miércoles, 23 de abril de 2014

Anotación pascuera

De pequeño pensaba que correr era el estado natural del ser humano. Y estaba tan convencido que me sorprendió mucho comprobar en las clases de gimnasia del colegio que correr cansa

viernes, 11 de abril de 2014

Perra disculpada

Hace ya tiempo que, movido por ese gran motor de las actos humanos que es la culpa, compro para la Loba salchichas del Mercadona. Mi perra es insaciable, desconoce la vergüenza que, bien administrada, tanto facilita las relaciones humanas. Por mucho que haga siempre estaré en deuda con su inocencia. Así que me conformo con evitar la ruindad de darle las salchichas como premio. La naturaleza no entiende de premios o castigos. Un bofetón en caliente (no a tiempo, por dios) me parece un correctivo infinitamente más saludable que cualquiera premeditado. Si pongo un positivo a una alumna, porque casi siempre son ellas quienes me lo exigen, lo hago a regañadientes, menos por mezquindad que por vergüenza. Antes me acomplejaban las libretas de mis compañeros repletas de registros perfectamente alienados en varios colores, sin una sola vacilación o tachadura. Ahora exhibo la mía monda lironda y aún así desastradísima sin complejos pero sin alardes.
El caso es que cada mediodía, tengo mi ratito cirquense en la cocina: saco una salchicha de la nevera y la corto en pedazos que lanzo al aire sin otro motivo que ver a la loba feliz haciendo cabriolas para atraparlas. Salvo ayer, porque mientras trataba de extirpar una salchicha uno de esos imposibles envoltorios contemporáneos que las encorsetan, la perra con un quiebro de su hocico infalible, me la ha birlado. Me he enfadado mucho, tanto, que el animal con las orejas gachas pero la salchicha en el estómago se ha encaminado al cuarto de baño para autocastigarse como suele hacer para prevenir males mayores. Tan desproporcionado era mi enfado que en seguida supe que no había tenido un buen día en el instituto. Los perros que como la Loba, y lo digo orgulloso, conservan su instinto, o cualquier compañía humana mínimamente exigente son especialistas en amplificar nuestro estado anímico. En soledad el día hubiera transcurrido y muerto monótono, sin que yo me percatara de si el faltaba el ton o el son. Lo que está claro es que, aparte de la salchicha, el animal me había arrebatado la oportunidad de sentirme generoso. Yo no sé si en eso reside todo el innoble secreto del altruismo. Es igual, me exculpo pensando que no hay peor mezquindad que negar una limosna por escrúpulos morales. Los motivos de nuestros actos se los lleva el viento, pero la limosna queda tintineando en el bolsillo o calentado el estómago de su, agradecido o no, destinatario.

 

domingo, 6 de abril de 2014

Vuelta del sur

Las tumbonas han vuelto. Preguntado el operario si pasan el invierno en los mares del sur se ha limitado a sonreír. Sabia sonrisa porque negarlo hubiera sido traicionar la alegría.

                               Foto: Alicia Céspedes