún bendito ha hecho un programa informático para hacer probaturas. Se entra tecleando en google "balanza impertinente".

lunes, 7 de diciembre de 2009

Días borgianos

Como llevo todo el puente haciendo trabajitos para la facultad explico brevemente mi modus operandi:

Si el trabajo es de campo empiezo por anotar las conclusiones y redactar el informe. Luego me invento los datos o la entrevista que mejor cuadre al talante del informe.

Si el trabajo es sobre un tema determinado y no hay que presentar datos experimentales cojo un buen libro de texto, un sólo libro porque todos dicen lo mismo y tiendo mucho a liarme. Voy copiando, resumiendo y anotanto críticas y contrapropuestas a lo que dice el libro.

Aunque las críticas descabelladas, absolutas e incendiaras son las que más me divierten procuro (es imprescindible) hacer una autocrítica de las críticas. A los profesores no les gusta que un alumno se pase de listo.

Después acudo a internet en busca de más información acerca de las críticas y puntualizaciones que he inventado. La red viene muy bien pues siempre contiene un roto para un descosido. Nunca falta gente seria, sesuda y puntera en su campo que tras una vida de dedicación ha dado forma a tus intuiciones.

En el fondo este paso casi nunca es necesario, lo hago más bien para refocilarme de mis intuiciones, pues tras colocar los libros fundamentales suelo inventarme la bibliografía: nombres de autores, de revistas y hasta de universidades. Contra lo que pueda parecer, este paso es aburrido: los nombres inventados deben sonar a instituciones bien manidas.

Abomino de ello, pero en el fondo me acopla muy bien su pasión por el Power Point pues te permite una escritura semiaforística sin tener que argumentar demasiado.

No puedo estar más de acuerdo con ellos, a mí argumentar siempre me ha parecido impúdico. Creo que por eso hablo poco.

He llegado a engañar hasta a mis jóvenes compañeros de grupo pero no me siento culpable y estoy seguro de que a ellos tampoco no les ha importado.

Porque, a decir verdad, hasta ahora, ni mis compañeros se pueden quejar de las calificaciones recibidas ni yo de excesivo aburrimiento.




martes, 1 de diciembre de 2009

De la Logse a Bolonia

Como el saber ocupa lugar no quedan estudiantes, sólo usuarios

viernes, 20 de noviembre de 2009

Suc poètic

Pi ti mi ni, lo malo
si breve
malito.


Pi ti mi ni, lo bueno
si breve
bonito.


Pi ti mi ni, los niños
ganan puntos de apoyo
cuando crecen.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Martin Heidegger

En un volumen editado por Tecnos hoy he leído la entrevista que Der Spiegel hizo a Martín Heidegger. Publicada póstumamente, pues el filósofo lo impuso como condición expresa para el diálogo, en ella el periodísta trata sin conseguirlo de que Heidegger se justifique por su colaboracionismo durante los primeros años del régimen nazi. Mucho más interesante es la segunda parte del diálogo. La descripción de la técnica, entendida ya no como instrumento sino como fin que despoja al hombre de su esencia, ocupó los últimos años del pensamiento de Heidegger, y, justo es decirlo, no he leído en ningún filósofo posterior una descripción tan lúcida, premonitoria, descarnada y huérfana de asideros. Es muy reveladora la insistencia del periodista, en que Heidegger ofrezca recetas, eleve denuncias, y, en definitiva, que trivialice su pensamiento y lo instrumentalice, algo a lo que el filósofo se niega volviendo una y otra vez a sus zapatos con rigor y elegancia revelando de paso quien es el perfecto el representante de la actitud del hombre en ese mundo venidero que tanto le preocupa .

Transcribo un párrafo del diálogo y dos de sus últimos libros:

Spiegel: Sin embargo se podría objetar de manera completamente ingenua: todo funciona. Cada vez se produce con mayor destreza, los hombres en el mundo tecnificado están bien atendidos

Heidegger: Todo funciona. Esto es precisamente lo inhóspito que todo funciona y que el funcionamiento lleva a más funcionamiento y que la técnica arranca al hombre de su esencia y lo desarraiga. No sé si Vd vio las fotos de la tierra desde la luna. No necesitamos bombas atómicas, el desarraigo del hombre ya es un hecho. Sólo quedan puras relaciones técnicas (…) (Entrevista a Der Spiegel)

El hombre de la era técnica, de un modo especialmente llamativo se encuentra bajo la provocación de hacer salir lo oculto. Esto concierne ante todo a la naturaleza entendida como el almacén principal de existencias de energía. En correspondencia con ello, la conducta solicitante del hombre se muestra ante todo en el florecimiento de las ciencias exactas de la época moderna. Su modo de representar persigue a la naturaleza como una trama calculable. Por eso la física de la época moderna no es física experimental, al contrario: como la física –y ello porque es ya pura teoría- emplaza a la naturaleza a presentarse como una trama de fuerzas calculable de antemano, por esto se solicita el experimento, a saber, para preguntar si se anuncia, y como se anuncia la naturaleza a la que se ha emplazado de este modo. (La pregunta por la técnica)

Lo mortal no es la tan cacareada bomba atómica en su calidad de maquinaria especial de matanza. Lo que el tiempo amenaza ya al hombre con la muerte, y en particular con la de su esencia, es lo absoluto del mero querer en el sentido de deliberado imponerse en todo. (Sendas perdidas)

