El foso de lo calculable de antemano

 Con las debidas excepciones y aun sabiendo que la felicidad, por mucho que se empeñen los psicólogos, no está sujeta a ninguna métrica, declaro que existe una proporción inversa entre los libros que uno acumula en su biblioteca y su felicidad. Digo acumula porque al pecado original de la curiosidad se suma el de la avaricia. La curiosidad siempre es consecuecia de una disconformidad con lo que nos rodea, en lugar de tomarlo tal cual es lo analizamos hasta que pierde su sustancia sagrada. No en balde el Tao dice que el santo vacía las mentes, llena los vientres, debilita las voluntades y fortalece los huesos. Y no me refiero a la escritura porque en este caso se suman un pecado o dos más: ambición y soberbia

 Pensé que no se acabaría nunca, pero he sobrevivido al bote de no se cuántos libros, perdón, litros, de suavizante para el pelo. 

 Ante un fumador ya entrado en años, siempre pienso lo mismo: una persona cuya primera prioridad no es sobrevivir merece respeto.

 Desapareció la corona de flores del semáforo de Primado Reig. El muerto es de suponer que seguirá muerto.

 Tan vanos y previsible somos que basta con cambiar un alimento que te gusta de sitio para que dejes de comerlo. 

                                                                                (Ricardo Corcho Sincopa, Sin novedad)

Nadie me lee

La dependienta de donde

me probé la chaqueta comenta

que soy ancho de espaldas.

Me puse contento,

a qué negarlo.

Después pensé

que si tengo

que cimentar

mi autoestima

en el tamaño

de mi espalda´

voy apañado.

Y eso me puso triste.

                                    (Ricardo Lucero Sanlúcar, prosa en verso, tomo 1)

 Hoy empieza todo y no termina

nada. Y cómo puede empezar todo

si nada ha terminado ese es el quid

de la cuestión, la trampa de la frase

un comienzo sin fin, o interminable,

haría falta un milagro.