jueves, 3 de julio de 2014

Nulo espesor

Basta mirar los nuevos semáforos que han puesto en el centro para percatarse de que Valencia es la mejor imitación de Valencia

miércoles, 25 de junio de 2014

Los descarriados

Esta historia comienza al amanecer mientras corro por el carril bici de Alboraya. Como aún hay primavera más allá del Corte inglés durante esta época escucho el canto de del sapo partero. Más que un canto sostenido es una nota solitaria y breve pero tan profunda y melancólica que dan unas ganas enormes de desviarse del camino y acercarse a la fuente de esa música enloquecedora. Cambiando la siernas por sapos y el anchuroso mar por la acequia de la Patacona me pasa como a Ulises. Aunque como ignoro lo que cantaban las sirenas la única comparación que se me ocurre es con el sonido que emiten los semáforos para avisar a los ciegos. Comparación triste, sí, pero consuela pensar que inexacta porque el semáforo pita a intervalos regulares en cualquier estación del año y el canto del sapo es inesperado y además, si no eres sapa, cuando te acercas se calla. Lo mismo ahí está todas la diferencia: lo inesperado, lo que no va dirigido a ti, lo que pillas por el rabillo, en este caso del oído, sorprende y atrae. No es lo mismo fondearse junto al criadero de doradas de la Malvarrosa sabiendo de antemano que cada vez que cebes el anzuelo sacarás una pieza de tamaño y sabor Mercadona que esperar todo un verano y, ¡Ay!, a veces dos, a que una dorada salvaje te doble la caña. Decidle a un jugador que acertará todas las apuestas que haga y si no es un mezquino recalcitrante terminará por aburrirse del juego. Desviarse del camino a riesgo de perder a Penélope o no salirse nunca de la senda. Esa es la cuestión. Y quién sabe si entre el que nunca llega tarde a cenar y el aventurero Penélope prefiere que la cena se enfrie y ganamos la apuesta. Además de que, como es sabido, a veces los sapos se convierten en príncipes. Y un corolario: mejor correr sin cascos ni tapones de cera

 

domingo, 22 de junio de 2014

conducta ejemplar

Una vez muerto dios yo creo que nuestra felicidad se incrementaría notablemente si lleváramos una cámara de 24 horas conectada a cualquiera que tenga una buena opinión sobre nosotros.

sábado, 24 de mayo de 2014

Atado y bien atado


Como un ataque frontal a prejuicios bien establecidos no hace sino redoblar las defensas que los sostienen difícilmente convenceré a nadie que no haya abierto los ojos y percibido, como el crío de la fábula, la escandalosa desnudez del rey. Que en España no hay democracia es un hecho comprobable pese a lo que digan quienes rebuznan a favor del viento  o los títulos que acrediten. Sin otro propósito, pues. que el de explayarme lanzo mi proclama a favor de la abstención en las próximas elecciones europeas. Mala denominación porque lo que es elegir, los súbditos de esta monarquía no eligen a nadie. Quienes eligen son ellos, los jefes de los partidos, que seguramente ya perdieron la cuenta de las dentelladas que han tenido que dar para estar donde están. Los ciudadanos votan con la ilusión de que con otros políticos disminuirán la corrupción y el despotismo. Falsa ilusión porque todos los políticos son iguales, sí, el tópico es cierto, en este sistema todos son iguales. Ya desde los tiempos de Tucídides se sabe que el poder corrompe y pervierte. Para evitarlo se creó la democracia que mediante la elección de los gobernantes por los ciudadanos y la vigilancia de los distintos poderes entre sí es la única garantía para prevenir los desmanes de quienes gobiernan. Pero en España, y menos en las elecciones europeas, no hay democracia: ni elige el ciudadano ni los poderes del estado están separados y se contrapesan.

 
 
  1. El votante no elige, simplemente refrenda una lista elaborada de antemano cuyos candidatos no representan a nadie salvo a los oligarcas de los partidos que los escogieron previo compromiso de fidelidad. El ciudadano elegiría sólo en el caso de que se presentaran candidatos por circunscripciones. Quien gana por mayoría, a una o dos vueltas, se lleva la circunscripción (un barrio, un distrito, una ciudad) convirtiéndose en su representante. Que tiene una oficina abierta en su distrito y lleva al parlamento la voz de ese distrito. Si no cumple, difícilmente volverá a ser elegido. El resto vuelve a su trabajo. Los votos de los sistemas proporcionales (algo inaudito antes de la Segunda guerra) no representan a nadie salvo a quienes elaboran las listas. Y aún hay cándidos que creen que el problema es la falta de proporcionalidad o el bipartidismo. Tiene toda la lógica que sus señorías voten en el parlamento según las indicaciones de quien los ha sentado ahí. Y que jamás se les vea atender a los ciudadanos ni hacer campaña en el lugar donde fueron elegidos.
 