sábado, 31 de octubre de 2009

Auden

Solo conozco a un poeta angloescribiente más difícil de traducir que Auden, se llama Robert Frost y los motivos para la dificultad aparte de un vocabulario muy localista (Frost como todos los buenos escritores es provinciano), es que, perdido el ritmo que imprime al idioma inglés, en castellano sus versos suenan duros y ripiosos. En cualquier caso, hay algo misterioso en esta imposibilidad de traducir a Frost.
Pero era de Auden de quien quería hablar. A todo el mundo le gusta Auden, o al menos casi todo el mundo dice que le gusta, es algo así como el Gil de Biedma mundial, pero muy pocos se atreven dar una explicación coherente de su poesía, sobre todo de la de su etapa juvenil, la más enigmática. Algunos traductores, caso de una reciente traducción de Galaxia Gutenberg, han fracasan en el empeño. No se entiende, que un prólogo tan erudito vaya seguida de una traducción tan mejorable, no ya por esa propensión a mantener un ritmo endecasílabo a costa de alterar el sentido, sino porque algunos poemas tienen fallos inexplicables de interpretación. Mucho mejor (la mejor de las tres que conozco) es la traducción que publicada por Lumen del simple novelista (recuerdese el poema de Auden del novelista gris versus el poeta egocéntrico) Eduardo Iriarte. Como dice Auden en el magnífico elogio fúnebre de Henry James: porque es infinita la vanidad de nuestra vocación intercede por la traición de todos los escribanos. El traductor de Galaxia traduce en este caso literalmente, alterando el sentido, oficinistas, cuando precisamente un oficinista nunca hubiera traicionado el verso. Pues eso, mejor oficinistas o novelistas para traducir poesía que poetas, porque un poeta (es su trabajo) nunca evitará la tentación de mejorar el original. Y, por lo general, el traducido es mejor poeta que el traductor.

Todo esto viene a cuento de la traducción de un poema de la etapa juvenil de Auden que voy a tratar de interpretar para demostrar que las explicaciones nunca agotan el misterio de los poemas buenos y destripan los malos. El poema en la traducción de Iriarte quien, por cierto, también es traductor de Bukowski, un gran poeta que escribió demasiado situado en las antípodas de Auden, ligeramente cambiada por mí, espero que para mejor, en algunos de sus versos, dice así:


The secret agent

Control of the passes was, he saw, the key
To this new district, but who would get it?
He, the trained spy, had walked into the trap
For a bogus guide, seduced by the old tricks.
At Greenheart was a fine site for a dam
And easy power, had they pushed the rail
Some stations nearer. They ignored his wires:
The bridges were unbuilt and trouble coming.

The street music seemed gracious now to one
For weeks up in the desert. Woken by water
Running away in the dark, he often had

Reproached the night for a companion
Dreamed of already. They would shoot, of course,
Parting easily two that were never joined.



El agente secreto

Controlar los permisos era, según se vio, la clave
para acceder a este nuevo distrito, ¿pero quién llegaría?
Él, el espía avezado, había caído en la trampa
por culpa de un falso guía, seducido por viejas tretas.

En Greenhearth había un buen lugar para una presa,
energía al alcance de la mano con que hubieran
llevado las vías unas estaciones más allá. Pero ignoraron sus telegramas.]
Los puentes estaban por construir y se avecinaban problemas.

Ahora la música callejera sonaba grata
a quien estuvo semanas en el desierto. Desvelado por el agua
que se alejaba en la oscuridad, a menudo había
reprochado a la noche la carencia de un compañero
largamente soñado. Dispararían, claro,
separando fácilmente a dos que nunca llegaron a juntarse.



Y ahora la interpretación que propongo:



El poema, y esto es indiscutible, tiene que ver con las dificultades para obtener desahogo sexual con otro hombre. Los homosexuales, y más, supongo en los años veinte, actúan como agentes secretos o espías que deben intuir a los de su condición y encontrarse clandestinamente. Seguramente tantas eran las ganas, la sed, del joven Wystan que debió de engañarse confundiendo la orientación sexual de alguien, de ahí la referencia al falso agente. Yo no sé si Auden estuvo en Greenhearth, lo decisivo es que debió pasar por un periodo de necesidad simbolizado por la presa (agua para el sediento) y la energía cuya palabra inglesa, power, potencia, tiene un claro componente sexual. La imposibilidad del encuentro está claramente expresada los versos referidos a la falta de puentes y comunicaciones ferroviarias.

En la última estrofa, la más explícita, me atrevería a decir que la música callejera se refiere a lo fácil que es confundirse, y tratar de beber en fuente equivocada cuando se tiene sed. Está claro que el agua soñada y esperada que no llega y que remite a la presa y la energía del principio, es el encuentro largamente anhelado y frustrado, sintetizado en el magnífico último verso del poema.

Por cierto, vanidad de vanidades, acabo de leer en un comentario de Fuller una interpretación de orden psicoanálitico que seguramente es más atinada y se refiere a un conflicto íntimo entre sus deseos (el agente secreto) y la férrea censura puritana auto impuesta para reprimirlos (el falso agente). Ambas interpretaciones no son incompatibles pero si hay que decidir me inclino por la de Fuller que conoció directamente a Auden.

sábado, 24 de octubre de 2009

Arcadi espada

Puestos a perder el tiempo con la actualidad informativa, prefiero hacerlo leyendo a periodistas inteligentes como Arcadi Espada. Andan gatos y liebres tan mezclados que yo a los periodistas les pido lo mismo que a cualquier otro escritor, que a Tucídides, pongamos por caso: no aburrirme leyéndolos. Arcadi, independientemente de su ideología que no se me da un ardid, consigue divertirme. Dejo aquí un fragmento de su blog de internet referido a las lágrimas con que Ricardo Costa recibió la noticia de su destitución.



Las lágrimas de Costa

Las lágrimas han sido lo más interesante de esta historia. Al parecer fueron precedidas por un desgarrado lamento: “Presidente, ya está bien, presidente “, que daba cuenta de lo que se avecinaba. Los pucheros del secretario Costa han conmovido a medio mundo. El prestigio de las lágrimas es, hoy por hoy, invencible y en este caso se vincula, además, con la suerte de mantra que exige a los políticos que sean hombres como los demás. Las lágrimas autentifican el password de la humanidad posmoderna. No importa que se esperase de él que fuera a ser hombre de una pieza, que hablara claro y pronunciado (porque hay mucho que habla como ahora se lee: es decir por aproximación) sobre la injusticia que se iba a cometer, que se defendiera de una manera sobria, seca y contundente y que a la inevitable hora de morir matara con estilo y fundamento. ¡Quia! Sólo lagrimitas. ¿Sangre? Una tomatina de Buñol.
Estoy al corriente del cambio de valencia que ha sufrido la palabra versátil. Antes era un insulto para hembras y hoy es elogio de futbolistas. Se elogia la flexibilidad, la adaptabilidad; se busca el media punta, que ni es medio ni punta, pero sabe llorar. Un hombre entero es un anacronismo en estos días de patchwork y en realidad estoy contento, porque nada me hace más feliz que escribir como un carcamal. Pero añoro la hombría, ¡qué vachaché! El traslado de las emociones fuera de su privacidad natural me parece una de las ceremonias más obscenas que amenazan al cautivo mediático. Mediático, of course: la mayoría de lágrimas contemporáneas nunca se habrían producido fuera de foco.

