sábado, 22 de octubre de 2011

Tiempos revueltos

Leonard Cohen, sombrero en mano, inclina toda su estatura y elegancia ante Don Felipe y Doña Leticia a fin de recibir un cheque. ¿Hubiera hecho mejor renunciando al premio? ¿Se puede estimar económicamente la caída en la cotización del mito? ¿Y moralmente? ¿Podría, sin renunciar al premio, haberse saltado el protocolo? ¿Estaría la reverencia estipulada entre las obligaciones de los premiados? Y en caso de estarlo. ¿Podría haber presentado un certificado médico alegando problemas cervicales? Me acuerdo del ridículo que hizo Rafael Alberti, quien seguramente también inclinó su cabeza ante el rey, presentándose a recoger el Cervantes con su blusa marinera. Y anoche leí esta frase poliédrica y revuelta de un tal G.I. Gurdiejff, que condena a Alberti y exonera a Cohen: “exteriormente cumplir un rol; interiormente no identificarse jamás.” Luego me dormí, tuve pesadillas y las certezas de la noche se convirtieron en dudas por la mañana. Lo que es incuestionable es que Leonard Cohen estaba mucho más elegante cuando lo vimos agacharse para luego desplomarse en la cuarta canción del concierto de Valencia. Y como la elegancia también cotiza en bolsa, las dudas persisten. Y más teniendo en cuenta que su asesor financiero ya le timó una vez.

12 comentarios:

  1. Se le podría decir a Gurdiejff que esa misma cita exonera a ámbos y se queda en cero. Eso de la dignidad nunca lo he tenido claro. G. por L.C y su sombrero, un sábado por la mañana se agradece el cambio;)

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  2. Sí, yo tampoco lo tengo claro, pero no cotizo en bolsa y ni siquiera soy un mito.
    De todas formas, igual tienes razón y mis dudas son puramente estéticas. Y una duda de la duda: ¿Cuándo se habla de estética se habla sólo de estética? Y ahora me doy cuenta de que estoy cerrando un círculo que empezó con la intervención de Rafa en la entrada anterior. Y hablando de círculos, ahora me paso a la esfera, y de la esfera paso al esférico que es un poliedro que rueda.

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  3. Sin lugar a dudas lo más elegante hubiera sido rechazar el premio. Miles de personas han muerto para conseguir que los plebeyos podamos vivir sin el yugo de aquellos que se autodeterminaron por la fuerza los enviados divinos para reinarnos. Y aunque a fecha de hoy su papel es testimonial, es necesario no olvidar cuanta gente ha sufrido por la acción de las casas reales desde la edad media.
    Tan sólo algunos plebeyos tienen el valor de renunciar al cálido abrazo de los poderosos, quizá todavía tenemos algo de síndrome de Estocolmo…

    Una pena total, un mito menos.

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  5. No creo que tus dudas sean puramente estéticas (puramente, otra cosa que no tengo clara, tengo que hacer una lista) pero respecto a la duda de la duda creo que estética es en sí un término un tanto deficiente. Nunca incluye sólo lo que parece. De ahí que casi cualquier debate sobre el tema acabe doblado cual sauce llorón (ese es mi símil de la semana que como ya ves va bien para todo)y sin llegar a ninguna conclusión medianamente comprensible.
    Yo he hecho el recorrido inverso: del esférico a la esfera y de momento me quedo así.y mis pies me lo agradecen.

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  6. El otro día fue la reina a la nueva Fe. A mi madre, que es enfermera, le pasaron un escrito con todas las normas de protocolo que había que seguir en caso de que "su majestad" entrara a su servicio. La reverencia (descrita con todo lujo de detalles) estaba prescrita.

    Mi madre decidió que era el día perfecto para ir a la vieja Fe a por unas cosas que se habían quedado durante la mudanza.

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  7. Pues una duda menos, dentro de este mar.

