Lobo mira de reojo a esos hombre que, al caer la tarde,
se pasean armados con bastones para detectar metales entre las primeras gaviotas y los últimos bañistas
de la Patacona. Esos que seguramente están todavía allí porque extraviaron
algo. Al final, el recelo deja paso a la curiosidad. A fin de cuentas, él
también es pescador: ¿De dónde vienen? ¿Dónde aprendieron el oficio? ¿Qué
llevan en esos macutos tan voluminosos? ¿Venderán en Decatlón el kit de pesca
en arena? ¿Observarán, golosos, las orejas de cierta bañista con los ojos
apuntando unos grados más hacia arriba que el común de los mortales? ¿Por qué
no estarán en la playa de Marbella en
vez de buscar la calderilla que sobra de los polos de horchata?
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