Yo no sé si es práctica común levantar un poco la bolsa al pesar la verdura. O comprar plátano de canarias a precio de bananas. Confieso que solía hacerlo. Y hasta me pillaron alguna vez. Miento si digo que lo hacía por ahorrarme unos céntimos o por motivos ideológicos. Era simplemente la pequeña droga que oponía a la rutina de la compra semanal. Otros se lanzan desde un puente los fines de semana, yo me conformaba con comerme un kiwi gratis. Lástima que ahora la empresa haya puesto a disposición de sus víctimas unas bolsas de plástico tupidas y enormes. Arrancas una del montón y sientes la extraña e inconfundible sensación de que la bolsa pesa. Cinco gramos, según compruebo en la báscula. O sea que lo que antes hacía por placer deportivo ahora lo hago para evitar que me roben. Y no hay nada más triste que hacer algo cargado de razones. Aunque sean de peso.
martes, 23 de julio de 2013
jueves, 11 de julio de 2013
Pescar en dique seco
Lobo mira de reojo a esos hombre que, al caer la tarde,
se pasean armados con bastones para detectar metales entre las primeras gaviotas y los últimos bañistas
de la Patacona. Esos que seguramente están todavía allí porque extraviaron
algo. Al final, el recelo deja paso a la curiosidad. A fin de cuentas, él
también es pescador: ¿De dónde vienen? ¿Dónde aprendieron el oficio? ¿Qué
llevan en esos macutos tan voluminosos? ¿Venderán en Decatlón el kit de pesca
en arena? ¿Observarán, golosos, las orejas de cierta bañista con los ojos
apuntando unos grados más hacia arriba que el común de los mortales? ¿Por qué
no estarán en la playa de Marbella en
vez de buscar la calderilla que sobra de los polos de horchata?
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