Como todas las noches la Loba cuando me acuesto acude a mi habitación y posa la cabeza sobre la cama para que la acaricie. Si no lo hago es por temor al virus. La perra que, naturalmente, no entiende nada acusará esa falta de afecto del que tan necesitados estamos..Yo tampoco entiendo mucho o sólo entiendo con la sesera: sólo sé de infectados por los informativos. Ese bicho invisible para mí es una abstracción, trágica, por lo que parece; pero la cabeza de la Loba posándose en mi cama cada noche y yéndose de vacío o o sentada en un rincón a esperar los mimos de antaño, un hecho empírico, urgente e inatendble.
Hola Ignacio.
ResponderEliminarNo tengas miedo.
La Loba y tu necesitaus esa caricia.
Hola, Merche: El bicho no me da mucho miedo, o me da mucho menos que mis demonios interiores. Un abrazo desde este confín.
EliminarIndia está pegada a mí a todas horas.
ResponderEliminarComo no sabe lo que es un virus ni ha leído un periódico en su vida, tan feliz.
Sí no es el fin del mundo y salimos a la calle añorará este tiempo.
Un abrazo desde el mio, Ignacio.
ResponderEliminarLos demonios interiores no tienen vacuna posible, me temo.
Me alegra esta minima comunicacion despues de todos nuestros demonios enfurecidos.
Un beso
No se que he hecho.
ResponderEliminarSoy Merche, no Sofia
Primero saludarte, Ignacio. Coincidimos en Motilla.
ResponderEliminarYa jubilada como profe nos fuimos a vivir al pueblo, pero operaron a mi marido el 13 de marzo de 2020 y el 14 le dieron el alta porque en el Hospital de Cuenca ya había COVID. Pasamos el confinamiento en Cuenca hasta que pudimos viajar al pueblo el 31 de mayo.
Mi perro salía lo imprescindible para sus necesidades fisiológicas y cogió tal odio a la casa de Cuenca que ahora cuando venimos a ver a mi hijo, al llegar al portal sigue andando y no quiere entrar. En el pueblo es feliz, todos los días en el campo.