Si
yo votara, aprovecharía la jornada de reflexión para sentir lo que me
transmiten los candidatos: el brillo de sus ojos, su caída de hombros, la
tensión de su mandíbula, su forma de caminar, el tono de su voz… En un sistema
de listas de partido como el español, donde el elector tiene un control nulo
sobre sus teóricos representantes, pues no los elije, como sucede, por ejemplo,
en Reino Unido con los diputados de distrito, los ojos de Rajoy o la mandíbula
de Iglesias son más decisivos que lo que digan o dejen de decir ellos o sus
programas.
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