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  8. "He has it", sea como sea a mí me sedujo, allí y en Valencia.

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  9. Desde una posición inicial más benevolente hacia el gesto de Cohen, mi aportación a esta nutritiva polémica se centrará en el relato crítico de un fiasco protagonizado por otro mito de la música: el saludo largo y concentrado, casi contrito de Bob Dylan con el Papa Juan Pablo II en su concierto celebrado en Bolonia.
    Corría el año 1997, y se transmitía vía satélite para todo el mundo: 300.000 fieles (¿De Dylan? ¿del Papa? ¿de ambos?) veían en escena al recién bautizado como nuevo mesías del Rock "bueno", convertido ahora en médium entre la Iglesia y los jóvenes, si bien sorprendió a casi todos saliendo a escena con pinta de petrolero texano. Lo más gracioso es que 10 años después (2007) el Papa sucesor Ratzinger, quien considera el rock como obra de satán, renegó públicamente de Dylan cuyo concierto trató de impedir en su día, tildándole de "autoproclamado profeta".
    Pues bien, aquellas 300.000 personas estaban viendo lo que Dylan y los suyos hacen casi 300 veces al año en gira (al parecer tiene muchos gastos derivados de varios divorcios y numerosos hijos). El propio Dylan dijo después que "aquél fue un show más", pero yo pienso que resultó un negocio redondo para ambas partes y previamente pactado: a cambio de ceder temporalmente a Carol Wojtila los derechos de autor sobre Blowing in the wind, cuya letra hizo éste suya de forma aparentemente improvisada ("El camino verdadero es el de Jesús" -dijo), el mercader Zimmerman, no sólo vendió millones de copias sino que se abrió un nuevo mercado de retoños y buenos rockeros católicos que tal vez desconocían que el hermano Bob había pasado del judaísmo al ateísmo como quien cambia de marca de vaqueros, y al cristianismo sólo durante tres años ("¿Por qué más de los que predicó Jesús?" -dijo, exhibiendo una lógica irrefutable), y luego de nuevo al judaísmo tras hacer un anuncio de lencería en TV...etc.
    A pesar de tamaña zafiedad, sus incondicionales no se sintieron traicionados o estafados y no lo condenaron. La filosofía de vida dalyniana, su estética underground (que evidentemente encierra una ética y una ideología), alguien que en unas líneas contiene a todo Kerouac y la generación beat, que ha creado tanta belleza y marcado a varias generaciones (aunque él es ajeno a todo eso y echaría a correr si trataran de darle el coñazo con esa murga), tiene derecho a cualquier extravagancia, desvarío o regalía, pues hasta los mitos tienen que pagar sus facturas.
    Así que la condena de Albert Cohen me parece desproporcionada: su gesto comparado con el de Dylan resulta moco de pavo. Y yo me pregunto: ¿a qué obedecerá esa implacable ferocidad contra los mitos que nosotros mismos hemos creado? ¿A la decepción que sufrimos tras comprobar que son simplemente humanos, es decir, tan débiles como nosotros? ¿Hasta qué límite de humanidad podemos permitirles para no condenarles?

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  10. Yo creo que cuando mitificamos, o cuando rendimos a alguien culto heroico, es precisamente "a pesar" de su casi-perfección y no gracias a ella. Son mitos porque son humanos y aún así, capaces de asombrarnos y de provocar nuestra admiración. Los dioses todopoderosos no tienen tanto mérito...

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  11. Pero ¿qué hacemos escribiendo sobre mitos? Pongan Famous blue raincoat,o cualquier otra, y alejen las dudas quitándose el sombrero
    Eugenia

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  12. Pues escribo 5 años despues por culpa del Rami... Y parece que todo siga igual, Dylan, premios y tristemente venido a colacion el de LCohen, por su muerte. Pero tu, Nacho, hiy sigues igual d certero que ayer. Aunque los escritos de Loba me gusten más....

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