La otra tarde en el Decatlon de
La Eliana me sucedió una de esas anécdotas que por sí solas justifican la
felicidad de una tarde y hasta de un fin de semana. Resulta que voy a
comprar cebo para pescar, y como hago siempre, me coloco junto a la
nevera a esperar a que algún empleado se fije en mí (la nevera tiene un pequeño
candado que impide el self-service). Cuando al fin llega, le pido una caja de
gusanos coreanos. "¿Grandes o pequeños?" me pregunta, pues los hay de dos
tamaños. "Pequeños", le contesto, y, con esa manía mía de
justificarme, en este caso por hacer tan poco gasto, añado: "es sólo para matar
el gusanillo". El tío me ha dado los gusanos sin mover una ceja, pero a mí, el chiste involuntario me ha gustado tanto que me he ido riendo entre dientes hasta la caja lo mismo que ese perro pulgoso de los dibujos animados.
Pierre Nodoyuna i su perro Patán.
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