2. Los poderes no son independientes ni emanan de los votantes: ni en España, ni mucho menos en esta Europa antidemocrática diseñada al servicio de estos politicuchos (y de los poderes fácticos de quienes son títeres). Caso español: No hay elecciones separadas a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Como en las dictaduras, el presidente del gobierno, que tampoco es elegido por los ciudadanos en votación directa sino autoproclamado de antemano por él mismo o los oligarcas de su partido, elige al legislativo (mediante las listas que él hace y los ciudadanos refrendan) y controla la judicatura, pues los miembros del Consejo general del poder judicial y a los magistrados de ese absurdo Tribunal constitucional diseñado al servicio de los gobernantes se eligen en el parlamento, donde, por cierto, los miembros del poder ejecutivo descansan el culo, votan y mandan lo que se ha de votar sin ningún empacho.
 
La corrupción y la sinvergonzonería no son cuestión de personas. Cualquiera, no importa su ética o ideología, se corrompería en un sistema así. Aunque lo normal es que ya esté corrupto de antemano debido a las cuchilladas que habrá asestado, o los felpudos que habrá lamido para llegar a puestos de privilegio en las listas de su partido. La única opción que le queda al ciudadano si quiere ser ciudadano y no súbdito es no votar. Nuestro voto refrenda el sistema, les da fuerza y endurece aún más su jeta. Para salvaguardar, por ejemplo, sus privilegios acordonando el parlamento con la policía ante el acoso de unos ciudadanos indignados que padecen los síntomas pero en su mayoría desconocen, por desgracia, el diagnóstico. Moderemos nuestro apetito. Buscando el mal menor no caigamos en el engaño de legitimar a esta oligarquía infame con nuestro voto Recordemos que en este sistema todos son lo mismo: politicuchos que pintan el cemento de su cara de color azul, rojo, verde o hasta con el arcoíris completo, según la demagogia que practiquen. No votar (y hacer pedagogía de lo que sucede) es la única forma de cambiar las reglas de este juego que toma por imbéciles a los gobernados.

domingo, 11 de mayo de 2014

Paisaje escolar

Reconozco mi culpa. Muchas veces en clase cuando los alumnos resuelven ejercicios saco un libro de la mochila y me pongo a leer. Son textos breves: poemas o aforismos que me permiten atender la clase por el rabillo del ojo mientras leo. A veces quienes se sientan frente a mi mesa o cualquiera que viene con una duda ven la portada del libro que intencionadamente dejo vuelto hacia arriba y preguntan por él. Yo cuento cualquier anécdota sobre el autor o incluso leo un fragmento, a veces en voz alta para que oigan todos. Si no entienden que al menos lo escuchen como una oración. Porque es preferible orar a leer esos libros adaptados a su edad escritos por farsantes que harán odiar la literatura a todos incluyendo esos pocos que hubieran encontrado en ella esparcimiento, consuelo y vida más allá de los honorables límites comarcales. Lo hago sin ninguna pretensión, me gusta leer, eso es todo, pero tengo comprobado que esta enseñanza, digamos tangencial, es más efectiva que regurgitar un programa sin descarrilar. Lo inesperado asombra y queda en la memoria.

Hoy el libro en cuestión era el de los aforismos de Kafka, cuya portada es una foto de estudio del escritor muy joven. Una alumno de segundo de la Eso que lo ve me pregunta: "¿Profe, quién es ese chico?" Después de la carcajada he hablado durante un rato de Kafka y hasta he leído el aforismo que dice: “una jaula salió en busca de un pájaro.” La mayoría lo habrá escuchado como quien oye llover, pero el sonido de la lluvia es agradable, y más en Villamarchante con la sequía que hay.

sábado, 3 de mayo de 2014

Jugador

Como no hay jugadores
que se sacien
con la primera apuesta
la casa siempre gana.

