domingo, 4 de julio de 2010

Otra vez Wolfe

El otro día compré Afuera canta un mirlo, (vaya titulazo) el último poemario de Roger Wolfe que edita Huacanamo con amor y sobriedad. Han transcurrido diez años desde su último libro y creo que Wolfe sigue teniendo recorrido como poeta. Más mesurado, sin ser un estilista pero atendiendo más que antes a la forma y al ritmo, con poemas menos extensos que conservan esos giros finales que te revuelven la boca del estómago; mejores o peores, quizá en este libro no haya ninguno decididamente genial, en todos ellos siempre queda latiendo algo que seguramente tiene que ver con la poesía. Wolfe, como buen inglés, está a años luz del barroquismo atronador, del silencio de quienes harían mejor callando de verdad, del realismo pinturero que se estilaba por aquí hace unos años (ahora los peores de quienes lo practicaban han mostrado su verdadero rostro) o de los afeites de la actual cosmética. Un libro menos extremo de lo acostumbrado en él, más apegado a lo real, con un buen uso de la elipsis. A veces sus poemas resultan tremendistas en exceso o directamente fallidos, pero un poema fallido resulta más instructivo que uno indiscutible. Quien falla es porque asume riesgos y la poesía de Wolfe acostumbra a caminar sobre el filo de lo prosaico, sabedora de que el arte siempre está a un paso de despeñarse. Poesía que me gusta por su desparpajo, porque no es intocable sino hospitalaria, en absoluto endogámica, que invita a entrar, a ser modificada, a sentirse libre y capaz criticarla o enmendarla. A los que cada vez nos cuesta más reconciliarnos con el género libros como este nos desintoxican y sirven como terapia.
Por respetar la integridad del libro dejo aquí un poema de otro anterior: Arde Babilonia (1994).
.


Solo
.
Es como siempre
habías querido
estar
y no podías
hasta que
de repente
lo estás
y entonces
ya no quieres
estar solo
pero claro
quién no quiere
lo que no tiene.
.
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