sábado, 16 de mayo de 2015

La culpa, un charco sin orillas

A veces el rostro serio y la voz opaca que me he labrado a lo largo de los años (exculpo a las circunstancias) me juega malas pasada, otras actúa en mi favor. El caso es que en Decatlón pagando los gusanos para pescar después de aguardar en una cola más larga que una lombriz coreana maxi,  cuando por fin me toca extiendo en el mostrador los gusanos y con una sonrisa algo deteriorada por los minutos de cola, le digo a la cajera siete: "un regalito", porque sé por experiencia de los problemas de las cajeras en particular y de las chicas en general con los gusanitos. Y en eso ella que contesta: "Vale, pero estoy obligada a cobrarte un mínimo, el precio de una bolsa, que son cinco céntimos". De haber sido una tienda del barrio hubiera aclarado el malentendido. (ya me estoy contradiciendo y exculpando) Pero entre lo poco que me gusta Decatlón y el bajón que supone tener que explicar un chiste he accedido sin ni siquiera protestar porque pretendieran cobrarme un regalo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario