lunes, 29 de diciembre de 2014

Esa sensación de estar siempre pasándome de listo
(sobre todo en Navidad)

You have a dream

And I had a nightmare

Vi a Papá noel haciendo esqui naútico en la Patacona.

Y no miento
si digo que lamento
la suerte de los renos.

Aviso a navegantes

Los  cambios de diseño son accidentales y, dependiendo de mi inepcia tecnológica, temporales o eternos.

viernes, 19 de diciembre de 2014

El cerco se estrecha

Han quitado el Sánex de Mercadona.

"Ha sido dado temporalmente de baja". Me ha dicho la dependienta en ese lenguaje helador y burocrático que se gastan.

Dejé el carro y me largué. Pero ellos saben que aquí lo único temporal es mi pataleta. Hasta habrán calculado la fecha de mi regreso.

domingo, 14 de diciembre de 2014

El gato de Cheshire

Pues estaba sentado en el bordillo de la acera con un libro entre las manos como acostumbro y la cara orientada al solecito de mediodía que en invierno es un gusto, sobre todo a partir de cierta edad. No hay más que ver la cantidad de jubilados que me rodean calentando sus huesos como yo. A veces me ofrecen cigarrillos que siempre acepto porque extender el paquete dando un golpe de mano para que salga el pitillo me parece una costumbre antigua y tan honorable que ponerlos en evidencia diciendo que no fumo, aparte de mentira, sería una impertinencia superlativa. La loba, como siempre, correteando por el solar. Yo enfrascado en la lectura Pareto, y ella en sus ocupaciones percibiendo directamente el mundo a través de su olfato. Aunque a mí también me gusta más oler los libros que estudiarlos, sobre todo si son de texto y nuevos, nuestras pasiones olfativas son incomparables. El caso es que escucho unos ladridos, y en eso veo a la perra brincando ante un árbol; como ya sé de qué se trata aunque no haya presenciado la persecución, me levanto a ver al gato correspondiente que siempre es un desahogo para la vista cansada del exceso de lectura. Y allí está: dos ojazos verdes que nos contemplan desde la penumbra. Solo le falta sonreír o soltar una frase lapidaria a propósito de la situación para ser talmente el gato de Cheshire de las ilustraciones de Alicia. Cómodamente instalado entre dos ramas, atento a más no poder, nos observaba desde la altura con esa indiferencia felina por los asuntos humanos y perrunos tan perturbadora. Lo malo es que la loba seguía venga a ladrar y a darme tirones impidiendo mi desahogo contemplativo pero también provocando esa mirada gatuna de diosa egipcia tan diferente de la que ahora mismo veo en la Loba que está con la cabeza sobre el sofá implorando una caricia con ojos pamplineros y acuosos. Y es que toda situación tiene su debe y su haber. Qué fácil es escribirlo y que difícil asimilarlo. Anoche mientras corría me recreaba en la escena y pensaba que lo que distingue a los humanos de los animales no es la racionalidad, que en lo que de verdad importa, (que no son precisamente las matemáticas, pese al prestigio que tienen entre los padres) es bastante escasa en ambos, sino su incapacidad para apreciar la belleza. De todas formas, para idealismos, el de mi perra, que ahí seguía, empeñada en atrapar lo inalcanzable, igualito que si le hubiera estado ladrando a la luna.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Hasta la próxima anécdota

Casi seis años de blog y cuando termino una entrada aún sigo pensando que lo mismo de ahí en adelante no me sucederá nada digno de mencionarse.

Aunque precisamente ayer iba corriendo por la huerta de Alboraya, contento como siempre de hacer ejercicio con la perra para vencer el insomnio. Y cuando estaba en el cénit de mi esfuerzo oigo unos pasos por detrás y por el rabillo del ojo detecto a un señor mayor, uno de esos ataviados con chándal que por la mañanas hacen gimnasia sueca y por la tardes caminan aconsejados por su medico de cabecera, que me adelanta. Como soy de los que se tragan su orgullo me he forzado a no acelerar el paso para alcanzarle como me pedía el cuerpo. Cosa que no he conseguido, pues ni aún con toda mi voluntad he logrado detener a mis piernas que, sabias y autónomas, han vengado la afrenta a la altura de la señal de stop que hay a la entrada del municipio de Alboraya.

domingo, 30 de noviembre de 2014

George Oppen

Este, aunque no lo sabría explicar, lo he captado al primer golpe de vista. Seguramente por eso me gusta.

