martes, 11 de octubre de 2011

Joaquín O. Giannuzzi

Esta entrada se ha hecho esperar lo suyo. No quería lanzar las campanas al vuelo sin haber leído varias veces este libro para cercionarme de que, en verdad, no me engañaba. El jueves pasado en el Autorex, ida y vuelta Valencia-Madrid, ocho horas para leer sin interrupciones, lo leí de nuevo disfrutando cada verso como hace tiempo que no disfrutaba de un libro de poemas escrito en español. A veces hasta repetía algún verso en voz alta, despreocupado de que mi vecino de viaje pensara que se sentaba junto a un loco. Y, ciertamente, en ese momento, lo estaba, porque “Señales de una causa personal” el cuarto poemario de los doce que componen la abundante obra del poeta argentino Joaquín O Giannuzzi, me ha gustado con locura. La obra completa es un grueso volumen que reposa ahora mismo inocentemente a mi izquierda en el sofá, disimulando ladino que es una auténtica bomba lanzada contra cualquiera que lo abra y se disponga a leerlo con un mínimo de honradez. Porque la poesía de Giannuzzi es, ante todo, honrada: nunca se vende por una imagen hermosa o un verso ocurrente. Y también, pese su apariencia ceniza, es poesía que manifiesta una infinita piedad por los seres y las cosas. Porque de Joaquín Giannuzzi, que murió en 2004, se puede asegurar que fue un hombre de corazón ancho que amó, sintió y supo poner en palabras y sin patetismos la inmensa contradicción de saberse finito y destinado a la muerte. Como los escritores que me gustan Joaquín Giannuzzi no cambia de tema ni necesita reinventarse a sí mismo en cada libro, tampoco se ve afectado por los vaivenes de las modas. Tal vez por ello, en los años del boom de las letras hispanoamericanas, los de la literatura “comprometida”, folclórica o estilosa, Giannuzzi fuera un perfecto desconocido incluso para los poetas argentinos de su tiempo. Su tema, ¿acaso hay otro?, es el de la aceptación resignada del acabamiento y al mismo tiempo la rebeldía ante la finitud de nuestro mundo personal. La de Giannuzzi es una poesía meditativa, urgente, que nunca sermonea ni se pone enfática o ensimismada. Una poesía que al modo de los clásicos plantea un tema, lo desarrolla y remata sin trampa, fragmento o cartón. Una escritura que casi siempre parte de una imagen cotidiana: la vista de una gallina picoteando a través de una ventana, el mostrador de una carnicería, un vertedero, un accidente de tráfico (fue redactor de sucesos en el diario “Crítica”), una dalia en un jardín, una antigua fotografía..., imágenes todas ellas que permiten al poeta reflexionar y alzarse hasta cimas insospechadas de conocimiento al alcance de cualquier lector. Todos somos Giannuzzi, podríamos decir, porque en el fondo todos estamos hechos de la misma sustancia perecedera. Cierto es que esa mezcla de rebeldía y resignación, difícilmente podría ser de otra manera, se manifiesta a veces en forma de un humor negrísimo por el que el poema respira; humor que nunca, por fortuna, es irónico porque el poeta argentino no se disfraza ni tiene cuentas pendientes con nadie, como no sea consigo mismo. Poesía también social en el sentido más amplio y noble del término, entre otras cosas porque disecciona sin piedad a una clase media argentina cómplice por omisión de un horror, de la que él formó parte. De la que casi cualquiera, porque son malos tiempos para la épica, hubiéramos podido formar parte.
Y poco más. Agradecer a la Fundación Sibila del BBVA la edición de esta obra completa, me complace saber que al menos una mínima parte del dinero de mi hipoteca haya servido para editar la obra completa de este poeta inmenso con un emotivo prólogo de Jorge Fondebrider.
Hay varios poemas accesibles y hasta una de sus libros:”Violín obligado”, en la red. Dejo aquí, a modo de muestra, dos poemas de los más de cien que componen “Señales de una causa personal”, el libro suyo que prefiero.

El hueso de la gaviota
Breve y liviano sobre la playa, aéreo
el último hueso de la gaviota
aguarda la disolución en manos de los elementos.
No está previsto un accidente
que modifique la situación.
El sólido cuerpo del planeta
también espera,
pasivamente espera y con dulzura
el retorno del hueso a su garganta.
Cincuenta millones de años
contra unas semanas de vuelo.
No hay injusticia en la proporción
sino confianza y un pulido equilibrio
entre el agua el viento y la temperatura solar.
Y allí de pie, el poder humano,
buscando en el cielo un agujero
donde meter la cabeza y si es posible
una eternidad independiente
de uso privado y esqueleto propio.

El buitre y yo

Desde lo alto el buitre
ausculta la agonía del caballo.
Pronto caerá la noche, el buitre
se da tiempo.
....................Todo se cumplirá, no hay error
que impida el desayuno
bajo el sol de la próxima mañana.
También a mí la sombra
me empuja a la guarida.
Pero enciendo una lámpara
y me construyo un universo humano.
Hay demasiados nervios en mi ojo más apto
para esperar dormido
la gracia del día siguiente.



4 comentarios:

  1. Nada que añadir. Bueno sí: está bueno con cerveza.

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  2. Además de excelente, considero muy oportuna tu entrada Nacho, teniendo en cuenta que nos hemos apuntado al taller de poesía, y que mientras Giannuzzi consideraba que "un mal poema afea el universo" otros como el chileno y coetáneo suyo Jorge Teillier (opacado por Neruda) sostenían que "no importa ser buen o mal poeta, escribir buenos o malos versos... sino superar la avería de lo cotidiano y no aceptar los valores que no sean poéticos". ¿No te parece un buen tema de debate? Finalmente, Giannuzzi titula un poema "Momento de Proust", de quien mi mujer era devota. Ya no recuerdo cuándo, pero una de mis poetisas preferidas, Blanca Andreu, hablaba de la hora "cianuro Cioran", y me fui aficionando a ese código de momentos (de Vivaldi, de Ballantines, de Aute...). Sin duda este es el momento de Docavo. Saludos.

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  3. Entre la cerveza y el Ballantines esto se está poniendo de lo más entonado. A mí Giannuzzi me parece seco y sin florituras como un orujo blanco.
    Yo diría que un mal poema es de lo más antipoético que existe. Bueno, al menos, concedámosle el ser inofensivo. Ese sí que sería otro tema de debate: ¿Es inofensivo un mal poema? ¿Se puede afear impunemente el mundo?
    En fin, Rafa, te agradezco mucho el comentario, y además imagino que Giannuzzi es un poeta que te habrá tocado particularmente. El poema que citas es el segundo de Principios de incertidumbre, otro libro estratosférico.

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  4. A ver si ahora puedo firmar, me han parecido buenos los poemas, un poeta muy interesante, ya he desacargado Violín obligado. Y justamente, acabo de colgar algo de Teillier (del que se habla en los comentarios), me ha llegado esta semana una antología (tiene un buen poema leyendo a Machado). Saludos. Viernes

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