viernes, 16 de octubre de 2009

Kavafis

Kavafis, redescubierto estos días, es un escritor que me gusta. Enemigo de la ocultación, viril, austero, moralista, creador de poemas cerrados, certeros y parcos en adjetivos. Ofrezco aquí una versión confeccionada a partir de traducciones inglesas y la excelente versión catalana de Joan Ferraté.

La fuente de este poema está en Plutarco, que en sus Vidas Paralelas cuenta que cuando Octavio, el futuro emperador Cesar Augusto, asediaba Alejandría, el dios Dioniso abandonó la ciudad con su cortejo, dejando a Marco Antonio sin protección.

El dios abandona a Antonio

Cuando, de pronto, a media noche, escuches
un cortejo invisible que se aleja
con músicas insólitas, con gritos
-Tu suerte decidida, tus trabajos
perdidos, todo designio de tu vida
errado- no lo lamentarás inútilmente.
Como quien va dispuesto de antemano,
como un hombre valiente, despide a Alejandría.
Sobre todo, no te mientas diciendo
que era un sueño, que te engañó el oído,
no cedas a tan vanas esperanzas.
Como quien va dispuesto de antemano,
como un hombre valiente a quien
cupo el honor de merecerla, no lo dudes
acude a la ventana escucha y goza
como último deleite, conmovido,
pero sin llanto o queja pusilánime,
los sones exquisitos de la hueste secreta,
y a esta ciudad que pierdes, dile adiós.

viernes, 9 de octubre de 2009

Tres poemas de Roger Wolfe

Podría dar muchas razones por las que Roger Wolfe es un poeta más interesante que muchos de sus coetáneos. Ahí va una: es imposible subrayarle un verso

Fin del mundo

Noche de sábado hacia el final
de la primera década del siglo XXI.
Ruidos de cristales rotos en el parque;
gritos de histéricas quinceañeras borrachas,
energuménicos aullidos de adolescentes intoxicados.
Ramas que se tronchan, persecuciones, alaridos...
Imagino los campamentos de los bárbaros
que cercaban el Imperio con su lento avance inexorable.
Sólo faltan las fogatas.
En lo más alto del cielo,
la luna que Cernuda contemplaba en Méjico
resplandece, imperturbable.
Ha visto
el fin del mundo muchas veces.


Camino de ronda

Un taxi, muy de noche.
Arriba, las estrellas.
«Esto no es como las ciudades»,
me dice el chófer.
«Ya», le contesto, adormilado.
El coche avanza, derramando
haces de luz por los sembrados.



Un viejo con un sombrero de paja

Puesto que aún no puedo irme
por lo visto al otro barrio,
me gustaría hacerme viejo
más deprisa, más deprisa;
y estar sentado en una silla
al sol del mediodía.
Que hubiera un poco de mar.
Que hubiera un poco de cielo.
Y luego... Pongámosle al abuelo
un sombrero de paja en la cabeza.
Y un cigarro entre los dedos.
Y dejémoslo —ahora sí—
ahí quieto; medio lelo,
pero tranquilo y solo.





jueves, 1 de octubre de 2009

Winesburg, Ohio, Sherwood Anderson


Si esta fuera una crítica de Seda, el Best Seller de aquel italiano de cuyo nombre no quiero acordarme que osó reescribir la Illiada eliminando a los adorables dioses olímpicos, bastaría leerla al revés para obtener la crítica de Winesburg Ohio. Porque Sherwood Anderson escribe al borde del sentimentalismo pero a diferencia del otro no se despeña, retrocede u oculta en la retórica.

Estos cuentos o retratos narran la vida de algunos personajes de un pueblecito norteamericano vistos la mayoría de las veces a través de los ojos del joven reportero George Willard que conduce la historia. Si resultan poéticos no es porque el autor se lo haya propuesto como premisa, lo son por la finura de sus observaciones, porque entre líneas se dice mucho más de lo que se lee. Para saborear estas historias se precisa de un hábito lector similar al que pide por ejemplo Antonio Machado, de quien Sherwood, con su aparente monotonía y voz asordinada es pariente literario cercano.

El narrador, aunque omnisciente, no se aparta un ápice de las cabezas de los personajes, nunca comete la imprudencia de sobrevolarlos como el halcón detenido en la llanura de Montale. Hasta los recursos literarios de los que se vale Andersen, las comparaciones, por ejemplo, a veces largos excursos de más de media página se nutren de elementos extraídos de la propia historia que lo mismo aportan información nueva que iluminan sobre lo ya leído.Todo lo contrario a la comparación que me ha salido arriba y sirve de contraejemplo.

Cada cuento está dedicado a un personaje y, por lo general, narra un suceso que marcó su vida y explica su presente. Aunque los retratados se presentan con piedad, simpatía, delicadeza y respeto, Sherwood no nos ahorra las mezquindades de estos seres excéntricos, más inteligenes, o brutales, o inocentes que sus conciudadanos. Hombres, mujeres sobre todo, constreñidos por la presión social y marcados por la industralización que a finales del XIX cambió la faz y el modo de vida de muchas poblacioes norteamericas.

En todas estas historias de modo muy freudiano y nada explícito está presente la sexualidad insatisfecha, el anhelo no correspondido, lo que oscuramente a la vista de la exhuberante naturaleza que rodea al pueblo se intuye que pudo haber sido y no fue. También las diversas formas de encajar la frustración, a cada una un tipo de excentricidad diferente, pero todas ellas tan dignas como sobrias.

