domingo, 18 de diciembre de 2011

Soltar lastre

Cuando veo a la perra haciendo caca en el solar pienso en que hubo un tiempo en que los hombres cagaban en público sin avergonzarse. El descampado de mi barrio no se parece a lo que me contaron sobre el Jardín del Edén. Allí no crecen manzanos sino acelgas silvestres, restos del último labrador que hasta hace poco estuvo arando a medio kilómetro de la plaza del Ayuntamiento. Además en el solar huele mal. Lo mismo no hubo expulsión del Jardín del Edén. Lo mismo el paraíso en la tierra terminó cuando alguien notó el mal olor de la caca de su vecino.  Dicen que en los Estados Unidos, una nación joven, algunos servicios públicos no tienen separación entre váteres. A lo mejor son la primera potencia mundial por esa desvergüenza juvenil. Un cuerpo viejo suele exhibirse con recato pero la juventud es airada, intempestiva, industriosa, inodora, útil, democrática y violenta. ¿Qué es preferible envejecer dignamente o rebelarse y hacer el mayor ruido posible? Pasar desapercibido es tan difícil que hay quien se suicida en un último intento porque se hable de él. Y hay quien lleva una vida tan digna y pulcra que cuando se muere nadie nota la diferencia.

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