Tiempo por delante

Llevamos tanto tedio acumulado a lo largo del puente que la loba dedica la tarde a atrapar una mosca que pulula por la casa con tan poco éxito como el mío para ponerme los zapatos salir a la calle y alzar la barbilla a lo que la tarde me depare. Alguien dijo que consumimos la mayor parte de nuestra energía en un esfuerzo inútil por salir del diletantismo al que nos entregamos por miedo de aburrirnos. Si en lugar de esforzarnos nos rendimos al aburrimiento, como yo esta tarde, llega la recompensa del tedio, estado casi zen que desaparece cuando desatendemos el vuelo de esa mosca y empieza a preocuparnos la cotización siempre cambiante del yen, por poner un ejemplo que interesará al que quiera viajar a Japón en un esfuerzo abrumador por librarse de su aburrimiento.

miércoles, 23 de abril de 2014

Anotación pascuera

De pequeño pensaba que correr era el estado natural del ser humano. Y estaba tan convencido que me sorprendió mucho comprobar en las clases de gimnasia del colegio que correr cansa

viernes, 11 de abril de 2014

Perra disculpada

Hace ya tiempo que, movido por ese gran motor de las actos humanos que es la culpa, compro para la Loba salchichas del Mercadona. Mi perra es insaciable, desconoce la vergüenza que, bien administrada, tanto facilita las relaciones humanas. Por mucho que haga siempre estaré en deuda con su inocencia. Así que me conformo con evitar la ruindad de darle las salchichas como premio. La naturaleza no entiende de premios o castigos. Un bofetón en caliente (no a tiempo, por dios) me parece un correctivo infinitamente más saludable que cualquiera premeditado. Si pongo un positivo a una alumna, porque casi siempre son ellas quienes me lo exigen, lo hago a regañadientes, menos por mezquindad que por vergüenza. Antes me acomplejaban las libretas de mis compañeros repletas de registros perfectamente alienados en varios colores, sin una sola vacilación o tachadura. Ahora exhibo la mía monda lironda y aún así desastradísima sin complejos pero sin alardes.
El caso es que cada mediodía, tengo mi ratito cirquense en la cocina: saco una salchicha de la nevera y la corto en pedazos que lanzo al aire sin otro motivo que ver a la loba feliz haciendo cabriolas para atraparlas. Salvo ayer, porque mientras trataba de extirpar una salchicha uno de esos imposibles envoltorios contemporáneos que las encorsetan, la perra con un quiebro de su hocico infalible, me la ha birlado. Me he enfadado mucho, tanto, que el animal con las orejas gachas pero la salchicha en el estómago se ha encaminado al cuarto de baño para autocastigarse como suele hacer para prevenir males mayores. Tan desproporcionado era mi enfado que en seguida supe que no había tenido un buen día en el instituto. Los perros que como la Loba, y lo digo orgulloso, conservan su instinto, o cualquier compañía humana mínimamente exigente son especialistas en amplificar nuestro estado anímico. En soledad el día hubiera transcurrido y muerto monótono, sin que yo me percatara de si el faltaba el ton o el son. Lo que está claro es que, aparte de la salchicha, el animal me había arrebatado la oportunidad de sentirme generoso. Yo no sé si en eso reside todo el innoble secreto del altruismo. Es igual, me exculpo pensando que no hay peor mezquindad que negar una limosna por escrúpulos morales. Los motivos de nuestros actos se los lleva el viento, pero la limosna queda tintineando en el bolsillo o calentado el estómago de su, agradecido o no, destinatario.

 

domingo, 6 de abril de 2014

Vuelta del sur

Las tumbonas han vuelto. Preguntado el operario si pasan el invierno en los mares del sur se ha limitado a sonreír. Sabia sonrisa porque negarlo hubiera sido traicionar la alegría.

                               Foto: Alicia Céspedes

lunes, 31 de marzo de 2014

Oración

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 escrito desplazando los dedos un lugar hacia la derecha en el teclado

Medusas

Consumo muchísima más energía buscando el mando de la tele de la que gastaría si me levantara cada vez a cambiar de canal. De todas formas como al cambiar de canal aparece otro tampoco se soluciona nada.

sábado, 22 de marzo de 2014

Bodegón

Yo no sé si la naturaleza imita el arte o el arte imita a la naturaleza, pero si hace un momento, mientras me preparaba la cena, alguien me hubiera preguntado a qué se parece una alcachofa hubiera contestado que a una alcachofa de Mercadona.

