martes, 27 de julio de 2010

Tres a cero

Después de equivocarme tres veces en copiar el código de la imagen no sé si es que me estoy convirtiendo en máquina o la presbicia aumenta.

sábado, 24 de julio de 2010

Desde mi hamaca

P: ¿Te gusta viajar?
R: ¿Tú por quién me has tomado?

domingo, 18 de julio de 2010

La respuesta en el viento

Como estamos en verano abro las puertas y ventanas de casa para hacer corriente. Aparte de los clásicos portazos, esos que te fastidian la siesta pues te provocan el conflicto moral de tener que levantarte y sujetar la puerta o incorporar el ruido al sueño y dejarla golpeando libremente a riesgo de estropicios. Digo, que aparte de los portazos, tengo un molinillo de viento en el salón al que ayer, no sé de dónde soplaría el viento, por primera vez que yo recuerde, le dio por girar. Y en eso que aparece la perra corriendo y se planta justo delante del molinillo mirándolo fíjamente y ladeando la cabeza alternativamente a un lado y otro como hace siempre que algo inesperado llama su atención. Pega un par de ladridos supongo que con la esperanza de obtener una reacción perruna del artefacto. Y aparentemente lo consigue porque en ese momento la corriente cesa, el molinillo se detiene y la perra se da la vuelta y se aleja satisfecha.

Y ya totalmente espabilado pienso que la perra estaba mucho menos alarmada de ver al molinillo actuar como un perro que yo de ver a la perra actuando como una persona.

domingo, 11 de julio de 2010

¿Por qué no las manos?

El otro día un amigo comentaba que Szymborska recibe a cualquiera que llame a su puerta (después de encontrarla, claro, por lo visto hay que preguntar en la calle e ir siguiendo su pista por toda Cracovia) con una sóla condición: no hablar de poesía.
Y me doy cuenta de que aquí se habla demasiado de ella (de poesía, no de Szymborska), y lo que no es peor ni mejor sino inevitable: a veces, digo cosas con un aplomo que estoy muy lejos de sentir. Porque, ya lo he dicho alguna vez, podría afirmar lo que afirmo y su contrario con toda la intranquilidad. Y tiendo a pensar lo mismo cuando oigo afirmaciones taxativas en bocas ajenas. Lo escrito en este blog nunca es definitivo, se modifica conforme pasan las horas hasta que, por suerte, se olvida. Alguna vez he comentado que es la emoción la que dota de contenido a los pensamientos, lo que significa que una persona emocionalmente estable (pongamos por caso un Kant) podrá forjarse una ilusión de identidad y morir en su cama de capellán soltero creyendo haber construido un sistema. Y otra, pongamos por caso un Nietzsche, no pasará del balbuceo aforístico, incapaz de autoengañarse lo suficiente como para no saber que todo pensamiento si se desarrolla acaba por contradecirse a sí mismo, y acabará intoxicado de metáforas muriendo esquizofrénico en brazos de su madre.
Y me percato de que Szymborska (busca una foto y mírale a los ojos) jamás hablaría de generalidades ni adjetivaría más de la cuenta al dar su opinión. Ella prefiere sentarse con aguja e hilo en un sillón orejero sabedora de que una labor de punto si no gusta se deshace, pero no se ensaña contra uno mismo como el pensamiento. Y cuando muera, si es que la muerte existe, no morirá soltera ni esquizofrénica.

domingo, 4 de julio de 2010

Otra vez Wolfe

El otro día compré Afuera canta un mirlo, (vaya titulazo) el último poemario de Roger Wolfe que edita Huacanamo con amor y sobriedad. Han transcurrido diez años desde su último libro y creo que Wolfe sigue teniendo recorrido como poeta. Más mesurado, sin ser un estilista pero atendiendo más que antes a la forma y al ritmo, con poemas menos extensos que conservan esos giros finales que te revuelven la boca del estómago; mejores o peores, quizá en este libro no haya ninguno decididamente genial, en todos ellos siempre queda latiendo algo que seguramente tiene que ver con la poesía. Wolfe, como buen inglés, está a años luz del barroquismo atronador, del silencio de quienes harían mejor callando de verdad, del realismo pinturero que se estilaba por aquí hace unos años (ahora los peores de quienes lo practicaban han mostrado su verdadero rostro) o de los afeites de la actual cosmética. Un libro menos extremo de lo acostumbrado en él, más apegado a lo real, con un buen uso de la elipsis. A veces sus poemas resultan tremendistas en exceso o directamente fallidos, pero un poema fallido resulta más instructivo que uno indiscutible. Quien falla es porque asume riesgos y la poesía de Wolfe acostumbra a caminar sobre el filo de lo prosaico, sabedora de que el arte siempre está a un paso de despeñarse. Poesía que me gusta por su desparpajo, porque no es intocable sino hospitalaria, en absoluto endogámica, que invita a entrar, a ser modificada, a sentirse libre y capaz criticarla o enmendarla. A los que cada vez nos cuesta más reconciliarnos con el género libros como este nos desintoxican y sirven como terapia.
Por respetar la integridad del libro dejo aquí un poema de otro anterior: Arde Babilonia (1994).
.


Solo
.
Es como siempre
habías querido
estar
y no podías
hasta que
de repente
lo estás
y entonces
ya no quieres
estar solo
pero claro
quién no quiere
lo que no tiene.
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