sábado, 2 de noviembre de 2013

Peatón con perro

Paseo por Maximiliano Tous. La loba caga en la acera. Hasta aquí todo normal. El animalito hace lo mismo que hicieron todos sus ancestros antes de que hubiera ciudades y ciudadanos. Incluso podría decirse que debajo de ese excremento se edificó la ciudad. No trato de disculparme. La voy a recoger. Como no llevo nada para quitarla, me fijo en un cartel de se vende piso pegado a un buzón. Y cuando lo voy a arrancar pienso que no, que perjudico a quien lo ha puesto. Y así oscilo entre dejar la caca o dejar el papel sin saber qué decisión tomar. Se me dirá con razón que podría haber buscado otra cosa para recogerla. No soy tan tonto como para que los folletos de Mediamarkt me pongan en ningún aprieto moral. Pero alguien podría pisarla en el intervalo, y además me da vergüenza irme a por un papel y dejarla ahí. ¿Poner un cartel de ahora regreso? Lo descarto porque tanto civismo sería ridículo. ¿Pero, por qué me preocupa ser excesivamente cívico? ¿Estaré sólo salvaguardando mi apariencia a costa de los zapatos de mis semejantes? Aparte de que, si tuviera un papel para escribir, lo utilizaría para limpiar la caca. Pero, ¡ay!, en esas tesituras la lógica perogrullesca me está vedada. Pepito Grillo canta con tanta fuerza que el sentido común se convierte en un imperativo tan categórico que en lugar de auxiliarnos nos aplasta. Dudas así de triviales, si aceleramos el péndulo lo suficiente, pueden llevar a un tipo de apariencia corriente al suicidio. Posiblemente Hamlet dude entre ser y no ser. Un peatón contemporáneo duda entre recoger la caca o no.

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