domingo, 16 de marzo de 2014

Gatos muertos

La dispersión

"La gente de mi generación se dispersa en el exilio. Del ramo vivo de nuestra juventud no quedan más que dos o tres pétalos empalidecidos. La muerte, la política, el matrimonio, los viajes han ido separándonos con silencio, cárceles, posesiones, océanos. Años atrás, al comienzo, nos reúniamos a la sombra de paraísos florecidos y charlábamos hasta el amanecer. Recorríamos la ciudad a paso lento, de las calles iluminadas del centro al río oscuro, al abrigo en el silencio de los barrios adormecidos, en las veredas frescas de los cafés, bajo los paraísos de la casa natal. Fumábamos tranquilos bajo la luna.
De esa vida pasada no nos quedan hoy más que noticias y recuerdos. Pero todo eso no es nada, si se compara con lo que les sucede a los que no se han separado. Entre ellos el exilio es más grande. Cada uno ha ido hundiéndose en su propio mar de lava endurecida: y cuando miman una conversación, nadie ignora que no se trata más que de ruidos, sin música ni significación. Todo el mundo tiene los ojos vueltos hacia dentro, pero esos ojos no miran más que un mar mineral, liso y grisáceo, refractario a toda determinación, Y si, por casualidad, uno logra contemplar sus pupilas, lo que sucede rara vez, alcanza a ver como el reflejo de un desierto desde el cual el Sahara ha de tener sin duda los atributos de la Tierra Prometida".
                                                                    Juan José Saer, Argumentos

sábado, 1 de marzo de 2014

Por cierto, ¿agua corriente viene de corriente o de corriente?

3D

Ahora que hago vida de jubilado puedo pararme sin culpa a mirar las musarañas o apoyarme en el pretil de un puente a ver correr el agua. En Valencia, a falta de agua corriente, se puede ver fútbol. El otro día estaba tan abstraído mirando un partido que después de un magnífico gol que metió un chavalín al más puro estilo Falcao estuve un rato esperando a que dieran la repetición.

jueves, 6 de febrero de 2014

Que discrepen los necios

La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de sus seguridad. Y para que exista la libertad es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada del otro.
Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona o en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el Senado promulguen leyes tiránicas para hacer las cumplir tiránicamente.
Tampoco hay libertad si el poder judicial no está separado del legislativo ni del ejecutivo. Si va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo el legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el juez podría temer la fuerza del opresor,
Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o las diferencias entre particulares.
                                       Montesquieu, Del espíritu de las leyes.

martes, 28 de enero de 2014

Berlín: vida cotidana

Mientras escribo estas líneas Enrique está trabajando en la Universidad. Cuando acabe de escribirlas, me subiré a cualquier autobús, erraré por un suburbio indeterminado y regresaré a casa. A eso de las seis vendrá Enrique, y trabajará un rato en sus teoremas mientras yo leo. Cuando se canse dará una voz y nos vestiremos para ir a cenar en cualquier restaurante de poca monta. Después, una copa en un garito de esta misma calle con música en directo y antes de medianoche otra vez en casa. Somos un matrimonio tan bien avenido que hasta ahora ninguna alemana nos ha dirigido la palabra

Cielo sobre Berlín

Tengo comprobado que en un avión, te sientes donde te sientes, siempre te toca el ala.

Berlín: las almohadas

Como ya había comprobado de otras estancias las almohadas alemanas son magníficas: cuadradas, grandes, con el relleno distribuido con una uniformidad impecable. Y lo mejor es que a pesar del tamaño cuando apoyamos la cabeza ceden lo justo para que descansemos con total confort. Ahora mismo estoy sentado sobre una que me sirve admirablemente de cojín. Como nada es perfecto, compruebo consternado que no me cabe en la maleta. 

Berlín: peatones alemanes

Los peatones al borde de la acera aguardan pacientes a que su semáforo se ponga verde. Nadie cruza en rojo, aunque no haya ningún coche a la vista (para ser una gran ciudad apenas ruedan coches en Berlín). Los primeros días yo también espero por delicadeza. No quiero parecer un extranjero ventajista. Esa obediencia a órdenes en apariencia absurdas para el individuo seguramente expliquen la prosperidad colectiva. Y también son una explicación mejor que el odio a los horrores del genocidio. 

 

Otra ciudad

Berlín: llevo cuatro días aquí y, sin pretenderlo, ya ordeno mis actos conforme a una pauta. Otros viajarán huyendo de la rutina. Yo siempre que me marcho, lo hago huyendo del caos. Cuando uno lleva sólo lo que cabe en una maleta la vida se simplifica.

