jueves, 27 de mayo de 2010

El esteta y su víctima

Gracias a sus poderosas cualidades intelectuales sabía tentar maravillosamente a las muchachas y atraerlas hacia sí, sin preocuparse para nada de poseerlas. Me lo imagino sin ninguna dificultad llevando a una joven hasta ese punto en que él tenía la certeza de que ella lo sacrificaría todo por su amor. Pero él, si se había llegado tan lejos, cortaba inmediatamente por lo sano, sin mostrar el más leve indicio de acercamiento, sin pronunciar siquiera una sóla palabra de amor y, muchísimo menos todavía, una declaración formal, una promesa. Y, sin embargo, la cosa había ocurrido ya, y la pobre desgraciada conservaba una conciencia doblemente amarga del hccho. Porque, de un lado, no tenía nada que alegar y, de otro, se sentía zarandeada, como en una danza macabra, por las más contrarias reacciones, ora reprochándose todo a sí misma y perdonándole, ora reprochándoselo todo a él. Y, en definitiva, puesto que la relación sólo había tenido realidad en el sentido impropio, le asaltaba la duda de si todo ello no había sido más que un producto de su imaginación.
Sören Kierkegaard, Diario de un seductor. (trad. Demetrio Gutierrez Rivero)

No hay comentarios:

Publicar un comentario