 
Las formas del amor


Parados en la ruta,
toda la noche,
hace muchos años,
vimos
un lago al lado nuestro
cuando la luna salió.
Nos recuerdo

bajando de ese coche viejo
juntos. Nos recuerdo
parados en el pasto blanco
al lado de él. Tanteamos
el camino juntos
cuesta abajo en la
brillante luz increíble

empezando a dudar
si sería lago
o niebla
lo que vimos, con nuestras cabezas
zumbando bajo las estrellas caminamos
a donde podríamos haber mojado los pies
de haber sido agua.

 
 
The forms of love

Parked in the fields
All night
So many years ago,
We saw
A lake beside us
When the moon rose.
I remember

Leaving the ancient car
Together. I remember
Standing in the white grass
Beside it. We groped
Our way together
Downhill in the bright
Incredible light

Beginning to wonder
Whether it could be lake
Or fog
We saw, our heads
Ringing under the stars we walked
To where it would have wet our feet
Had it been water.

Versión de Francisco Bitar y Gerardo Jorge

jueves, 27 de noviembre de 2014

Que pare la música

Ese momento de tener una dorada clavada en el anzuelo e irla acercando a la orilla tiene algún parecido –y no estoy siendo cínico- a pillarse los dedos con una silla de plegable. Todas las preocupaciones se desvanecen ante la intensidad del presente. Spinoza. que era un tipo listo lo dejó escrito en su ética. Yo lo sé por propia y lamentable experiencia. Claro que uno no quiere ni puede ni sabe convocar a voluntad tales momentos quizá saludables para la mente pero nocivos para los dedos.

Lo mismo por eso se inventó el cilicio. Durante mi adolescencia corría el rumor o la leyenda, porque a esa edad cualquier cosa ajena a nuestra corta experiencia se convertía en leyenda, de que mis profesores del colegio del opus lo empleaban. Hubo incluso quien contaba que había visto un cinturón con púas metálicas durante una incursión a robar exámenes. Y es que frente a los giros caprichosos de la rueda de la fortuna el cilicio presenta indudables ventajas: no daña órganos vitales, uno se lo coloca cuando lo necesita y hasta puede graduarlo según la intensidad de presente que desee padecer. A esta aberrante asociación de ideas entre cilicios, doradas, y dedos maltrechos solo le encuentro dos explicaciones: o somos tan poco animales que preferimos el sufrimiento físico al moral o es que, moralmente, sufrimos como bestias.


viernes, 21 de noviembre de 2014

Next week more

Debido a n laetable  vergozte sceso tego lesioado el dedo idice lo qe ipide a is dedos ir ás deprisa qe i pesaieto, ca fora e la qe sé escribr.

Debido a un lamentable y vergonzante suceso tengo lesionado el dedo índice lo que impide a mis dedos ir más deprisa que mi pensamiento, única forma en la que sé escribir.


martes, 11 de noviembre de 2014

Arriba y abajo

"Cuando una élite llevada por los buenos sentimientos y el complejo de culpa deja de defenderse será conquistada por sus antiguos esclavos que la tratarán sin ningún miramiento y con toda la dureza posible."
                       Vilfredo Pareto, Tratado de sociología general

sábado, 1 de noviembre de 2014

Desahogo

Ocho de la mañana. Parón de tráfico en la Ronda Norte. Los coches hacen maniobras extrañas, no mantienen la línea recta e inalterable que los conduce de casa al trabajo. Y es que hay un gatito en medio de la calzada. Cojo, desorientado, enfermo, huérfano, parece acumular toda las desdicha del universo. Como a esa horas y circunstancias yo también me siento desdichado, casi tanto como cuando en los meses de agosto de hace cuarenta años veía la publicidad de "al colegio con alegría", cuando llego a su altura en lugar de esquivarlo freno y lo escolto con el morro del coche hasta dejarlo a salvo en la acera. Pitada monumental que ni escucho porque estoy tan concentrado y sordo como lo estuvo el timonel que guió la nave de Ulises entre las maléficas sirenas. Seguramente soy más sentimental que la madre que debió abandonar a esa cría tan lamentable. Nunca he sido darwinista y puesto a escoger en uno de esos tramposos dilemas éticos que lo único que persiguen es que te sientas culpable, entre mamá y papá o minino y meninas opto por mamá y minino. Con que si el dilema se plantea entre llegar tarde al trabajo y salvar a gatito creo que ningún código ético me condenaría...