Es difícil destacar un cuento de un conjunto tan compacto y nivelado que es casi una novela, quizás el que abre el volumen: “Manos” que bien pudiera haber firmado Raymond Caver de quien Sherwood por su abocetamiento, sus elipsis, su lenguaje sencillo y hasta su forma de titular es claro e indisimulado precedente. Me tienta decir que los personajes de Anderson con su inocencia y brutalidad, todavía no uniformizados por la opinión pública, dotados de conciencia merecen una piedad que pocas veces se otorga a los de Carver. Si se me disculpa el tecnicismo diré que mientras Sherwood refleja el mundo edípico de principios de siglo, Carver es el cronista de una sociedad mucho más oral y visceral, de un trauma más temprano donde la conciencia aún no ha tenido tiempo de asentarse y es sólo maquillaje social.

La excelente traducción que firma Miguel Criado en la edición de Acantilado también merece unas palabras. La he cotejado con la versión inglesa, muy fácil de leer por cierto con un nivel medio, y con traducciones anteriores. Hasta es demasiado buena. Es casi imposible mejorarle una sola frase. Todo lo contrario sucede con las otras ediciones consultadas.

Un libro, en fin, que devorarán quienes deseen reconciliarse con la maltratada lírica. ¡Ay, si Machado hubiera sabido ingles!

jueves, 24 de septiembre de 2009

A beneficio de inventario



Al terminar el curso escribí esta carta a un profesor de la Facultad de Psicología, Como no recibí contestación la dejo aquí a beneficio de inventario.

En “Sobre la libertad” afirma Mill que la mayor salvaguarda de la verdad es una constante invitación a refutarla. Nietzsche, adelantándose un siglo a la postmodernidad en su crítica de las ciencia empírica decimonónicas, niega su existencia. Todo en la naturaleza es proceso. Los hechos deben presentarse bajo todos los ángulos sin cerrar puertas a otras interpretaciones de eso que por consenso llamamos realidad.

La psicología pomposamente denominada científica no recoge ninguno de estos supuestos. No trabaja con hechos, sino con palabras. ¿Qué son acaso la inteligencia o la alegría sino palabras huérfanas de existencia natural como los árboles de las laderas? Todas vuestras teorías sobre la inteligencia o la personalidad se nutren de este malentendido. Investigan metáforas, miden y objetivizan convenciones entre hablantes. Una persona no es más inteligente que otra. A lo sumo podremos decir que tienen una inteligencia diferente. Los factores obtenidos en las correlaciones son entes matemáticos que no designan fenómenos reales.

Tampoco los procedimientos de laboratorio merecen credibilidad. Los biólogos estudian el comportamiento de los animales del natural. Ninguna criatura viva existe en abstracto sino en relación al medio en que habita. Falseamos sin remedio la realidad y aún más en el caso del comportamiento humano al abstraer una variable y encerrarla en un laboratorio. Todas las variables se modulan e interaccionan entre sí. No podemos fijar una y esperar que las otras se comporten de la forma en que lo harían sin restricciones. Además, si la situación cambia las variables se comportan de otra manera. Los datos obtenidos del laboratorio no son extrapolables.

Tampoco vuestra fuente de datos preferida, las puntuaciones de los tests, resiste al examen crítico, y no sólo porque la existencia del inconsciente falsee sin remedio los resultados. La cosa es aún peor pues como he dicho antes se trata de medir lo inexistente. Incluso conviniendo que exista las medidas obtenidas no son de intervalo ni ordinales siquiera. Se supone también que la variable a medir es unidimensional cuando no lo es. En sicometría, todo son hipótesis ad hoc a fin de salvar lo insalvable.

Esta afán objetivista provoca la carencia de un principio epistemológico claro, de una teoría integradora. Vuestra psicología es una disciplina descriptiva y de perogrullo que no se plantea el porqué del comportamiento humano. A este respecto es ilustrativo el día que en clase hablamos de la risa. Todo era describir situaciones hilarantes sin avanzar más allá. Preguntas pertinentes (que ya contestó Freud ) hubieran sido, por ejemplo, estas: ¿Por qué lo escatológico provoca risa? ¿Por qué el 80% de los chistes aluden a lo sexual?

También disiento en vuestra definición de lo que es patológico. Afirmáis que lo sano es el comportamiento de la mayoría. Si, por ejemplo, muchas mujeres sólo pueden excitarse sexualmente imaginando escenas de violación o sintiéndose putas, no veis ningún problema, puesto que es normal. No se plantea que, pongamos por caso, detrás de esas imágenes hay una sociedad enferma y represiva en la que hay mujeres que sólo se permiten sentir placer con ese tipo de fantasías

Otro ejemplo similar, de esa constante petición a la normalidad como patrón de medida es vuestra aseveración de que la mujer es multiorgásmica cuando lo que sucede es que en nuestra sociedad un orgasmo pleno, un dejarse llevar totalmente hasta perder en parte la conciencia, es rarísimo por miedo. Los orgasmos seguidos vienen cuando la descarga de la excitación es parcial y la irritación prosigue.

El ejemplo de Kisney es ilustrativo. Kisney, como buen entomólogo y taxónomo que era, se limitó (un trabajo de chinos, lo reconozco) a establecer un catálogo descriptivo de las costumbres sexuales de la sociedad occidental. No se preguntó el porqué ni investigó las condiciones socioculturales generadoras de ese tipo de costumbres. Como sí lo hizo, por ejemplo Wilhelm Reich, que en 1927 describió la curva del orgasmo y critico feroz y argumentada mente la sociedad creadora de miseria sexual y negadora del goce. Naturalmente murió en la cárcel.

Con respecto al hombre de los lobos, te agradezco que al menos dieras la oportunidad a los alumnos de conocer un texto de Freud, yo hubiera elegido uno menos complejo, pero bien está. En cuanto al comentario que hiciste en clase, te hago una aquí una pequeña contracrítica a partir de las notas que tomé.

