viernes, 30 de septiembre de 2011

Un millón de amigos

Mientras esperaba a que saliera el café de la cafetera me he puesto a jugar a las correspondencias y he pensado que quienes prefieren la Ilíada a la Odisea, prefieren Nacho Vegas a Antonio Vega, Dylan a Cohen, El Coyote a Correcaminos, Machado a Vallejo, Los Hermanos Karamazov a Anna Karenina, Salinger a Kafka y así un montón de elecciones todas muy difíciles. Luego he pensado que bastante tenemos con madrugar, con que no sea fin de semana toda la semana, con que nos toque en una cena enfrente de quien nos cae mal, con que casi nunca pique una dorada, con no poder tomar una cerveza cada noche con quien nos gustaría, como para encima tener que renunciar a la mitad del mundo. Y ya estaba a punto de elegir entre volverme sicópata o ponerme a llorar como un niño castigado sin postre cuando la cafetera se ha puesto a silbar y he apagado el fuego corriendo para no tener que elegir entre tomarme el café quemado o llegar tarde al trabajo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El chino y yo quedamos satisfechos

Esta tarde he sacado punta al lápiz nuevo, me he sentado al escritorio, y cuando me he puesto a escribir, nada. Y no me refiero a ninguna crisis de inspiración. Cuando digo nada, digo que por mucho que apretara la mina contra el papel el lápiz no escribía. Vaya, que no funcionaba lo mismo que una tele o una lavadora cuando se estropean o vienen con defecto de fábrica. En cualquier caso, pienso seguir comprando en el bazar chino porque poder mirar las cosas con ojos nuevos y mantener intacta la capacidad de asombro, son dos cualidades mucho más importantes para un escritor que los útiles del oficio que siempre podrá procurarse en El Corte Inglés.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Karamazov's dream

Es triste reconocer que la lectura, ni siquiera la de Dostoievski, nos mejora. Porque para captar una novela de Dostoievski en toda su plenitud nos haría falta una grandeza de corazón que es precisamente la que nos podría proporcionar el libro si fuera captado en toda su plenitud...



viernes, 2 de septiembre de 2011

Un gatito llamado A

A la pregunta de si gatito o Meninas, una gata o una persona que me caiga bien contestaría que gatito, un esteta o alguien que me caiga mal diría que Meninas. Y yo..., yo trataría de salvar a los dos contraviniendo las premisas y precipitando la catástrofe para gatito y Meninas, o aún peor, me quedaría dudando qué salvar con lo cual gatito y Meninas se quemarían dócilmente ante mis ojos misericordiosos y culpables, o lo peor de todo, mientras buscaba un traje ignífugo o un extintor dejaría que fuesen pasto de las llamas. En fin. Un colega y yo lamentábamos hace un tiempo la muerte de Foster Wallace por los libros que dejó de escribir. Y ahora me pregunto porqué no desearle una vida larga y feliz por él y por los futuros libros suyos que hubiéramos disfrutado. ¿Por qué nos dejamos meter en esos callejones sin salida de la lógica para salir siempre malparados con nosotros mismos?