Y, en efecto, llego tarde, lo cual no es, ¡ay!, ninguna novedad, pero esta vez me respalda un acto tan encomiable que entro deseando que alguien me lo reproche. Me tomarán por loco, sí, pero a los locos, con tal de que no alteren el orden público ni corrompan a la juvenud suele dejárseles en paz. Aunque ahora que lo pienso igual ya hay un proceso en marcha que me acusa de corromper a la juventud del Ies Vilamarxant, que es donde trabajo. Yo no sé si la juventud de Vilamarxant vale lo que la de Atenas o si Sócrates se retrasaba cuando se citaba con sus pupilos para impartir doctrina o meterles mano en el gimnasio (no lo acusaron por eso sino por dotarlos de una conciencia culpable). En cualquier caso nadie me obligará a tomar cicuta. Los métodos de escarmiento, en parte gracias al mismo Sócrates, han cambiado. También pudiera se que una vez oídas mis excusas se me pregunte si siempre hay gatos que salvar. A lo que yo, eludiendo la ironía, impertérrito, contestaría que sí, que todas las mañanas hay gatos que salvar, que si nadie lo hace se acumulan debajo las alfombras y apestan. Luego subiría las escaleras y en lugar de a operar con potencias de exponente negativo, contaría mis alumnos la historia del gatito, y volviendo a las matemáticas les diría que no es cierto que las líneas rectas se crucen en el infinito. A veces lo hacen antes para salud y jolgorio de hombres, mujeres, gatos y gatas.

sábado, 11 de octubre de 2014

La intervencion

Después de tantas siestas amargadas por la indignación de ver como las hienas se comen viva a la cebra sin que el equipo de filmación del documental haga nada por evitarlo, hoy he decidido intervenir. Miraba yo la punta de la caña cuando al bajar la vista y posarla sobre la arena veo como el mar, que todo lo puede, deposita un pez diminuto y plateado sobre la arena. Una palometa que que en sus intentos por recular hacia el agua no hacía más que alejarse de la orilla y rebozarse en arena. Cuando he visto que la ola salvadora no llegaba para poner las cosas en su sitio, la he cogido y la he depositado en el agua con la cabeza hacia el horizonte. Se marcha sin dar las gracias, pero yo me siento como Dios. Después, me entra pena del cangrejo que tenía puesto como cebo para las doradas, así que desenredo  con todo cuidado el hilo de licra que lo ata al anzuelo y lo devuelvo también al mar. Ya de vuelta con el saco vacío y esta manía que tengo de cuestionar mis actos pienso que ceder al sentimentalismo es un placer que sólo puede permitirse quien tiene tarjeta de crédito. Quizá salvar a la cebra sea intervenir demasiado, pero, por qué no rematarla en vez de consentir y hasta filmar su sufrimiento. Seguro que esas hienas u otras pasado el susto volvían a por las piltrafas. El resultado es el mismo pero la crueldad menos. Y a quién diga que una golondrina no hace verano le contesto lo mismo que a la cajera del Mercadona que el otro  día me afeó la conducta de juntar toda la fruta en una sola bolsa cuando nadie lo hace.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Del natural

Como en algo hay que llenar las abundantes horas de parking, este año he explicado como se transforma un decimal periódico en fracción. Algo perfectamente inútil que la mayoría aprende como un mecanismo. Lo interesante sería que alguno llegue a vislumbrar que hay números como la relación entre la diagonal del cuadrado y su lado que no se pueden expresar como una proporción. La diagonal del cuadrado es inconmensurable. Ni aún con un teórico instrumento de precisión infinta se podría medir!!! 

Como una alumna no lo entendía, he animado a un compañero suyo, muy despierto para las matemáticas, con un sentido del humor más agudo que el bisturí de un cirujano inglés, a que se lo explicara. Y en esas estábamos cuando he escuchado la siguiente frase: "ahora, y siento no encontrar un término más adecuado, la coma tiene que correrse."

martes, 2 de septiembre de 2014

Casi nada

En la orilla del mar, tumbado entre el mar y la arena inumerables Lobo Lucas se siente tan insignificante que comprueba estupefacto como dos bañistas que venían caminando hacia él desvían su trayectoria por no pisarle.

domingo, 31 de agosto de 2014

Beatus ille

Anoche estaba concentradísimo en la orilla del mar deshaciendo un nudo del sedal cuando de pronto apareció un perrito y acto seguido se escuchó un grito: ¡Ven aquí! Me llevé tal sobresalto que al cabo e unos segundos noté como se me erizaban los pelos. Nunca había experimentado esa sensación, sólo la había escuchado o leído y la tomaba por una frase hecha sin más consecuencias. Y no es que yo destaque precisamente por mi bravura. Pensando sobre ello creo que normalmente vivo tan alarmado que no hay susto de entidad suficiente para provocarme esa reacción. Igual esa es la razón de que me guste pescar: porque logro ese estado de serenidad previa en el que hasta un simple perro me asusta. Que otros se lancen desde puentes, hagan vuelo acrobático, o visiten el templo de Delfos tratando de provocarse impresiones que los conmuevan, que a mí, con la caña plantada en la orilla, un simple perrito de la Patacona me procura emociones suficientes.

