Los peatones al borde de la acera aguardan pacientes a que su semáforo se ponga
verde. Nadie cruza en rojo, aunque no haya ningún coche a la vista (para ser
una gran ciudad apenas ruedan coches en Berlín). Los primeros días yo también
espero por delicadeza. No quiero parecer un extranjero ventajista. Esa
obediencia a órdenes en apariencia absurdas para el individuo seguramente
expliquen la prosperidad colectiva. Y también son una explicación mejor que el odio a los horrores del genocidio.
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