Berlín: el zoo del este


Como Berlín fue dos ciudades en una, muchos establecimientos están duplicados. Hoy he visitado Tiepark, la casa de fieras del este. No sé si atribuir al esnobismo o a una tendencia romántica irreprimible lo que me impulsa a presentarme en lugares así. Los museos me abruman, qué le vamos a hacer. Entro a eso de las dos y media, cierran a las cinco, con una temperatura de diez bajo cero y una capa de nieve del tamaño de mi dedo índice. Desolación indescriptible, como un bosque turolense el día más inhóspito del invierno. Ni una animal a la vista. Los primeros que me topo, y los únicos que veo moderadamente a gusto, son, lo juro, un grupo de osos polares. Sigo adelante, ilusionado de pisar nieve virgen. De pronto, un cementerio. Ya estoy tan ambientado que no me sorprende lo más mínimo. Una docena de losas, todas de  miembros de una misma familia. Más allá, el pabellón de las fieras y el de los elefantes: dos armatostes destartalados de hormigón deslucido, más plomizo aún que el cielo. Aquí al menos se está calentito, pero huele fatal. La vida sin decoración no merece la pena, eso, por lo visto se les olvidó a quienes planearon el paraíso en la tierra.  Los elefantes están tan apáticos que ni se inmutan cuando intento compartir con ellos una manzana. Alguien debería informar a estas pobres criaturas que el comunismo acabó hace veinticinco años.  Con lo ufanos y lustrosos que se veía a los animales del zoo occidental –quizá el mejor del mundo- que visité hace dos años. Aquí todos los habitantes tienen ese aire resignado del quien vive con techo y comida aseguradas pero sin más horizonte que los barrotes de enfrente. Prosigo mi errar y de repente me acuerdo del reloj: cuatro y media. Sensación de pánico. Voy totalmente desorientado, el zoo ocupa una arboleda inmensa y los escasos carteles están en alemán y cubiertos de nieve. Me viene la imagen del capitán Scott y su trágico fin regresando del polo. Por suerte logro mantener la calma suficiente para encontrar el cementerio (probablemente una familia que murió de frío buscando la salida), los osos polares y la puerta. No descarto volver, pero de hacerlo será equipado con una brújula, un sonajero y una temperatura ambiental suficiente para poder sacar la mano del abrigo y agitarlo al son de alguna melodía cubana precastrista. Y, que no se me malentienda, mejor el áspero hormigón soviético que el cartón piedra del Bioparc. Con según qué decoración la vida tampoco merece la pena.
 

martes, 24 de diciembre de 2013

Jingle bells

Anoche soñé que desde el más allá alguien me llamaba por teléfono para decirme que no me había tocado el gordo de Navidad

domingo, 24 de noviembre de 2013

Por Júpiter

Que Zeus me perdone, pero los  nombres de los dioses y héroes de la mitología griega me gustan más en su versión latina. Prefiero Neptuno a Poseidón, Minerva a Atenea, Ulises a Odiseo. Afrodita me recuerda a aquél horrible y frígido robot japonés que disparaba sus pechos. Me gustan los dioses latinos porque huelen a tebeo, a Neptuno coronando la falla de la esquina. No conozco destino más digno para una religión que acabar siendo motivo de jolgorio infantil. Cierto que los griegos, tan esbeltos y marmóreos tienen todos los motivos para mirarlos con desprecio. Fallas, yogures y humanos, todos llevamos fecha de caducidad. Y una vez muertos nadie se acuerda de nosotros o a lo sumo durante un par de generaciones, la segunda mayormente con lágrimas de cocodrilo. Y es verdad que hasta el mármol se mella, y las religiones serias desaparecen, pero lo hacen con elegancia, bañadas en luz crepuscular, dejando legiones de poetas y eruditos detrás de sí. 

Por si esto fuera poco en los nombre griegos se juntan muchas vocales que hacen incómoda su pronunciación para una lengua de cabreros más o menos romanizados como nuestro castellano. Si alguien tiene dudas que le pregunte a los niños de San Idelfonso ahora que tienen que cantar los premios en Euros. Apuesto a que el único de la tribu de Astérix que no juraba por Júpiter era ese bardo afeminado que siempre acababa atado a un árbol con la mordaza puesta mientras los otros zampaban jabalí.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Peatón con perro