 

viernes, 29 de agosto de 2014

Leyendo Rojo y negro.

Las novelas o son geniales o no merecen la pena. No hay término medio.

domingo, 17 de agosto de 2014

En un lugar de la Mancha

En el pueblo aún quedan hombres de esos que como nunca han ido a la escuela ni visto un telediario lo que saben lo saben de primera mano, que es como hay que saber las cosas. Aunque no entienda del todo su castellano rústico y arcaico cuando hablo con ellos descanso. Dicen lo que tienen que decir y de lo que no saben callan como recomendaba Wittgenstein. Anoche mismo estuve conversando en el bar de la plaza con un pastor de mote insuperable: el feligrés. Me cuenta que lo condenaron a cinco años de cárcel por meter las ovejas en la zona militar. Cumplió dos y ahora está en libertad vigilada como compruebo por la pulsera que lleva para avisar a la autoridad competente si no se recoge antes de las ocho. Serían más de las diez pero él seguía allí con el botellín de cerveza en la mano y ganas de platicar bajo las estrellas. “Desacato a la autoridad” dice que le dijo el juez. “Para qué querrán la hierba los militares. “¿Es que no le gustan las chuletas?” Y cuando me estoy compadeciendo civilizadamente de él me dice que no hay para tanto. “En la cárcel si respetas a los jefes se está divinamente, tienes la comida a su hora, tiempo libre y compañía para jugar a las damas.” Me quedo sin palabras porque todo lo que yo sé de la vida pastoril o presidiaria lo sé por las novelas, los documentales, o las miles de cosas que tengo metidas de prestado en la cabeza.

sábado, 16 de agosto de 2014

Botón de muestra

Cuando entro en el ascensor vacilo unas décimas de segundo antes de apretar el botón de mi piso. ¿Demencia senil, crisis de identidad, o lo que es más aterrador prosaico y cierto? Me paso el día dormido, sobre todo en verano.

jueves, 3 de julio de 2014

Nulo espesor

Basta mirar los nuevos semáforos que han puesto en el centro para percatarse de que Valencia es la mejor imitación de Valencia

miércoles, 25 de junio de 2014

Los descarriados

Esta historia comienza al amanecer mientras corro por el carril bici de Alboraya. Como aún hay primavera más allá del Corte inglés durante esta época escucho el canto de del sapo partero. Más que un canto sostenido es una nota solitaria y breve pero tan profunda y melancólica que dan unas ganas enormes de desviarse del camino y acercarse a la fuente de esa música enloquecedora. Cambiando la siernas por sapos y el anchuroso mar por la acequia de la Patacona me pasa como a Ulises. Aunque como ignoro lo que cantaban las sirenas la única comparación que se me ocurre es con el sonido que emiten los semáforos para avisar a los ciegos. Comparación triste, sí, pero consuela pensar que inexacta porque el semáforo pita a intervalos regulares en cualquier estación del año y el canto del sapo es inesperado y además, si no eres sapa, cuando te acercas se calla. Lo mismo ahí está todas la diferencia: lo inesperado, lo que no va dirigido a ti, lo que pillas por el rabillo, en este caso del oído, sorprende y atrae. No es lo mismo fondearse junto al criadero de doradas de la Malvarrosa sabiendo de antemano que cada vez que cebes el anzuelo sacarás una pieza de tamaño y sabor Mercadona que esperar todo un verano y, ¡Ay!, a veces dos, a que una dorada salvaje te doble la caña. Decidle a un jugador que acertará todas las apuestas que haga y si no es un mezquino recalcitrante terminará por aburrirse del juego. Desviarse del camino a riesgo de perder a Penélope o no salirse nunca de la senda. Esa es la cuestión. Y quién sabe si entre el que nunca llega tarde a cenar y el aventurero Penélope prefiere que la cena se enfrie y ganamos la apuesta. Además de que, como es sabido, a veces los sapos se convierten en príncipes. Y un corolario: mejor correr sin cascos ni tapones de cera

 

domingo, 22 de junio de 2014

conducta ejemplar

Una vez muerto dios yo creo que nuestra felicidad se incrementaría notablemente si lleváramos una cámara de 24 horas conectada a cualquiera que tenga una buena opinión sobre nosotros.

