Subía con la vecina de cuarto que es rubia guapa, tímida, robusta y moderadamente infeliz en su matrimonio, aunque su marido no es ningún demonio, en realidad, a mí me cae muy bien. Y creo que los dos podrían ser más felices. Hay casos en que no, pero estos tienen materia prima para serlo. A veces fantaseo con hacerles una terapia de pareja, no sé, comprarles perdices o algo así para que se las coman. Pero a lo que iba. Venía también con nosotros un señor insulso que vive en el segundo. Yo vivo en el tercero, y cuando nos hemos quedado a solas, me he animado a conversar:
-Qué bochorno, eh?
-Sí, hoy todo el día con el aire puesto.
Y eso ha sido todo. Lo que más me gusta es haber conseguido hablar del tiempo en el ascensor con naturalidad. Tan emocionado estaba, que había vuelto a casa a por las llaves del coche y me he vuelto a bajar sin ellas. Por cierto, que al subir por segunda vez juro que he coincidido con la vecina del primero, y ha sido ella la que se ha puesto a hablar del tiempo, pero yo ya pensaba en otra cosa.
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