Paseo por Maximiliano Tous. La loba caga en la acera. Hasta aquí todo normal. El animalito hace lo mismo que hicieron todos sus ancestros antes de que hubiera ciudades y ciudadanos. Incluso podría decirse que debajo de ese excremento se edificó la ciudad. No trato de disculparme. La voy a recoger. Como no llevo nada para quitarla, me fijo en un cartel de se vende piso pegado a un buzón. Y cuando lo voy a arrancar pienso que no, que perjudico a quien lo ha puesto. Y así oscilo entre dejar la caca o dejar el papel sin saber qué decisión tomar. Se me dirá con razón que podría haber buscado otra cosa para recogerla. No soy tan tonto como para que los folletos de Mediamarkt me pongan en ningún aprieto moral. Pero alguien podría pisarla en el intervalo, y además me da vergüenza irme a por un papel y dejarla ahí. ¿Poner un cartel de ahora regreso? Lo descarto porque tanto civismo sería ridículo. ¿Pero, por qué me preocupa ser excesivamente cívico? ¿Estaré sólo salvaguardando mi apariencia a costa de los zapatos de mis semejantes? Aparte de que, si tuviera un papel para escribir, lo utilizaría para limpiar la caca. Pero, ¡ay!, en esas tesituras la lógica perogrullesca me está vedada. Pepito Grillo canta con tanta fuerza que el sentido común se convierte en un imperativo tan categórico que en lugar de auxiliarnos nos aplasta. Dudas así de triviales, si aceleramos el péndulo lo suficiente, pueden llevar a un tipo de apariencia corriente al suicidio. Posiblemente Hamlet dude entre ser y no ser. Un peatón contemporáneo duda entre recoger la caca o no.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Tarde de pesca

Una caña plantada frente al mar. ¿Puede un hombre entretenerse así todas las tardes que le queden de vida? Cuando pesco lo hago convencido de que sí. De otro modo no acudiría.
 
Los paseantes me miran. Lo mismo que mirarían una frase, por muy trivial que fuese, en medio de un folio en blanco.
 
 
Ve a un chico con una cámara de fotos andando por la orilla. Piensa en quitársela de un tirón, simplemente para que pase algo. 
 
¿El mar es sedante porque es monótono?
 
Pasa un mujer por la orilla y el viento de levante te trae un tufo a perfume que rompe todo el encanto.
 
Algunas personas paseando por la orilla. !Y ninguno mira el móvil!
 
Pescar una dorada y preguntarse: ¿y qué? El colmo de la depresión. Todavía no ha llegado.
 
A fuerza de estar solo frente al mar es fácil conseguir un estado alterado de conciencia. Una especie de muerte social. A lo mejor por eso el mar relaja.
 
Cuando deje de estar conmigo no quedará nada. Ni siquiera el mar.
 
¿Por qué el ruido del mar tranquliza y el de un aula de la ESO altera? Se me ocurre que a mí nadie me paga por hacer callar al mar.

Cuando llega un pescador y se nos pone cerca lo odiamos un poco. Y eso que ni siquiera lo conocemos. Decididamente, somos tan territoriales como los leones. Pero no rugimos.

Parecería que un escenario tan imponente anularía el efecto de una chica bonita paseando por la orilla. Todo lo contrario.
 
Sale la luna roja. Podría santificar otros paisajes. Aquí hace menos falta que en tierra.
 
 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Mar del sur

El otro día, cuando estabábamos tumbado ricamente al sol de la Patacona llegaron unos hombres y se pusieron a apilar las tumbonas como si recogieran naipes desperdigados por la playa. Luego vino un remolque que se puso a cargar los montones. Y en eso escucho la voz de A que me dice: A lo mejor se las llevan a otra playa donde sea verano. Antes de despreciar la posibilidad como haría el taxista del Guardián del centeno, yo lo pensaría dos veces. Al fin y al cabo, no es imposible, y, sobre todo, es consolador. Pasa como en las quinelas hay que apostar por resultados que, aunque improbables, estén muy poco apostados. A la larga se gana.

martes, 17 de septiembre de 2013

Democracia morbosa

No se puede decidir sobre los hechos de existencia o de ciencia.

                                                          (Antonio Garcia Trevijano)

