domingo, 30 de noviembre de 2014

George Oppen

Este, aunque no lo sabría explicar, lo he captado al primer golpe de vista. Seguramente por eso me gusta.

 
Las formas del amor


Parados en la ruta,
toda la noche,
hace muchos años,
vimos
un lago al lado nuestro
cuando la luna salió.
Nos recuerdo

bajando de ese coche viejo
juntos. Nos recuerdo
parados en el pasto blanco
al lado de él. Tanteamos
el camino juntos
cuesta abajo en la
brillante luz increíble

empezando a dudar
si sería lago
o niebla
lo que vimos, con nuestras cabezas
zumbando bajo las estrellas caminamos
a donde podríamos haber mojado los pies
de haber sido agua.

 
 
The forms of love

Parked in the fields
All night
So many years ago,
We saw
A lake beside us
When the moon rose.
I remember

Leaving the ancient car
Together. I remember
Standing in the white grass
Beside it. We groped
Our way together
Downhill in the bright
Incredible light

Beginning to wonder
Whether it could be lake
Or fog
We saw, our heads
Ringing under the stars we walked
To where it would have wet our feet
Had it been water.

Versión de Francisco Bitar y Gerardo Jorge

jueves, 27 de noviembre de 2014

Que pare la música

Ese momento de tener una dorada clavada en el anzuelo e irla acercando a la orilla tiene algún parecido –y no estoy siendo cínico- a pillarse los dedos con una silla de plegable. Todas las preocupaciones se desvanecen ante la intensidad del presente. Spinoza. que era un tipo listo lo dejó escrito en su ética. Yo lo sé por propia y lamentable experiencia. Claro que uno no quiere ni puede ni sabe convocar a voluntad tales momentos quizá saludables para la mente pero nocivos para los dedos.

Lo mismo por eso se inventó el cilicio. Durante mi adolescencia corría el rumor o la leyenda, porque a esa edad cualquier cosa ajena a nuestra corta experiencia se convertía en leyenda, de que mis profesores del colegio del opus lo empleaban. Hubo incluso quien contaba que había visto un cinturón con púas metálicas durante una incursión a robar exámenes. Y es que frente a los giros caprichosos de la rueda de la fortuna el cilicio presenta indudables ventajas: no daña órganos vitales, uno se lo coloca cuando lo necesita y hasta puede graduarlo según la intensidad de presente que desee padecer. A esta aberrante asociación de ideas entre cilicios, doradas, y dedos maltrechos solo le encuentro dos explicaciones: o somos tan poco animales que preferimos el sufrimiento físico al moral o es que, moralmente, sufrimos como bestias.


viernes, 21 de noviembre de 2014

Next week more

Debido a n laetable  vergozte sceso tego lesioado el dedo idice lo qe ipide a is dedos ir ás deprisa qe i pesaieto, ca fora e la qe sé escribr.

Debido a un lamentable y vergonzante suceso tengo lesionado el dedo índice lo que impide a mis dedos ir más deprisa que mi pensamiento, única forma en la que sé escribir.


martes, 11 de noviembre de 2014

Arriba y abajo

"Cuando una élite llevada por los buenos sentimientos y el complejo de culpa deja de defenderse será conquistada por sus antiguos esclavos que la tratarán sin ningún miramiento y con toda la dureza posible."
                       Vilfredo Pareto, Tratado de sociología general

sábado, 1 de noviembre de 2014

Desahogo

Ocho de la mañana. Parón de tráfico en la Ronda Norte. Los coches hacen maniobras extrañas, no mantienen la línea recta e inalterable que los conduce de casa al trabajo. Y es que hay un gatito en medio de la calzada. Cojo, desorientado, enfermo, huérfano, parece acumular toda las desdicha del universo. Como a esa horas y circunstancias yo también me siento desdichado, casi tanto como cuando en los meses de agosto de hace cuarenta años veía la publicidad de "al colegio con alegría", cuando llego a su altura en lugar de esquivarlo freno y lo escolto con el morro del coche hasta dejarlo a salvo en la acera. Pitada monumental que ni escucho porque estoy tan concentrado y sordo como lo estuvo el timonel que guió la nave de Ulises entre las maléficas sirenas. Seguramente soy más sentimental que la madre que debió abandonar a esa cría tan lamentable. Nunca he sido darwinista y puesto a escoger en uno de esos tramposos dilemas éticos que lo único que persiguen es que te sientas culpable, entre mamá y papá o minino y meninas opto por mamá y minino. Con que si el dilema se plantea entre llegar tarde al trabajo y salvar a gatito creo que ningún código ético me condenaría...

Y, en efecto, llego tarde, lo cual no es, ¡ay!, ninguna novedad, pero esta vez me respalda un acto tan encomiable que entro deseando que alguien me lo reproche. Me tomarán por loco, sí, pero a los locos, con tal de que no alteren el orden público ni corrompan a la juvenud suele dejárseles en paz. Aunque ahora que lo pienso igual ya hay un proceso en marcha que me acusa de corromper a la juventud del Ies Vilamarxant, que es donde trabajo. Yo no sé si la juventud de Vilamarxant vale lo que la de Atenas o si Sócrates se retrasaba cuando se citaba con sus pupilos para impartir doctrina o meterles mano en el gimnasio (no lo acusaron por eso sino por dotarlos de una conciencia culpable). En cualquier caso nadie me obligará a tomar cicuta. Los métodos de escarmiento, en parte gracias al mismo Sócrates, han cambiado. También pudiera se que una vez oídas mis excusas se me pregunte si siempre hay gatos que salvar. A lo que yo, eludiendo la ironía, impertérrito, contestaría que sí, que todas las mañanas hay gatos que salvar, que si nadie lo hace se acumulan debajo las alfombras y apestan. Luego subiría las escaleras y en lugar de a operar con potencias de exponente negativo, contaría mis alumnos la historia del gatito, y volviendo a las matemáticas les diría que no es cierto que las líneas rectas se crucen en el infinito. A veces lo hacen antes para salud y jolgorio de hombres, mujeres, gatos y gatas.