viernes, 4 de septiembre de 2009

Aunque confuso obvio


El cuestionario de Proust

Estoy empezando a preguntarme
si esta alternativa de
permanecer sentado y dedicarme a hacer algo en silencio
es la inteligente iniciativa que parecía ser. Es
también relajación y luz del sol ramificándose en
apasionada melancolía, recelo de algo desconocido;
y nuestras mentes, aparcadas en el cielo sobre Nueva York,
son no obstante responsables. Noches
en las que llega el periódico
y tu caminas por los alrededores de la casa
desgarrándote del amante cada cinco minutos
y duele, aunque nunca nada es realmente limpio
o doblemente falso. Estás perdiendo el control
y todavía hay flores y halagos en el aire:
"Cuánto te gustó este último?".
"¿Estuve bien?" "Creo que es un bodrio"

Es una pregunta de preguntas, primero
esa de tipo pelos y señales que tú sabes que puedes contestar
y las más impersonales que contestas casi sin pretenderlo:
"Mi mayor arrepentimiento" "Lo que mantiene el mundo en pie"

Y a continuación los resultados son brillantes:
alguien es convocado ante un nombre, y pronto
una habitación llena de gente se convierte en algo denso y [delineado
y las palabras emergen de la pared
para marcar el ritmo generación tras generación.

Y veo una vez más cómo todo
debe depender de mí: aquí una calamidad para ser suavemente [alisada
como tirabuzones, allí la suerte de la descodificación
de esta singular cifra de colores
primarios y secundarios, y los animales
junto a nosotros en el arca, felices de encontrarse allí mientras
[se calma
dentro de un mar siempre más violento.


John Ashbery (versión de Ignacio Infante)



No hay comentarios:

Publicar un comentario