sábado, 24 de mayo de 2014

Atado y bien atado


Como un ataque frontal a prejuicios bien establecidos no hace sino redoblar las defensas que los sostienen difícilmente convenceré a nadie que no haya abierto los ojos y percibido, como el crío de la fábula, la escandalosa desnudez del rey. Que en España no hay democracia es un hecho comprobable pese a lo que digan quienes rebuznan a favor del viento  o los títulos que acrediten. Sin otro propósito, pues. que el de explayarme lanzo mi proclama a favor de la abstención en las próximas elecciones europeas. Mala denominación porque lo que es elegir, los súbditos de esta monarquía no eligen a nadie. Quienes eligen son ellos, los jefes de los partidos, que seguramente ya perdieron la cuenta de las dentelladas que han tenido que dar para estar donde están. Los ciudadanos votan con la ilusión de que con otros políticos disminuirán la corrupción y el despotismo. Falsa ilusión porque todos los políticos son iguales, sí, el tópico es cierto, en este sistema todos son iguales. Ya desde los tiempos de Tucídides se sabe que el poder corrompe y pervierte. Para evitarlo se creó la democracia que mediante la elección de los gobernantes por los ciudadanos y la vigilancia de los distintos poderes entre sí es la única garantía para prevenir los desmanes de quienes gobiernan. Pero en España, y menos en las elecciones europeas, no hay democracia: ni elige el ciudadano ni los poderes del estado están separados y se contrapesan.

 
 
  1. El votante no elige, simplemente refrenda una lista elaborada de antemano cuyos candidatos no representan a nadie salvo a los oligarcas de los partidos que los escogieron previo compromiso de fidelidad. El ciudadano elegiría sólo en el caso de que se presentaran candidatos por circunscripciones. Quien gana por mayoría, a una o dos vueltas, se lleva la circunscripción (un barrio, un distrito, una ciudad) convirtiéndose en su representante. Que tiene una oficina abierta en su distrito y lleva al parlamento la voz de ese distrito. Si no cumple, difícilmente volverá a ser elegido. El resto vuelve a su trabajo. Los votos de los sistemas proporcionales (algo inaudito antes de la Segunda guerra) no representan a nadie salvo a quienes elaboran las listas. Y aún hay cándidos que creen que el problema es la falta de proporcionalidad o el bipartidismo. Tiene toda la lógica que sus señorías voten en el parlamento según las indicaciones de quien los ha sentado ahí. Y que jamás se les vea atender a los ciudadanos ni hacer campaña en el lugar donde fueron elegidos.
 
2. Los poderes no son independientes ni emanan de los votantes: ni en España, ni mucho menos en esta Europa antidemocrática diseñada al servicio de estos politicuchos (y de los poderes fácticos de quienes son títeres). Caso español: No hay elecciones separadas a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Como en las dictaduras, el presidente del gobierno, que tampoco es elegido por los ciudadanos en votación directa sino autoproclamado de antemano por él mismo o los oligarcas de su partido, elige al legislativo (mediante las listas que él hace y los ciudadanos refrendan) y controla la judicatura, pues los miembros del Consejo general del poder judicial y a los magistrados de ese absurdo Tribunal constitucional diseñado al servicio de los gobernantes se eligen en el parlamento, donde, por cierto, los miembros del poder ejecutivo descansan el culo, votan y mandan lo que se ha de votar sin ningún empacho.
 
La corrupción y la sinvergonzonería no son cuestión de personas. Cualquiera, no importa su ética o ideología, se corrompería en un sistema así. Aunque lo normal es que ya esté corrupto de antemano debido a las cuchilladas que habrá asestado, o los felpudos que habrá lamido para llegar a puestos de privilegio en las listas de su partido. La única opción que le queda al ciudadano si quiere ser ciudadano y no súbdito es no votar. Nuestro voto refrenda el sistema, les da fuerza y endurece aún más su jeta. Para salvaguardar, por ejemplo, sus privilegios acordonando el parlamento con la policía ante el acoso de unos ciudadanos indignados que padecen los síntomas pero en su mayoría desconocen, por desgracia, el diagnóstico. Moderemos nuestro apetito. Buscando el mal menor no caigamos en el engaño de legitimar a esta oligarquía infame con nuestro voto Recordemos que en este sistema todos son lo mismo: politicuchos que pintan el cemento de su cara de color azul, rojo, verde o hasta con el arcoíris completo, según la demagogia que practiquen. No votar (y hacer pedagogía de lo que sucede) es la única forma de cambiar las reglas de este juego que toma por imbéciles a los gobernados.

