lunes, 25 de julio de 2016

Duelo al sol

En la playa he presenciado el duelo entre un vendedor pakistaní, de esos que arrastran el carrito de bebidas por la arena y un imbécil que estaba con su amigo a un centenar de metros de la orilla. El imbécil le llama y el vendedor por señas le indica que se acerque porque está muy lejos para ir hasta allí. El imbécil niega con la cabeza y le hace señas con la mano para que acuda. Y durante medio minuto ambos se quedan quietos, el vendedor maldiciendo por lo bajo y el imbécil haciendo no se qué, porque estaba a contraluz, con el sol en su espalda, aunque con las gafas de espejo puestas. Ni falta que hace saberlo, porque todos los pijos de playa se parecen. El caso es que, como suele suceder, la necesidad se ha tragado al orgullo y pese a mis patéticas advertencias de que no fuera, el vendedor se ha desplazado cargando con una bolsa de bebidas por la arena ardiente y seca para servir a los dos impresentables. Me hubiera gustado que desde las dunas del camping, que tiene todo el aspecto de un poblado de peli del oeste, algún disparo certero arrancara la cerveza de la mano del imbécil al dar el primer trago. Seguro estoy de que todos los que presenciábamos la escena hubiéramos aclamado al justiciero. Como no sucedió, lo suyo hubiera sido improvisar una colecta y comprar allí mismo toda la mercancía. El dinero quizá hubiera alcanzado, pero no el valor para montar el número. Y debido a ello, aquí estoy arreando mandobles metafóricos y vengándome en diferido. En cualquier caso, me consuelo pensando que el vendedor no necesitaba de la ayuda de ningún Quijote o Tom Doniphon porque yo en ningún momento le vi perder la dignidad, más bien todo lo contrario y todo lo viceversa.

7 comentarios:

  1. Valientes imbéciles...

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  2. Que no es lo mismo que imbéciles valientes...

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Irrumpí en el blog de manera fugaz. Escribí algo más pero lo eliminé. Un comentario fue escrito donde no tocaba (una tablet) que lo modificó todo a su gusto.El resultado fue un texto con una ortografía infernal. Eso no me lo puedo permitir. Lo volveré a intentar.

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    2. No te preocupes, Marcela, la tecnología tiene esas cosas y además los excesos ortográficos acaban por provocar anemia en los textos. Un abrazo grande.

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  4. La tecnología tiene cosas tan raras como que yo misma intentando contestarte crease mi propio blog. Me quedé asombrada de mis conocimientos. Lo de la anemia no lo había pensado. Me gustó lo que escribiste. Hasta pronto. Un beso.

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  5. Pues que la técnica no te arredre, Marcela, que este blog y su autor están muy necesitados de vidilla. Un beso!

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