lunes, 28 de diciembre de 2009

Meditación navideña

Mirar o escuchar algo sin preguntarse para lo que sirve, sin ni siquiera saber lo que es. De forma simple y previa. Sin que la razón instrumental invada otras razones. Así deberíamos mirar las nubes, los prójimos, todos los objetos naturales. Así miran los animales. Así escucha el buen psicoanalista. Cuando esto suceda todo cambiará, pero para que suceda es necesario que baje algún dios. Y no estamos preparados para esperar a un dios. Quizá ya está aquí, entre nosotros, y no lo sabemos. O a lo mejor siempre estuvo aquí esperando nuestro silencio o nuestro decir poético para manifestarse.

jueves, 24 de diciembre de 2009

El valor del silencio

Como nunca decía nada perdió a todos sus amigos. Entonces quiso hablar pero como hablaba solo nadie le hacía caso.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Vamos allá

Aprovechando que la Navidad se acerca, o que el Pisuerga pasa por Valladolid, o que perder el tiempo es la más encomiable y genuina de las actividades humanas propongo un acertijo. Todo un clásico. No es demasiado fácil pero tampoco se resiste después de un rato de intensa reflexión.

Hay doce monedas una de ellas falsa que sólo se distingue por pesar diferente. Tenemos una balanza. Hemos de averiguar en tres pesadas cuál es la falsa y si pesa más o menos que las otras

Ya que se acercan fechas tan simbólicas y no se trata de ningún poema utilizaré sin que sirva de precedente una metáfora a modo de moraleja y pista:

“Más vale dar pasitos cortos y observar los detalles de camino que devorar paisaje calzando botas de siete leguas.”

Por cierto que abundando en lo de la pérdida de tiempo algún bendito ha hecho un programa informático para hacer probaturas. Se entra tecleando en google "balanza impertinente".

lunes, 7 de diciembre de 2009

Días borgianos

Como llevo todo el puente haciendo trabajitos para la facultad explico brevemente mi modus operandi:

Si el trabajo es de campo empiezo por anotar las conclusiones y redactar el informe. Luego me invento los datos o la entrevista que mejor cuadre al talante del informe.

Si el trabajo es sobre un tema determinado y no hay que presentar datos experimentales cojo un buen libro de texto, un sólo libro porque todos dicen lo mismo y tiendo mucho a liarme. Voy copiando, resumiendo y anotanto críticas y contrapropuestas a lo que dice el libro.

Aunque las críticas descabelladas, absolutas e incendiaras son las que más me divierten procuro (es imprescindible) hacer una autocrítica de las críticas. A los profesores no les gusta que un alumno se pase de listo.

Después acudo a internet en busca de más información acerca de las críticas y puntualizaciones que he inventado. La red viene muy bien pues siempre contiene un roto para un descosido. Nunca falta gente seria, sesuda y puntera en su campo que tras una vida de dedicación ha dado forma a tus intuiciones.

En el fondo este paso casi nunca es necesario, lo hago más bien para refocilarme de mis intuiciones, pues tras colocar los libros fundamentales suelo inventarme la bibliografía: nombres de autores, de revistas y hasta de universidades. Contra lo que pueda parecer, este paso es aburrido: los nombres inventados deben sonar a instituciones bien manidas.

Abomino de ello, pero en el fondo me acopla muy bien su pasión por el Power Point pues te permite una escritura semiaforística sin tener que argumentar demasiado.

No puedo estar más de acuerdo con ellos, a mí argumentar siempre me ha parecido impúdico. Creo que por eso hablo poco.

He llegado a engañar hasta a mis jóvenes compañeros de grupo pero no me siento culpable y estoy seguro de que a ellos tampoco no les ha importado.

Porque, a decir verdad, hasta ahora, ni mis compañeros se pueden quejar de las calificaciones recibidas ni yo de excesivo aburrimiento.




martes, 1 de diciembre de 2009

De la Logse a Bolonia

Como el saber ocupa lugar no quedan estudiantes, sólo usuarios