domingo, 11 de mayo de 2014

Paisaje escolar

Reconozco mi culpa. Muchas veces en clase cuando los alumnos resuelven ejercicios saco un libro de la mochila y me pongo a leer. Son textos breves: poemas o aforismos que me permiten atender la clase por el rabillo del ojo mientras leo. A veces quienes se sientan frente a mi mesa o cualquiera que viene con una duda ven la portada del libro que intencionadamente dejo vuelto hacia arriba y preguntan por él. Yo cuento cualquier anécdota sobre el autor o incluso leo un fragmento, a veces en voz alta para que oigan todos. Si no entienden que al menos lo escuchen como una oración. Porque es preferible orar a leer esos libros adaptados a su edad escritos por farsantes que harán odiar la literatura a todos incluyendo esos pocos que hubieran encontrado en ella esparcimiento, consuelo y vida más allá de los honorables límites comarcales. Lo hago sin ninguna pretensión, me gusta leer, eso es todo, pero tengo comprobado que esta enseñanza, digamos tangencial, es más efectiva que regurgitar un programa sin descarrilar. Lo inesperado asombra y queda en la memoria.

Hoy el libro en cuestión era el de los aforismos de Kafka, cuya portada es una foto de estudio del escritor muy joven. Una alumno de segundo de la Eso que lo ve me pregunta: "¿Profe, quién es ese chico?" Después de la carcajada he hablado durante un rato de Kafka y hasta he leído el aforismo que dice: “una jaula salió en busca de un pájaro.” La mayoría lo habrá escuchado como quien oye llover, pero el sonido de la lluvia es agradable, y más en Villamarchante con la sequía que hay.

sábado, 3 de mayo de 2014

Jugador

Como no hay jugadores
que se sacien
con la primera apuesta
la casa siempre gana.

Tiempo por delante

Llevamos tanto tedio acumulado a lo largo del puente que la loba dedica la tarde a atrapar una mosca que pulula por la casa con tan poco éxito como el mío para ponerme los zapatos salir a la calle y alzar la barbilla a lo que la tarde me depare. Alguien dijo que consumimos la mayor parte de nuestra energía en un esfuerzo inútil por salir del diletantismo al que nos entregamos por miedo de aburrirnos. Si en lugar de esforzarnos nos rendimos al aburrimiento, como yo esta tarde, llega la recompensa del tedio, estado casi zen que desaparece cuando desatendemos el vuelo de esa mosca y empieza a preocuparnos la cotización siempre cambiante del yen, por poner un ejemplo que interesará al que quiera viajar a Japón en un esfuerzo abrumador por librarse de su aburrimiento.

miércoles, 23 de abril de 2014

Anotación pascuera

De pequeño pensaba que correr era el estado natural del ser humano. Y estaba tan convencido que me sorprendió mucho comprobar en las clases de gimnasia del colegio que correr cansa

viernes, 11 de abril de 2014

Perra disculpada

Hace ya tiempo que, movido por ese gran motor de las actos humanos que es la culpa, compro para la Loba salchichas del Mercadona. Mi perra es insaciable, desconoce la vergüenza que, bien administrada, tanto facilita las relaciones humanas. Por mucho que haga siempre estaré en deuda con su inocencia. Así que me conformo con evitar la ruindad de darle las salchichas como premio. La naturaleza no entiende de premios o castigos. Un bofetón en caliente (no a tiempo, por dios) me parece un correctivo infinitamente más saludable que cualquiera premeditado. Si pongo un positivo a una alumna, porque casi siempre son ellas quienes me lo exigen, lo hago a regañadientes, menos por mezquindad que por vergüenza. Antes me acomplejaban las libretas de mis compañeros repletas de registros perfectamente alienados en varios colores, sin una sola vacilación o tachadura. Ahora exhibo la mía monda lironda y aún así desastradísima sin complejos pero sin alardes.
El caso es que cada mediodía, tengo mi ratito cirquense en la cocina: saco una salchicha de la nevera y la corto en pedazos que lanzo al aire sin otro motivo que ver a la loba feliz haciendo cabriolas para atraparlas. Salvo ayer, porque mientras trataba de extirpar una salchicha uno de esos imposibles envoltorios contemporáneos que las encorsetan, la perra con un quiebro de su hocico infalible, me la ha birlado. Me he enfadado mucho, tanto, que el animal con las orejas gachas pero la salchicha en el estómago se ha encaminado al cuarto de baño para autocastigarse como suele hacer para prevenir males mayores. Tan desproporcionado era mi enfado que en seguida supe que no había tenido un buen día en el instituto. Los perros que como la Loba, y lo digo orgulloso, conservan su instinto, o cualquier compañía humana mínimamente exigente son especialistas en amplificar nuestro estado anímico. En soledad el día hubiera transcurrido y muerto monótono, sin que yo me percatara de si el faltaba el ton o el son. Lo que está claro es que, aparte de la salchicha, el animal me había arrebatado la oportunidad de sentirme generoso. Yo no sé si en eso reside todo el innoble secreto del altruismo. Es igual, me exculpo pensando que no hay peor mezquindad que negar una limosna por escrúpulos morales. Los motivos de nuestros actos se los lleva el viento, pero la limosna queda tintineando en el bolsillo o calentado el estómago de su, agradecido o no, destinatario.

