“Estábamos
sentado a la mesa y Juan Ignacio, de unos ocho años, insistía con
mucho tesón en que le contarara una historia o un chiste, o le
planteara un acertijo, cosas que solían ser habituales en nuestros
almuerzos de esa época, Como yo no tenía ganas o ya había agotado
mi repertorio, le respondía con impaciencia mientras el tomaba un
vaso de agua para llevarlo a los labios:
-Ignacio,
¿Vos te creés que el mundo es un circo y que está lleno de payasos
para divertirte -dije.
-Sí
-respondió, luego bebió lentamente el agua que quedaba en el vaso.
-Y vos sos uno de ellos, concluyó mientras apoyaba el vaso en la
mesa.”
Mario Levrero