miércoles, 14 de agosto de 2013

Fabulilla

Cuando pesco en la orilla muchos paseantes, aburridos como están pues el mar siempre es monótono, hacen ademán de acercarse al cubo para ver lo que he pescado. Digo hacen ademán, porque casi siempre se frenan en el intento. Pocos se atreven a mirar su contenido con franqueza. Si lo miran, lo miran de reojo como quien no quiere la cosa. Solo los niños (y los perros cuando hay) se acercan, miran y, a veces, hasta proclaman su contenido con descaro. Siempre que no estén los padres cerca, claro, porque si no la bronca: "No molestes al señor, Alberto", es casi segura. Como no tengo aspecto de repartir caramelos supongo que la advertencia tendrá como finalidad que de mayores tengan que dar mil rodeos para acercarse a un cubo la mayoría de las veces, ¡ay!, vacío.