 

domingo, 6 de abril de 2014

Vuelta del sur

Las tumbonas han vuelto. Preguntado el operario si pasan el invierno en los mares del sur se ha limitado a sonreír. Sabia sonrisa porque negarlo hubiera sido traicionar la alegría.

                               Foto: Alicia Céspedes

lunes, 31 de marzo de 2014

Oración

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 escrito desplazando los dedos un lugar hacia la derecha en el teclado

Medusas

Consumo muchísima más energía buscando el mando de la tele de la que gastaría si me levantara cada vez a cambiar de canal. De todas formas como al cambiar de canal aparece otro tampoco se soluciona nada.

sábado, 22 de marzo de 2014

Bodegón

Yo no sé si la naturaleza imita el arte o el arte imita a la naturaleza, pero si hace un momento, mientras me preparaba la cena, alguien me hubiera preguntado a qué se parece una alcachofa hubiera contestado que a una alcachofa de Mercadona.

domingo, 16 de marzo de 2014

Gatos muertos

La dispersión

"La gente de mi generación se dispersa en el exilio. Del ramo vivo de nuestra juventud no quedan más que dos o tres pétalos empalidecidos. La muerte, la política, el matrimonio, los viajes han ido separándonos con silencio, cárceles, posesiones, océanos. Años atrás, al comienzo, nos reúniamos a la sombra de paraísos florecidos y charlábamos hasta el amanecer. Recorríamos la ciudad a paso lento, de las calles iluminadas del centro al río oscuro, al abrigo en el silencio de los barrios adormecidos, en las veredas frescas de los cafés, bajo los paraísos de la casa natal. Fumábamos tranquilos bajo la luna.
De esa vida pasada no nos quedan hoy más que noticias y recuerdos. Pero todo eso no es nada, si se compara con lo que les sucede a los que no se han separado. Entre ellos el exilio es más grande. Cada uno ha ido hundiéndose en su propio mar de lava endurecida: y cuando miman una conversación, nadie ignora que no se trata más que de ruidos, sin música ni significación. Todo el mundo tiene los ojos vueltos hacia dentro, pero esos ojos no miran más que un mar mineral, liso y grisáceo, refractario a toda determinación, Y si, por casualidad, uno logra contemplar sus pupilas, lo que sucede rara vez, alcanza a ver como el reflejo de un desierto desde el cual el Sahara ha de tener sin duda los atributos de la Tierra Prometida".
                                                                    Juan José Saer, Argumentos

sábado, 1 de marzo de 2014

Por cierto, ¿agua corriente viene de corriente o de corriente?

3D

Ahora que hago vida de jubilado puedo pararme sin culpa a mirar las musarañas o apoyarme en el pretil de un puente a ver correr el agua. En Valencia, a falta de agua corriente, se puede ver fútbol. El otro día estaba tan abstraído mirando un partido que después de un magnífico gol que metió un chavalín al más puro estilo Falcao estuve un rato esperando a que dieran la repetición.

jueves, 6 de febrero de 2014

Que discrepen los necios

La libertad política de un ciudadano depende de la tranquilidad de espíritu que nace de la opinión que tiene cada uno de sus seguridad. Y para que exista la libertad es necesario que el gobierno sea tal que ningún ciudadano pueda temer nada del otro.
Cuando el poder legislativo está unido al poder ejecutivo en la misma persona o en el mismo cuerpo, no hay libertad porque se puede temer que el monarca o el Senado promulguen leyes tiránicas para hacer las cumplir tiránicamente.
Tampoco hay libertad si el poder judicial no está separado del legislativo ni del ejecutivo. Si va unido al poder legislativo, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, pues el juez sería al mismo tiempo el legislador. Si va unido al poder ejecutivo, el juez podría temer la fuerza del opresor,
Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o las diferencias entre particulares.
                                       Montesquieu, Del espíritu de las leyes.

