He amanecido con la noticia de que la perra se ha comido un billete de 50 Euros. Ha estado toda la mañana castigada. Nunca sabrá porqué y eso la salva del rencor. A los niños también se les castiga por cosas que no entienden. Y cuando son mayores entienden el motivo del castigo, pero ante todo entienden que se les castigó por algo que no entendían. Se vuelven rencorosos y castigan a sus hijos que por los mismos motivos castigarán a sus nietos. Podríamos remontarnos hasta el titán Prometeo o hasta aquella primera pareja del Edén castigados por querer entender y envenenados por saber que fueron castigado por una falta que ignoraban. Bendita inocencia.
A lo mejor tienes razon pero mientras dura, ¿existe algo mejor que esa inocencia?
ResponderEliminarA mí mi madre me llama Adán. Si alude a más de un vástago entonces nos llama Adanes, lo que bien mirado encierra más de una paradoja.
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