domingo, 9 de abril de 2017

Dos trincheras

Un hombre rubio pateando la acera de la Ronda norte mientras espera el verde con el móvil sujeto con belcro al brazo, chaqueta naranja de goretex, mallas negras y calcetines fosfi que le cubren casi entera la pantorrilla. En la otra acera uno con sombrero de paja, vaqueros raídos, jersey de pico granate, ambos pies hincados en los bordes de la acequia y el lomo agachado para abrir las compuertas y regar su patatar. He calculado que una bala de fusil tardaría una centésima de segundo en viajar hasta el primero. Una patata tardaría algo más, pero igualmente impactaría, porque la distancia es corta, la munición abundante y el blanco conspicuo, necesario, indiscutible.

2 comentarios:

  1. El hombre rubio que patea la acera me resulta tan familiar como un marciano. Mi corazón está con el de las patatas. Recuerdo a mi padre cubriéndolas de arena en el suelo para que durasen todo el invierno. La fantasía de los proyectiles patateros obedece a un deseo infantil o de verdad quieres cargarte al marciano? M.R.

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  2. No hay de qué preocuparse, el marciano acabará con todos nosotros. Ni una golondrina hace verano ni una patata inicia una guerra. Ignacio

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