martes, 28 de enero de 2014

Berlín: vida cotidana

Mientras escribo estas líneas Enrique está trabajando en la Universidad. Cuando acabe de escribirlas, me subiré a cualquier autobús, erraré por un suburbio indeterminado y regresaré a casa. A eso de las seis vendrá Enrique, y trabajará un rato en sus teoremas mientras yo leo. Cuando se canse dará una voz y nos vestiremos para ir a cenar en cualquier restaurante de poca monta. Después, una copa en un garito de esta misma calle con música en directo y antes de medianoche otra vez en casa. Somos un matrimonio tan bien avenido que hasta ahora ninguna alemana nos ha dirigido la palabra

Cielo sobre Berlín

Tengo comprobado que en un avión, te sientes donde te sientes, siempre te toca el ala.

Berlín: las almohadas

Como ya había comprobado de otras estancias las almohadas alemanas son magníficas: cuadradas, grandes, con el relleno distribuido con una uniformidad impecable. Y lo mejor es que a pesar del tamaño cuando apoyamos la cabeza ceden lo justo para que descansemos con total confort. Ahora mismo estoy sentado sobre una que me sirve admirablemente de cojín. Como nada es perfecto, compruebo consternado que no me cabe en la maleta. 

Berlín: peatones alemanes

Los peatones al borde de la acera aguardan pacientes a que su semáforo se ponga verde. Nadie cruza en rojo, aunque no haya ningún coche a la vista (para ser una gran ciudad apenas ruedan coches en Berlín). Los primeros días yo también espero por delicadeza. No quiero parecer un extranjero ventajista. Esa obediencia a órdenes en apariencia absurdas para el individuo seguramente expliquen la prosperidad colectiva. Y también son una explicación mejor que el odio a los horrores del genocidio. 

 

Otra ciudad

Berlín: llevo cuatro días aquí y, sin pretenderlo, ya ordeno mis actos conforme a una pauta. Otros viajarán huyendo de la rutina. Yo siempre que me marcho, lo hago huyendo del caos. Cuando uno lleva sólo lo que cabe en una maleta la vida se simplifica.

Berlín: el zoo del este


Como Berlín fue dos ciudades en una, muchos establecimientos están duplicados. Hoy he visitado Tiepark, la casa de fieras del este. No sé si atribuir al esnobismo o a una tendencia romántica irreprimible lo que me impulsa a presentarme en lugares así. Los museos me abruman, qué le vamos a hacer. Entro a eso de las dos y media, cierran a las cinco, con una temperatura de diez bajo cero y una capa de nieve del tamaño de mi dedo índice. Desolación indescriptible, como un bosque turolense el día más inhóspito del invierno. Ni una animal a la vista. Los primeros que me topo, y los únicos que veo moderadamente a gusto, son, lo juro, un grupo de osos polares. Sigo adelante, ilusionado de pisar nieve virgen. De pronto, un cementerio. Ya estoy tan ambientado que no me sorprende lo más mínimo. Una docena de losas, todas de  miembros de una misma familia. Más allá, el pabellón de las fieras y el de los elefantes: dos armatostes destartalados de hormigón deslucido, más plomizo aún que el cielo. Aquí al menos se está calentito, pero huele fatal. La vida sin decoración no merece la pena, eso, por lo visto se les olvidó a quienes planearon el paraíso en la tierra.  Los elefantes están tan apáticos que ni se inmutan cuando intento compartir con ellos una manzana. Alguien debería informar a estas pobres criaturas que el comunismo acabó hace veinticinco años.  Con lo ufanos y lustrosos que se veía a los animales del zoo occidental –quizá el mejor del mundo- que visité hace dos años. Aquí todos los habitantes tienen ese aire resignado del quien vive con techo y comida aseguradas pero sin más horizonte que los barrotes de enfrente. Prosigo mi errar y de repente me acuerdo del reloj: cuatro y media. Sensación de pánico. Voy totalmente desorientado, el zoo ocupa una arboleda inmensa y los escasos carteles están en alemán y cubiertos de nieve. Me viene la imagen del capitán Scott y su trágico fin regresando del polo. Por suerte logro mantener la calma suficiente para encontrar el cementerio (probablemente una familia que murió de frío buscando la salida), los osos polares y la puerta. No descarto volver, pero de hacerlo será equipado con una brújula, un sonajero y una temperatura ambiental suficiente para poder sacar la mano del abrigo y agitarlo al son de alguna melodía cubana precastrista. Y, que no se me malentienda, mejor el áspero hormigón soviético que el cartón piedra del Bioparc. Con según qué decoración la vida tampoco merece la pena.