viernes, 26 de enero de 2018


¿Qué vas a hacer ahora? Ahora que en la tienda no queda de tu helado favorito, que una llamada de teléfono ha reducido tu agenda a una página en blanco, ahora que intentas asirte a la rutina y ves como las hileras del calendario se tambalean hasta caer por el abismo de cualquier fin de semana.
No pensar. Si te fallan las piernas, beberte el quitaesmalte para salir de casa, aunque sea en ambulancia o en coche fúnebre, si no, caminar por las calles aunque no dejes estela en el asfalto y juegues a la gallina ciega con los puntos cardinales en cada esquina.
Hacer cosas, tener ocupación. Limpiar los cristales cuando llueve, maquillarte para desmaquillarte. Llenar una nevera que siempre se vacía, que nunca tiene lo que necesitas, porque la felicidad no se acumula ni se congela para los tiempos de escasez como el dinero de la huchas o los hielos de la cubitera. Ir a la lavandería porque la ropa no entiende de estados de ánimo, aunque sepas que no puedes echar el corazón en la colada junto con el pijama.
Seguir, porque todo puede pasar y a o mejor un día, domingo, por ejemplo, te sorprendes mirándote al espejo y decidiendo si te afeitas o no si la azul o la rosa, y resulta que te has olvidado de tu helado favorito o de tu antiguo amor.

viernes, 5 de enero de 2018

Año nuevo

Llega un momento en que es mejor aceptar nuestras variadas insuficiencias e ineficacias que desgastarse inútilmente luchando contra ellas. Como diría Dios: zanjando la cuestión: yo soy el que soy. O como diría Bartleby: preferiría no hacerlo. Cuántos desgraciados y sufridores crónicos no habrán creado los libros de autoayuda con sus apelaciones a la superación personal. No es lo mismo no tener miedo que echar mando del coraje para superarlo, lo segundo agota, porque el miedo es infinito.