domingo, 26 de septiembre de 2010

La playa en septiembre

Cualquiera que me conozca o que siga el blog sabrá que por su fondo y forma septiembre es mi mes favorito. Y si a la dimensión temporal le añado la espacial (las dos condiciones previas según Kant a toda percepción) diría que la playa en septiembre. Y he aquí un listado de algunas cosas que via ayer de cinco a ocho en la playa de la Patacona.

Un par de cuadros de San Joaquín.

Un sol que se agradece.

La silueta de las islas Columbretes.

Un pescador con dos cañas plantadas en la orilla sentado en una silla leyendo La República.

Una mujer en top-less también plantada en la orilla encarándose al sol como una garza secándose el plumaje.

Una persona (o dos si son pareja) /500 m2.

El arcoiris cuando te bañas y una ola rompe frente a ti.

Una medusa muerta en la orilla que apenas daba asco o pena.

Dos inglesas con un palito urgando en la medusa.

Gente (poca, ya lo he dicho), pero con ganas de alargar el verano.

Barcos grandes que siempre van por la una linea muy flaca.

Tanta visibilidad que verías a la gente saludando desde la cubierta.

Larus argentatus mezclándose despreocupadamente con Homo sapiens.

El mar muy calmo y de repente un ventarrón de Levante que lo encrespa y nos tenemos que ir.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Todo el matorral


Toda la vida he sido un fraude. No estoy exagerando. Casi todo lo que he hecho todo el tiempo es intentar crear cierta imagen de mí mismo en los demás. La mayor parte del tiempo para caer bien o para que me admiraran. Tal vez sea un poco más complicado que esto. Pero, si uno lo piensa bien, se trataba de caer bien y de ser querido. Admirado, aprobado, aplaudido, lo que sea. Ya me entienden. En la escuela me fue bien, pero en el fondo mi motivación no era aprender ni mejorarme a mí mismo sino simplemente que me fueran bien las cosas, sacar buenas notas y entrar en los equipos deportivos y obtener buenos resultados. Tener un buen expediente académico e insignias de victorias deportivas en mi chaqueta para enseñarle a la gente. No me lo pasaba bien porque siempre tenía demasiado miedo a que no haría las cosas lo bastante bien. El miedo me hacía esforzarme muchísimo, así que todo me iba siempre bien y terminaba consiguiendo lo que quería. Pero en realidad, en cuanto conseguía la mejor nota o ganaba el título deportivo de la ciudad o conseguía que Angela Mead me dejara ponerle la mano en el pecho, no sentía apenas nada más que tal vez el miedo a no ser capaz de conseguirlo otra vez. La siguiente vez o cuando quisiera alguna otra cosa. Recuerdo estar en la sala de recreo en el sótano de Angela Mead en el sofá y que ella me dejara meterle la mano y no sentir la suavidad viva o lo que fuera de su pecho porque lo único a lo que yo me dedicaba era a pensar: "Ahora soy el tipo al que Angela Mead le ha dejado tocarle las tetas." (...)
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............(David Foster Wallace, El neón de siempre. Trad. Javier Calvo)

domingo, 12 de septiembre de 2010

Intervención evolutiva en procesos de envejecimiento

Es el bonito nombre de una asignatura optativa que tuve que escoger al llegar tarde el año pasado a la cita de matrícula. He decidido preparármela ahora en septiembre haciendo esfuerzos ímprobos para no vomitar o volar la Facultad de Psicología al leer en los apuntes cosas como esta:

(Habla de la psicoterapia apropiada para que el jubilado acepte el final de su rol laboral).

El sujeto debe aprender que no se le elimina del sistema productivo por ser ya “viejo” o “inutil” sino que se le da un merecido descanso tras una larga etapa en la que ha contribuído con su esfuerzo al mantenimiento social general.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Esferas a las manos

Hawking dice haber demostrado que Dios no existe. Lo cual es una forma poco original de autoproclamarse Dios. Dejo aquí, mientras la Loba duerme en la alfombra, mi propia versión (en verso) del asunto.

(Mi propia versión (en verso) del asunto está siendo revisada por problemas de contenido y tono).

miércoles, 1 de septiembre de 2010

De parte de Chandler

Si no fuese duro, no estaría vivo.
Si no pudiera ser dulce, no merecería estarlo.