sábado, 14 de septiembre de 2013

Pieza nocturna

Me reitero: uno de los motivos por los que no dejo de dejar de fumar es la farmacéutica del turno de noche de Benimaclet. La otra noche, mientras esperaba en la cola, había delante de mí una pobre mujer que estuvo diez minutos de reloj haciendo preguntas a la farmacéutica, justificándose por no acudir de día como las personas decentes; perdiéndose en el bolso para sacar el monedero, y después en el monedero para sacar la calderilla; pagando al fin con tarjeta de crédito (menos mal que no equivocó el número). Yo empezaba a sentir un sufrimiento horrible por ella. Y al mismo tiempo un gozo ruin de aparentar, por contraste, ser un tipo solvente. Si no explotas compulsivamente las burbujas de los embalajes, o nunca  has firmado con un bic sobre una pantalla táctil tirando hasta los imposible del cordel que lo previene, igual no sabes de lo que hablo. Así que puse todo mi empeño en la tarea de realizar una compra aplomada y sobria. Chicles, digo escueto cuando me toca el turno para no liarme entre las mil marcas y formatos. Ella se retira a la trastienda y me saca tres clases para que pueda elegir. Y en eso sonríe. Hay gente que está muy sóla, contesto yo, entrando a todo trapo en la mezquindad. Supongo que te haces cargo, me dice. Yo le sonrío y me voy llevándome un sabor que no es de mis preferidos, pero qué importa el sabor si ella cree que es el que le gusta a un tipo que sabe lo que quiere. Yo mismo.

martes, 10 de septiembre de 2013

Ecos de sociedad

Acabo de descubrir el Cuaderno de cuatro años de Montale y creo que nunca me voy a recuperar del sobresalto. ¡Cuánta mala leche! ¡Y qué bien encauzada! Está claro que Montale es muy grande pero yo aún no lo sabía. Y eso que lo intentaba con otros libros suyos y tenía el convencimiento de que si a Giannuzzi le gustaba era casi obligatorio que a mí también.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Fabulilla

Cuando pesco en la orilla muchos paseantes, aburridos como están pues el mar siempre es monótono, hacen ademán de acercarse al cubo para ver lo que he pescado. Digo hacen ademán, porque casi siempre se frenan en el intento. Pocos se atreven a mirar su contenido con franqueza. Si lo miran, lo miran de reojo como quien no quiere la cosa. Solo los niños (y los perros cuando hay) se acercan, miran y, a veces, hasta proclaman su contenido con descaro. Siempre que no estén los padres cerca, claro, porque si no la bronca: "No molestes al señor, Alberto", es casi segura. Como no tengo aspecto de repartir caramelos supongo que la advertencia tendrá como finalidad que de mayores tengan que dar mil rodeos para acercarse a un cubo la mayoría de las veces, ¡ay!, vacío.

martes, 23 de julio de 2013

Otra vez Mercadona

Yo no sé si es práctica común levantar un poco la bolsa al pesar la verdura. O comprar plátano de canarias a precio de bananas. Confieso que solía hacerlo. Y hasta me pillaron alguna vez. Miento si digo que lo hacía por ahorrarme unos céntimos o por motivos ideológicos. Era simplemente la pequeña droga que oponía a la rutina de la compra semanal. Otros se lanzan desde un puente los fines de semana, yo me conformaba con comerme un kiwi gratis. Lástima que ahora la empresa haya puesto a disposición de sus víctimas unas bolsas de plástico tupidas y enormes. Arrancas una del montón y sientes la extraña e inconfundible sensación de que la bolsa pesa. Cinco gramos, según compruebo en la báscula. O sea que lo que antes hacía por placer deportivo ahora lo hago para evitar que me roben. Y no hay nada más triste que hacer algo cargado de razones. Aunque sean de peso.

jueves, 11 de julio de 2013

Pescar en dique seco

Lobo mira de reojo a esos hombre que, al caer la tarde, se pasean armados con bastones para detectar metales entre las primeras gaviotas y los últimos bañistas de la Patacona. Esos que seguramente están todavía allí porque extraviaron algo. Al final, el recelo deja paso a la curiosidad. A fin de cuentas, él también es pescador: ¿De dónde vienen? ¿Dónde aprendieron el oficio? ¿Qué llevan en esos macutos tan voluminosos? ¿Venderán en Decatlón el kit de pesca en arena? ¿Observarán, golosos, las orejas de cierta bañista con los ojos apuntando unos grados más hacia arriba que el común de los mortales? ¿Por qué no estarán en la  playa de Marbella en vez de buscar la calderilla que sobra de los polos de horchata?
 

jueves, 20 de junio de 2013

Gusanito coreano

La otra tarde en el Decatlon de La Eliana me sucedió una de esas anécdotas que por sí solas justifican la felicidad de una tarde y hasta de un fin de semana. Resulta que voy a comprar cebo para pescar, y como hago siempre, me coloco junto a la nevera a esperar a que algún empleado se fije en mí (la nevera tiene un pequeño candado que impide el self-service). Cuando al fin llega, le pido una caja de gusanos coreanos. "¿Grandes o pequeños?" me pregunta, pues los hay de dos tamaños. "Pequeños", le contesto, y, con esa manía mía de justificarme, en este caso por hacer tan poco gasto, añado: "es sólo para matar el gusanillo". El tío me ha dado los gusanos sin mover una ceja, pero a mí, el chiste involuntario me ha gustado tanto que me he ido riendo entre dientes hasta la caja lo mismo que ese perro pulgoso de los dibujos animados.

sábado, 1 de junio de 2013

Qué profe más bueno

Si de Séneca como maestro salió Nerón como discípulo quizá no haya que hacerse demasiadas ilusiones sobre los beneficios de la educación.

