Con las debidas excepciones y aun sabiendo que la felicidad, por mucho que se empeñen los psicólogos, no está sujeta a ninguna métrica, declaro que existe una proporción inversa entre los libros que uno acumula en su biblioteca y su felicidad. Digo acumula porque al pecado original de la curiosidad se suma el de la avaricia. La curiosidad siempre es consecuecia de una disconformidad con lo que nos rodea, en lugar de tomarlo tal cual es lo analizamos hasta que pierde su sustancia sagrada. No en balde el Tao dice que el santo vacía las mentes, llena los vientres, debilita las voluntades y fortalece los huesos. Y no me refiero a la escritura porque en este caso se suman un pecado o dos más: ambición y soberbia
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