La primera crítica que hiciste del caso es que Freud no mostraba el tratamiento del paciente. En la primera página del ensayo Freud dice expresamente que el propósito del escrito no es mostrar el tratamiento del paciente: “no se trata exactamente de un historial clínico. Luego afirmaste que el paciente no se curó. Yo no sé si se curó o no se curó, posiblemente, no. Aunque no para el paciente, el hecho de que no curara es lo de menos, porque no invalida en absoluto las conclusiones de Freud. Debes tener en cuenta que en psicoanálisis lo que cura no son las interpretaciones “per se” sino la vivencia emocional en el diván de los traumas infantiles, algo mucho más difícil de conseguir con un obsesivo (suponiendo que lo fuera porque el debate continúa) que con un histérico, cuyos traumas están mucho más a flor de piel, y más fácil de curar con los conocimientos sicoanalíticos de la época.

Una época en la que aún no se sabía con claridad como abordar las resistencias, y en la que las interpretaciones eran muy pedagógicas, se daban demasiadas pistas a los pacientes impidiendo que afloraran los recuerdos cargados de emoción por lo que muchas veces la comprensión por parte del paciente era más intelectual que emocional, las interpretaciones no lo “tocaban” y las mejorías eran transitorias. En cuanto al sueño, y este es un error muy habitual que cometen los legos cuando hablan de psicoanálisis, lo importante no es si el sueño corresponde o no a una escena real o fantaseada, el mismo Freud a lo largo del artículo contempla varias veces esa posibilidad. Lo importante es que la energía no descargada genitalmente como consecuencia de la represión refluye a los segmentos superiores (“excita el cerebro”) y da lugar a esas representaciones y no a otras, esas representaciones, fantaseadas o no, ofrecen muchas claves sobre los orígenes de la represión.

Energía que el sicoanálisis llama líbido, que Reich, quien hizo una valiente intento por describirla y cuantificarla denominó orgón, y que vosotros intuís oscuramente llamándola activación y midiéndola de la misma forma que hizo Reich en el año 36: por los potenciales eléctricos de la piel. Una energía que la ciencia occidental todavía desconoce (aunque cada vez se acumulan más pruebas sobre su existencia), pero que las culturas orientales describen y manejan desde hace milenios por ejemplo, en la acupuntura. Si bien en oriente se persigue espiritualizarnos subiendo al energía hacia la zona cefálica y el psicoanálisis (el más biológico y menos especulativo cuyo testigo recogió Reich) trata de acercar a la tierra por medio de su descarga genital.

Volviendo al hombre de los lobos, tampoco debemos pensar que la escena primaria, existiera o no, es el origen de la neurosis del paciente, la escena que observó, si la observó, en una principio no le impresionó mayormente, es la represión sexual posterior, las amenazas del padre, de la niñera y la chacha las que ocasionan que una escena neutra en un principio aparezca en el sueño deformada y cargada de angustia. Por último, dijiste que un trastorno obsesivo compulsivo se cura con facilidad por medio de técnicas conductistas. Yo no lo aseguraría, la mayoría de manuales de psiquiatría que, desde luego, pocas veces contemplan las terapias sicodinámicas, reconocen que muchas veces la medicación es la única solución para este tipo de trastornos. Cierto que con el psicoanálisis se han cometido abusos y que es una disciplina difícil de dominar y peligrosa en manos inexpertas, cierto también que cuando los conflictos son anteriores a la etapa verbal (la mayoría en nuestro tiempo) poco puede hacer una terapia psicoanalítica sensu estricto. Pero cierto que Freud con su genio abrió una puerta que otros investigadores han aprovechado para paliar el sufrimiento humano, y lo que es más importante, prevenirlo y denunciar una sociedad generadora de neurosis aquí me quedo
.
Ahora, ya brevemente, te diré que tampoco comparto tus autores, digamos de cabecera. Por cierto, y no te lo tomes a mal, me sorprende que son todos ellos pensadores muy conservadores. Algo que me sorprende porque me has parecido una persona de “izquierdas”. El racionalismo Popperiano vive horas bajas. Popper jamás tuvo en cuenta los resultados de la revolución cuántica. Nada en la naturaleza existe por sí mismo sino en relación dialéctica con otra u otras cosas. La causalidad mecanicista es insostenible porque toda variable es moduladora en ambos sentidos. Tampoco considera Sir Karl que los investigadores son hijos de su tiempo. Ni que ninguna hipótesis es falsable por completo porque en la naturaleza como he escrito antes todo es proceso. No hay verdades inmutables. Mención aparte, en el caso del racionalismo crítico merece la separación entre sujeto y objeto como mundos separados. Si esta aseveración ya en física es insostenible, cuánto más lo será en las ciencias biológico- sociales como la psicología. El observador debe valerse de su intuición, naturalmente con las debidas garantías, para observar el objeto de su indagación. Ejemplificando, te diré que un brillo de ojos, una forma de andar, un tono de voz, me habla más directamente y mejor de los conflictos de una persona, que los resultados de una batería de tests.

Los investigadores son, como te decía, fatalmente hijos de su tiempo, las ideas de Darwin, otro de los autores que se citan con frecuencia, tienen que ver con el auge del liberalismo y de la libre competencia en la era victoriana. Darwin, que era una observador excepcional y un pensador bastante mediocre, no ofrece en su confuso libro que, dicho sea de paso, todo el mundo comenta y casi nadie ha leído, ni se ha encontrado posteriormente una sola prueba empírica y real de la evolución por selección natural: no hay un solo eslabón intermedio en el registro fósil, las mutaciones por sí solas es imposible que creen estructuras tan delicadas como el ojo de un cefalópodo. Es insostenible que el medio ambiente de un animal sea algo pasivo que simplemente seleccione las variedades más afortunadas. Debe intervenir de alguna manera influyendo en el genoma. No se trata de volver al creacionismo como falsamente proclaman los neodarwinistas, sino de mirar hacia atrás a pensadores como Lammarck por ejemplo, y tener en cuenta los hechos de la naturaleza y no nuestros deseos, aunque ello suponga descartar del mundo animal la libre competencia. Casi nada hay de aleatorio en la naturaleza. Eysenck, a quien citas con frecuencia, cometió el error en su trabajo de confundir correlación con causalidad. Sus argumentos a favor de la superioridad de la raza blanca sobre la negra, son claro ejemplo de dicha confusión. Desconozco su trabajo crítico sobre Freud, pero casi aseguraría que su pensamiento ultraconservador le impidió ver el panorama con claridad. Aunque reconozco, como he dicho arriba, que en cierta época (años 40 y 50, sobre todo en EEUU) se abusó y banalizó el psicoanálisis como si fuera la explicación de todo.