                                                                                               Ramón Eder

martes, 7 de mayo de 2013

Consulte a su farmacéutica


Que la dependienta de la farmacia de 24 horas me aprecia, aunque sólo sea por el dineral que me dejo en chicles de nicotina, lo sospechaba hace tiempo. Suelo ir por la noche. Como ya está cerrado, me los entrega a través del torno. Yo, confiado a la blancura de su bata, le susurro el código de mi tarjeta de crédito para evitar el bochorno de meter los dedos por la ranura y teclearlo casi a tientas, mientras ella, con gesto melodramático, aparta la vista de mi mano pecadora. Por lo visto, no confía en mí lo suficiente como para facilitarme la máquina. Prefiero pensar que son normas de la casa. En fin.
El caso es que la otra noche, a, de sopetón, me soltó que tenía un alma gemela que venía a comprar chicles por la mañana. Y en eso añadió: "te la podría presentar". Y después: "no, que es fea". Lástima que en los momentos culminantes siga siendo tan torpe como a los dieciséis. Nunca sabré lo que me hubiera contestado de haberle pedido fuego. En fin, que se hizo un silencio incómodo. Menos mal que la Loba, que sabe que por la noche todos los gatos son pardos, se puso a ladrar para que la desatara del banco de la esquina.

martes, 23 de abril de 2013

sábado, 13 de abril de 2013

Fumar en crisis

Después del invento de la cuña de papel de plata para fijar la pila de los mandos a distancia que han perdido el muelle, el ocio pascual me ha inspirado un sistema para obtener nicotina sin fumar ni tener que pagar los astronómicos precios de los chicles. El asunto consiste en romper una bolsita de infusiones (esas que siempre acaban caducando en la cocina)  y llenarla de tabaco. Luego se colocan entre la encía y el labio. Yo diría que una bolsa da para unos tres servicios. No lo sé a ciencia cierta porque he vuelto a dejar de fumar. Como la conciencia muerde más que alquitrán, dejo a los exexfumadores el beneficio de mi hallazgo.

martes, 2 de abril de 2013

Si no fuera de mal gusto lo subrayaría todo


EL LIBRO DE LOS GATOS HABILIDOSOS DEL VIEJO POSSUM

"Thomas Stearns Eliot escribió La tierra baldía con el ceño sombríamente fruncido. Y estos jocosos poemas no hacen sino acentúar aún más la cruda y triste temática de sus grandes obras. La broma es, bajo mi punto de vista, la mejor garantía de seriedad, un aval de que esa gravedad deriva del convencimiento y la elección, y no de una limitación psíquica. Es evidente que Eliot no necesita avales ni garantías. Y lo digo por si hay alguien que lleve en mente escribir algo tan serio como La tierra baldía; si es así que se acuerde también de escribir algo tan volátil como este ciclo de poemas sobre gatos. No es necesario que sean gatos; puede escribir sobre perros, vacas, pavos, cárabos, carcoma (aunque sea) o algún pequeño escarabajo. O bien, simplemente de gatos. Después de leer la obra está claro que el tema aún no está agotado. Cada gato es una personalidad, por lo que se convierte en un proyecto literario independiente. Algo que el mismo Eliot sabía perfectamente. Además de eso el gato posee determinados rasgos inequívocamente felinos que tampoco han escapado a la atención del poeta. Presten por favor atención a la cita: "Siempre está en el lado equivocado de la puerta/ y aunque solo hace un momento que salió, ya vuelve a querer entrar. Cualquiera que conozca a los gatos aplaudirá dicha observación. La vida del que tiene un gato se convierte en un constante abrir y cerrar puertas. Con los perros hacemos ejercicio en espacios abiertos. Con los gatos, dentro de casa. En uno u otro caso salimos ganando, porque no hay nada peor para el estómago y el alma que ser víctima de la inercia y el marasmo."
                                                                                      Wislawa Szymborska