Anoche
estaba concentradísimo en la orilla del mar deshaciendo un nudo del sedal
cuando de pronto apareció un perrito y acto seguido se escuchó un grito: ¡Ven
aquí! Me llevé tal sobresalto que al cabo e unos segundos noté como se me
erizaban los pelos. Nunca había experimentado esa sensación, sólo la
había escuchado o leído y la tomaba por una frase hecha sin más consecuencias. Y no es que yo
destaque precisamente por mi bravura. Pensando sobre ello creo que normalmente
vivo tan alarmado que no hay susto de entidad suficiente para provocarme esa
reacción. Igual esa es la razón de que me guste pescar: porque logro ese estado de serenidad
previa en el que hasta un simple perro me asusta. Que otros se lancen desde puentes,
hagan vuelo acrobático, o visiten el templo de Delfos tratando de provocarse impresiones que los
conmuevan, que a mí, con la caña plantada en la orilla, un simple perrito de la Patacona
me procura emociones suficientes.
domingo, 31 de agosto de 2014
viernes, 29 de agosto de 2014
domingo, 17 de agosto de 2014
En un lugar de la Mancha
En el pueblo aún quedan
hombres de esos que como nunca han ido a la escuela ni visto un telediario lo
que saben lo saben de primera mano, que es como hay que saber las cosas. Aunque
no entienda del todo su castellano rústico y arcaico cuando hablo con ellos descanso. Dicen lo que tienen que decir y de lo que no
saben callan como recomendaba Wittgenstein. Anoche mismo estuve conversando en
el bar de la plaza con un pastor de mote insuperable: el feligrés. Me cuenta
que lo condenaron a cinco años de cárcel por meter las ovejas en la zona
militar. Cumplió dos y ahora está en libertad vigilada como compruebo por la
pulsera que lleva para avisar a la autoridad competente si no se recoge antes
de las ocho. Serían más de las diez pero él seguía allí con el botellín de
cerveza en la mano y ganas de platicar bajo las estrellas. “Desacato a la
autoridad” dice que le dijo el juez. “Para qué querrán la hierba los militares.
“¿Es que no le gustan las chuletas?” Y cuando me estoy compadeciendo
civilizadamente de él me dice que no hay para tanto. “En la cárcel si respetas
a los jefes se está divinamente, tienes la comida a su hora, tiempo libre y
compañía para jugar a las damas.” Me quedo sin palabras porque todo lo que yo
sé de la vida pastoril o presidiaria lo sé por las novelas, los documentales, o
las miles de cosas que tengo metidas de prestado en la cabeza.
sábado, 16 de agosto de 2014
Botón de muestra
Cuando
entro en el ascensor vacilo unas décimas de segundo antes de apretar el botón
de mi piso. ¿Demencia senil, crisis de identidad, o lo que es más aterrador
prosaico y cierto? Me paso el día dormido, sobre todo en verano.
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