Otro problema con el que me he topado en vuestros argumentos es el del reduccionismo, la obsesión de demostrarlo todo experimentalmente aislando unas cuantas variables cuando en la naturaleza todo interacciona. El cuerpo humano, pese al símil del padre del racionalismo, no funciona como una máquina es decir cada parte no se encarga de una función aisladamente del resto, sino que existe en relación a las demás. No somos máquinas y cualquier patología (salvo quizá, las lesiones) se manifiesta tanto en lo síquico como el lo somático. Por carecer de un principio unificador las emociones propuestas en la asignatura son, a mi entender, un totum revolutum puramente descriptivo: celos, amor, envidia, tristeza, asco…, ¡hasta felicidad!, tantas como palabras hay en el diccionario. El psicoanálisis considera, en cambio que hay dos grandes “emociones”, ya presentes, por cierto, en la ameba: el placer, que nos hace tender hacia el exterior y relacionarnos con el medio y el displacer o dolor que nos retrae hacia dentro, todo el resto de emociones, yo más bien hablaría de sentimientos, son, simplificando mucho, la percepción consciente de estos estados, pero por debajo siempre está la búsqueda del placer y la evitación del dolor. En fin, podría seguir argumentando, pero creo que ya es suficiente. Si algo le agradezco a la facultad es que me despierta el sentido crítico. Y si alguna vez he intervenido en clase es porque creo que los alumnos jóvenes merecen escuchar otro punto de vista. Creo, en fin, que el debate es saludable.
.
Un saludo y a disfrutar del verano. Ignacio.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Un tal racional (respiros)

No sé si servirá de precedente. Pero el mismo Goya quien decía que el sueño de la razon produce monstruos me avala. También me disculpa el hecho de que perder el tiempo es una de las más nobles tareas que puede acometer un ser humano. Vayamos pues a ello:

Dos velas de la misma altura se encienden a la vez. Una se consume en diez horas y la otra en cuatro. ¿Cuánto tiempo ha de pasar para que que la longitud de una sea el doble que la de la otra?

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Pensamiento anal

Independientemente de mis advertencias mi perra ha empezado a mear y cagar en la calle sin ningún problema cuando le ha dado la gana, es decir, en el momento en que sus esfínteres estaban lo suficientemente maduros para la tarea. Los niños, sin embargo, quieren a sus padres, tratan de complacerles y son mucho más conscientes del interés de sus progenitores en la caca, el pis y la retención. Por eso esta educación temprana deja en ellos muchas más secuelas físicas o mentales, y además de por vida: el avaro, el estreñido, el diarreico, el manirroto, el coleccionista son en muchos casos (hay también desórdenes vegetativos generalizados de origen más temprano) consecuencia de la desmesurada pasión de los padres por heces, pis y orinales.

martes, 8 de septiembre de 2009

Más gérmenes

Al escribir un poema o al seducir a una chica cuánto más nos alejamos del objetivo más difícil es acertar y más fácil pretender que el blanco era otro.

Dichosos los escritores que cambian de lengua porque se desprenden del sentimentalismo.

Dichosos los escritores sin presbicia porque pueden apreciar los detalles con toda nitidez

Siempre que haya niebla conviene esperar a que escampe para evitar tener que imaginarnos lo que hay detrás.

La poesía de Ashbery como nuestro pensamiento es obvia sin ser clara.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Aunque confuso obvio


El cuestionario de Proust

Estoy empezando a preguntarme
si esta alternativa de
permanecer sentado y dedicarme a hacer algo en silencio
es la inteligente iniciativa que parecía ser. Es
también relajación y luz del sol ramificándose en
apasionada melancolía, recelo de algo desconocido;
y nuestras mentes, aparcadas en el cielo sobre Nueva York,
son no obstante responsables. Noches
en las que llega el periódico
y tu caminas por los alrededores de la casa
desgarrándote del amante cada cinco minutos
y duele, aunque nunca nada es realmente limpio
o doblemente falso. Estás perdiendo el control
y todavía hay flores y halagos en el aire:
"Cuánto te gustó este último?".
"¿Estuve bien?" "Creo que es un bodrio"

Es una pregunta de preguntas, primero
esa de tipo pelos y señales que tú sabes que puedes contestar
y las más impersonales que contestas casi sin pretenderlo:
"Mi mayor arrepentimiento" "Lo que mantiene el mundo en pie"

Y a continuación los resultados son brillantes:
alguien es convocado ante un nombre, y pronto
una habitación llena de gente se convierte en algo denso y [delineado
y las palabras emergen de la pared
para marcar el ritmo generación tras generación.

Y veo una vez más cómo todo
debe depender de mí: aquí una calamidad para ser suavemente [alisada
como tirabuzones, allí la suerte de la descodificación
de esta singular cifra de colores
primarios y secundarios, y los animales
junto a nosotros en el arca, felices de encontrarse allí mientras
[se calma
dentro de un mar siempre más violento.


