domingo, 11 de abril de 2010

Un huésped panorámico, Andrés Navarro

Afirma Andrés Navarro en una declaración poética que para un escritor tan peligroso es repetir errores como aciertos. Y aunque tal declaración encierre la paradoja de que un acierto repetido deja de serlo, puede aplicarse con todo justicia a este nuevo libro del autor: desde La fiebre, libro que ya anunciaba a un buen poeta, a este Huésped panorámico la evolución es grande. Y sustanciosa. Un libro, debe advertirse, nada complaciente con el lector y tampoco, desde luego, viene a ser lo mismo y es más de agradecer, con el autor. Que, por su complicación, no se agota en una primera lectura. Poemas que suelen empezar con una declaración, una puesta en escena, o un largo enunciado formulado sin temblores de voz, casi como un axioma que termina volviéndose contra sí mismo, orbitando sobre un planeta que nunca se nombra, trabajando más por exclusión que por inclusión, explorando múltiples facetas y perplejidades para terminar contradiciéndose o tratando de abrigarse sin conseguirlo en lugares aún no mancillados por necesidades que imponen un orden unívoco a las cosas. Porque quien mira o siente o trata de explicarse inevitablemente impone su mirada o sentir o razón sobre eso que llamamos realidad (también a las realidades morales). Y esta se niega a ser apresada debido a que la mirada, puesta en contacto con su reactivo altera sin remedio lo percibido. Solución: ¿acaso la hay? Desconfiar de uno mismo, tratar de apearse para observar lo que sucede pagando el peaje que ello supone, fingir muchos órdenes efímeros para escapar al caos. O al vacío,  porque a menudo, uno se pregunta si hay algo detrás de versos tan celosos de lo que encierran.
.
Poesía, ya lo he dicho, moral pero no aleccionadora, meditativa, urgentemente meditativa, valga la paradoja, nostálgica tal vez de un orden natural inalterado, poesía también con pequeños respiros de ternura. Poesía de primeros planos poesía donde su autor intenta mantener un equilibrio inestable con un pie fuera y otro dentro de lo narrado, versos en los cuales lo mirado con detenimiento y frialdad deviene tremendo y hasta monstruoso (oportuna la cita de Capote) puesto que alza el velo que las buenas intenciones extienden ¿piadadosamente? sobre las cosas.
.
Métricamente resalto una total ausencia de sonsonetes: el metro, moderadamente imparisílabo, fluye liviano adecuándose con soltura a la larga cadencia de las frases. Pienso que Navarro posee una voz personal e inteligente, alejada por igual de la la cotidianidad caricaturesca, o la vacuidad de los versos "bonitos" tan presentes en estos pagos.  Un libro, en fin, este Huésped panorámico, que me ha gustado e incomodado por igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario