domingo, 25 de febrero de 2018

Inventario

Ayer, 24 de Febrero, vi : Los ojos de primera fallera del año en la esquina de San Vicente Paul con el Parque de Orriols. Unos ojos que la desvestían del uniforme de fallera humanizándola. Una tórtola que se mantuvo en la punta de un cedro como una estrella de Navidad fuera de temporada. La fuente de la rotonda del parque, un simple chorro de agua en el que antes veía el velo de una novia y hoy era agua sin más. Los rizos de las hojas de las coles tiradas por los campos recién cosechados. Decenas de margaritas por estrenar al borde de la acequia. Hileras de farolas clónicas, que acaban de instalar en el carril de la huerta de Alboraya como un ejército dispuesto a exterminar la penumbra. A su lado, tirados en el suelo, los antiguos postes de madera. ¿Un poste tumbado, deja de ser un poste y se convierte en un palo? Habría que preguntarle eso a la Loba. Monigotes de peatones iluminados de verde y rojo que impiden que la mirada se pierda en el infinito al cruzar las calles. Un camión de la basura haciendo marcha atrás a toda máquina, pero respetando el semáforo que había unos metros más allá. La luz de la luna resistiendo sobre el último solar que queda en el barrio. Todo esto es lo que vi, poca cosa porque el resto del día transcurrió dentro de mi cabeza, y si lo anoto es por salvar un día de entre el montón de días que pasan con más pena que gloria.