John Ashbery (versión de Ignacio Infante)



sábado, 22 de agosto de 2009

Taxonomía perruna

Las personas difieren entre sí, los perros también, y los dueños de perro, puesto que participamos de cualidades humanas y perrunas somos susceptibles de la siguiente ordenación: Para empezar, dos grandes tipos, quienes poseen un chucho sea encontrado o adoptado de la perrera y aquéllos que se han comprado el can. Los primeros forman un grupo bastante homogéneo: hombres demasiado sensibles, por lo común cargados de hombros, padres culpables cuyo mayor deseo sería reconciliarse con sus hijas. Parejas jóvenes, ensimismadas, unidas por una circunstancia a la vez contingente y necesaria. Viejecitas cuya catexis libidinal se deposita en el chucho. Una pobre mujer mayor de mi barrio limpia el culo de su sorprendido perro con un clínex cuando caga, pero no se molesta en recoger la caquita de la acera. Nota común a este grupo: el sentimentalismo, también la confusión de lo esencial con lo accesorio. Incluímos con reservas porque necesitarían todo un tratado a esos cervantinos, soberbios y traumatizados perros llamados galgos o lebreles cuyos dueños a veces logran increíblemente mantenerse a su altura.

Paso ya, y trato de abreviar porque las ideas acuden en aluvión, a la segunda categoría, la de quienes han comprado el perro. Categoría esta, que por ser más variopinta dividiremos en dos grupos o clases: Primero, la de aquéllos que poseen un miniperro o peluche animado. No hay comentarios, basta mirar al canecito sea shitshu, el peor caso, o yorkshire, su comportamiento, sus caquitas, su peinado (del que el perro es tan responsable como su dueño) para reconocer en el propietario a un ser que se arrima allá donde al coro no le tiembla la voz. Opino que estos canes forman una especie aparte y no merecen ni deberían llamarse perros. No incluímos a los pequineses felízmnente han terminado por deslizarse a la categoría de chuchos. Tampoco a los ratoneros que siempre la integraron.

La segunda clase, la de los perros grandes comprados, incluye tres subclases u órdenes, tajantes y sin matices: la de quienes compraron ese perro que sólo debió existir en las películas, me refiero al dálmata pero igualmente podría ser el cocker, animal nervioso, acuático y cazador que ha tenido la mala fortuna de nacer con esas extravagantes manchas negras y blancas. Como los ciudadanos afables y epidérmicos que los portan, padres, madres e hijos ejemplares en apariencia, distan mucho de cubrir sus necesidades de baño, caza y ejercicio, el perro y a menudo la familia entera acaba por sucumbir a la neurosis. Siguen los dueños de perros de lujo, labradores y góldenes la mayoría. Suelen ser hombres pacíficos, distantes, solitarios y aburridos como el perro, también son extraviados, excéntricos y exmaridos. Abundan en los Jardines de Viveros a últimas horas de la tarde, aunque la bonanza económica de las dos últimas décadas los ha extendido también a los suburbios. Llevan reloj de pulsera y son muy amables si se les pregunta la hora.

La tercera y penúltima clase de entre los perros comprados es la de los dueños de perro pastor, su prototipo, el subcampeón de todo, el pastor alemán. Son hombres pulcros y anticuados, guardan similitudes con los dueños de labrador aunque con ellos se puede mantener conversación porque son más amables y pedagógicos en sus comentarios. Son los únicos que reparten por igual la atención entre ti y tu perro.
.
Y por último, aunque a ellos les gustaría figurar los primeros, están los dueños de perro que asusta sea boxer, pitbull, o rotwiller. Se envanecen si alabas a su perro (aunque eso nos pasa un poco a todos), nunca se agachan para recoger sus inmensas cacas, se juntan en grupos compactos y excluyentes, se palmean la espalda y se ponen muy nerviosos cuando el can no les obedece. Son famas en toda regla.

El orden de mis simpatías es chucho, pastor, dálmata, labrador, peluche animado y perro que asusta. Naturalmente, es sólo mi criterio y se fundamenta en que yo tengo una chucha que cuando quiere acude a la voz de Loba. Diré en mi descargo que ya no quedan hechos ni huevos de corral: todo es opinión

sábado, 15 de agosto de 2009

Embellecer la vida no es difícil

Estuve en La Habana. Di la mano
al caballero de París. Una bruja
me aconsejó rezar a la Virgen de Regla
desde el malecón. Conocí a Yailén. Vi
la falsa tumba de Cortázar. El azar
me condujo a la playa de Guanabo,
patria de Bola de Nieve, me bañé
más allá de la última caseta. Vi atardecer
el veintitrés de julio, una nube
ocultó a nuestra vista el rayo verde.
Di mi última calada en Valle de Palmira.
Abandoné los chicles. Tomé fotografías
que debieron velarse. A caballo
rompí el silencio de la selva.
De regreso a Valencia me acompaña un hidalgo
que enloqueció para poder contar
su vida sin sonrojo. Tantas ocupaciones
impiden concentrarse en lo que importa.
Y el verano sigue.

domingo, 9 de agosto de 2009

Psicoanalista Heidegger

El mismo fundamento existenciario tiene otra posibilidad esencial del hablar, el "callar". Quien calla en el hablar uno con otro puede "dar a entender", es decir, forjar la comprensión, mucho mejor que aquél a quien no le faltan palabras. El decir muchas cosas sobre algo no garantiza lo más mínimo que se haga avanzar la comprensión. Al contrario: la verbosa prolijidad encubre lo comprendido, dándole la seudoclaridad, es decir, la incompresibilidad de la trivialidad. Pero callar no quiere decir ser mudo. El mudo tiene, al revés, la tendencia a "decir" algo. Un mudo no sólo no ha probado que no puede callar sino que le falta incluso la posibilidad de probarlo. Y no más que el mudo muestra el habituado por naturaleza a hablar poco que calla y puede callar. Quien nunca dice nada tampoco puede callar en un momento dado. Sólo en el genuino hablar es posible el verdadero callar. Para poder callar necesita el "ser ahí" tener algo que decir, esto es, disponer de un verdadero y rico "estado abierto" de sí mismo. Entonces hace la silenciosidad patente y hecha abajo las "habladurías". La silenciosidad es un modo del habla que articula tan originalmente la comprensibilidad del "ser ahí", que de él procede el genuino "poder oír" y "ser uno con el otro" que permite "ver a través de él".
Martin Heidegger, Ser y tiempo, parágrafo 34

miércoles, 5 de agosto de 2009

Trópico utópico

Di la mano al caballero de París. Vi atardecer desde Guanabacoa, patria de Bola de Nieve. Estuve en La Habana. Una bruja me aconsejó rezar a la Virgen de Regla desde el malecón. Conocí a Yailén. Vi la tumba de Cortázar. Fumé mi último cigarrillo, hecho por un guajiro con el mejor tabaco de la isla, en el valle de Palmira. Abandoné los chicles. Leí Apuesta al amanecer y La Sonata a Kreutzer. Leo El Quijote junto a los peligrosos comentarios de Miguel de Unamuno. Tantas ocupaciones impiden concentrarse en lo que importa. Y el verano sigue.

miércoles, 8 de julio de 2009

Vacaciones

Quiero un compañero de viaje aunque solo sea para contemplar como se alargan las sombras al atardecer.

