sábado, 30 de mayo de 2009

Mala fe, ignorancia, consenso y mentira

El consenso, resultado de las oligarquías como la que padecemos en España, es tan dañino para la vida social como para la ciencia. En ciencia, cuando algo se desconoce, o se carece de un principio espistemológico unificador que deseche unas teorías y convalide otras, surge el consenso, una especie de aureas mediocritas que trata de conciliar lo inconciliable. En la sicología pseudocientífica académica el consenso está a la orden del día (no olvidemos que la institución universitaria ejemplifica muy bien la oligarquía donde diversas cátedras se reparten cuotas de un poder inviolable) pues por ignorancia y mala fe se carece de unos principios claros que expliquen y refrenden los hechos
En emoción, por ejemplo, ignoran algo tan elemental para unificar las emociones como el placer que traslada la energía del centro a la periferia del organismo y el displacer que la moviliza hacia el centro (diafragma). Lo que llaman emoción entonces se convierte en un totum revolutum con explicaciones dispares y emociones pintorescas tales como orgullo, empatía, asco, celos, verguenza, bochorno, ansiedad, felicidad...una lista de emociones tan interminable y poco operativa como las diversas experiencias subjetivas humanas registradas en el diccionario.

Estos idólatras de las ciencias duras, podrían tomar ejemplo de las matemáticas. En ellas, al ser una pura creación mental, el consenso es inviable y la verdad (porque sólo podemos hablar de verdad cuando dejamos fuera el mundo) se abre paso de modo aristocrático. En la institución universitaria cuando se trata de ciencias humanas, demasiado humanas aparecen la mala fe, la ignorancia y sus dos corolarios: consenso y mentira.

1 comentario:

  1. claro, es que toda estructura organizativa es una forma de consenso, por lo tanto de negación... ¿cómo articular algo que evite la negación de las posturas y fabrique falsos acuerdas? Hay que abrir espacios públicos de participación... El problema de las matemáticas, quizá esté en los matemáticos... Humanos, demasiado humanos...

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