Laurence Sterne

Plataforma, Michel Houellebecq

Difícil escribir sobre esta, llamémosle novela, que provoca reacciones tan viscerales en el lector, que excita nuestros humores impidiendo el juicio ecuánime. Y es que en la novela de Houellebecq todo es opinión, todo es ensayo, puesto en boca del narrador o de los personajes que aparecen y reaparecen confundiendo sus voces con la del escritor. Porque hay una sola voz inconfundible, y provocadora, la de este escritor, francés hasta la naúsea, por más que le pese.
El libro, y el lector me libre de las segundas intenciones, reúne todos los ingredientes de un Best Seller, y así se lee, de tirón, no se olvida, sin embargo, tan deprisa como se lee. Los temas son los de siempre, las nefastas consecuencias de el pensamiento de la izquierda francesa de los sesenta: una desmesuarada hipertrofia de la libertad individual, de la búsqueda del placer y de la falta de compromiso. Para Houellebecq, el hombre en nuestra cultura, es un ser de absoluta determinación social y mercantil, un pelele que se mueve a impulsos del sus genitales y al son del mercado una vez destruídas la familia y la religión, últimos baluartes de contención ante sus ansias omnímodas.
Ya estoy cayendo en su trampa, no hablo de la novela sino sobre la novela, dije que el libro se lee fácil y la razón es simple: no nos hace pensar, Houellebecq, aunque ofrece carnaza abundante la cocina toda, ni el lector ni sus personajes se mueven libremente en la novela, no cobran vida ajena a la voluntad del escritor como en las grandes novelas: pienso en Tolstoi, quien a pesar de que opinaba, y de qué manera en sus novelas, conseguía el milagro: Ana Karenina aparecía y el hombretón de la estepa hacía mutis. Tampoco Houllebecq es una buen creador de atmósferas como Proust o Pla, al francés se le ven enseguida los hilos de la trama. Ni los personajes evolucionan y, cuando lo hacen, no hay sutileza, la historia de amor, que redime en cierto modo al protagonista es poco creíble, el giro final de los acontecimientos no convencerá a más de uno y la última parte no aporta nada nuevo.
Pero, y es un pero monumental, uno se pregunta si los personajes podrían moverse de otra manera, si es posible para un europeo occidental de estos tiempos algo más que la fisonomía plana y la falta de voluntad propia. Seguramente no, seguramente la época de los grandes caracteres haya pasado.
Leídas las dos novelas anteriores, de este escritor francés residente en Almería, opino que Plataforma es, con mucho, la mejor, la más compacta y lograda, aunque no me parece una obra maestra como pretenden algunos. No basta hacer la crónica del derrumbe, a la novela le falta algo que no sabría definir, algo que su talento no puede ofrecernos pero tenemos derecho a esperar.

sábado, 4 de julio de 2009

Dichosos héroes

Que pisan fuerte y no escuchan el ruido de sus pisadas

miércoles, 1 de julio de 2009

Tratado de Ateología, Mischel Onefroy

Libro oportuno que no meritorio para los tiempos que corren, propone una deconstrucción del teísmo que a juicio del autor invade nuestra sociedad. Ninguna de las herramientas utilizadas para el derribo, las de Nietzsche, Marx (aunque abomine de él) y Freud es original. Tampoco lo es ninguna de las alternativas (¿Pero por qué ha de haber una alternativa?) que aporta.
Aparte de una prosa estridente y epatante, el libro molesta por el tono de superioridad que suelen arrogarse quienes niegan la transcendencia, las palmaditas en la espalda que reciben los creyentes o quienes expresamos ciertas dudas metafísicas por parte de los portavoces de la ciencia. Diríase que derriban un ídolo para levantar otro. Cierto que los monoteísmos han causado y causan innumerables males a la humanidad aprovechando el desvalimienteo de un ser consciente condenado al abismo. Cierto también, y el autor lo silencia, que la geneología de la religión causas sociales y caracteriales aparte, debe buscarse en, ¿cómo decirlo?, la componente energética de la materia, la existencia de realidades que nos transcienden. Algo que las religiones -y la ciencia- orientales entendieron hace milenios. Como también silencia a Marx-Engels cuyo materialismo por no ser causal y sí dialéctico podríamos calificar de transcendente, para rehabilitar a Feurebach, un pensador idelista porque al decir de Marx concibe la realidad como abstracción y no como proceso.
También ignora Onefroy los peligros de su propuesta, una ética científica, hedonista y utilitarista contra la cual ya alerto Nietzsche y que nos ha llevado a la razón tecnológica contemporánea. Porque pese a reivindicar a Nietzsche y apropiarse de gran parte de sus argumentos silencia interesadamente dos de las ideas capitales del maestro: la del eterno retorno, poco acorde con sus postulados de causa sin vuelta o su despiadada crítica del concepto de verdad y por ende de la ciencia concebida como búsqueda de la verdad absoluta.
Un libro aleccionador y escrito a favor del viento. Me pregunto qué pensará Houellebec.

viernes, 12 de junio de 2009

Ayer en la tele

R.L Stevenson, molesto por las apreciaciones de su plúmbeo amigo Henry James, quien se quejaba de que un personaje de su último relato se había trasladado de ciudad sin proporcionar al lector detalle alguno de su viaje, le resumió por carta en esta frase su concepción del estilo: “Guerra al adjetivo y muerte al nervio óptico”